Grandes armas

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El bosque tenía un olor único, particular. Y además de todo, potenciado. No era nada comparado con los olores a los que se había acostumbrado en la ciudad, desde el acre humo de las fábricas o la mierda y demás desperdicios descomponiéndose en muchos callejones abarrotados. Incluso el olor del fogón ya no estaba... Era extraño, y aunque se podría decir que estaba respirando aire puro por primera vez en sus quince años de vida, Oswald sentía que no podría llegar a acostumbrarse del todo. No pudo evitar expresarlo en voz alta a su enigmático y excéntrico maestro, el cual lo miró desde su montura con un dejo de burla, pero a la vez de comprensión en sus ojos:

—No tardarás en sentirlo y oírlo como algo natural, hasta se volverá parte de ti, chico.

Y si, había añadido "oírlo", pues además del olor, los sonidos también estaban potenciados a una frecuencia nunca antes experimentada: Ya no había gritos de gente desde las calles o balcones, sino gritos de pájaros y demás criaturas invisibles que habitaban los árboles, que se extendían en un toldo verde por encima de sus cabezas donde se filtraban los primeros rayos del sol cuando la tormenta había pasado; aunque la calma era mucho mayor, el conejo negro no podía dejar de sentir esa sensación de quietud perforando sus sensibles orejas.

Hacía varias horas (o eso le había parecido a Oswald) habían abandonado los límites de Sighiosara y se habían adentrado en los caminos sinuosos y sin pavimentar, tan lleno de rocas y zonas desiguales que hicieron que Oswald deslizara hacia delante de la montura varias veces, haciéndolo agarrarse de su crin por puro pánico, para que luego su mula se encabritara irritado. "Sigue así y te va a echar a patadas." le había advertido Darkwing con una sonrisita de suficiencia. Ya cuando Oswald había ganado suficiente confianza para saber agarrarse sin miedo, por fin pudo mirar a su alrededor: Había visto los arboles del bosque en la lejanía antes, desde la torre del orfanato por supuesto, ¡pero jamás pensó que sería así de inmenso e interminable! Solo había árboles, arbustos, troncos, musgo y plantas tan variadas que pensó en sacar el "grimorio" de Ortensia para intentar guiarse un poco... Pero también notaba que no avanzaban en una sola dirección, sino que Darkwing los hacía girar a la izquierda para evadir una roca, luego a la derecha para saltar un tronco caído; Oswald sentía una extraña rigidez en el estómago... Y no, no era por hambre... todavía.

—Señor Darkwing... usted sabe a dónde vamos, ¿verdad? —murmuró Oswald tras varios minutos de silencio donde solo se oían los cascos de las mulas al avanzar. El mallard enmascarado volvió a mirarlo... Oh, esa mirada de suficiencia otra vez.

—Por supuesto, chico. Los cazadores, así como los viajeros, marineros y los mensajeros deben saber orientarse. Existen muchas formas de hacerlo: La experiencia, el mismo cielo, los elementos de la tierra... O algo como esto—añadió sacando un objeto redondo de plata que parecía uno de esos relojes de bolsillos que había visto usar a Emily o a J.P. Whiskers y demás gente con dinero... Pero cuando abrió la tapa, no había números, sino cuatro letras y una larga manecilla roja y negra que se movía de forma oscilante entre las letras N y E. Oswald parpadeó sin entender. —...No sé qué tan instruido eres, Oswald, pero no voy a perder saliva explicándote todo el cuento: Esto es una brújula, nos guía el camino hasta el norte, que es a dónde vamos.

— ¿Cómo hace para que la manecilla roja se mueva sola, si no se ve vapor saliendo de eso? —preguntó Oswald con curiosidad. Darkwing esbozó una sonrisa.

—...Para hacer el cuento simple para ti, hay fuerzas en la tierra que son invisibles pero que nos guían de forma más precisa que las estrellas o los fuegos fatuos—explicó el mallard con simplicidad... Haciendo que Oswald tuviera una cara de confundido aún más notoria... Darkwing rió entre dientes—. Lo entenderás eventualmente, chico. Yo seré esa brújula para ti: Solo es cuestión de que me sigas. Y me obedezcas... O terminarás perdiéndote.

Van Helsing I: Bautismo de sangreWhere stories live. Discover now