Sangre sobre el madero

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Había vuelto a llover y las calles estaban tan llenas de barro que los caballos se hundieran hasta las corvas, haciendo que muchos de los carruajes se quedaran atascados en algunos lugares. Rabiosos, los dueños se bajaban de los carros en medio de la tormenta para intentar hacerlos mover en medio del lodazal, muchas veces sin éxito, por lo que no tenían más opción que quedarse esperando a que la tormenta amainase, en medio de moscas revoloteando, pues muchos (tanto caballos como mulos, así como algunos dueños) aprovechaban para hacer sus necesidades ahí mismo, por lo que el olor a lodo se mezclaba con el olor a mierda... Sin embargo, había algo más que hacía que los dueños de los carruajes siguieran intentando sacar a sus animales de tiro de allí cuanto antes: Y es que un embotellamiento de carruajes en un camino era un blanco muy tentador para cualquier ladrón, peor si estuviera desprotegido. Algunos, armados con fusiles o con una pequeña pistola de bengalas, trataban de estar pendientes de cualquier sombra escurridiza que intentara deslizarse dentro del carruaje y tomar lo que pudiera, pero al mismo tiempo, tenían que estar pendiente de cualquier otro que estuviera atascado como ellos, y que fuera de su competencia, intentara aprovechar la situación. Eso conllevaba a que muchas veces hubiera peleas y desmadres en medio del, embotellamiento, al punto en que muchos carros quedasen sin vigilancia... Quedando a merced de ellos.

Oswald se recostó sobre su estómago para quedar oculto bajo un arbusto, observando entre las espesas ramas bajas como uno de los carros estaba completamente desprotegido, pues el dueño había salido corriendo a calmar a su mula, que al parecer se había asustado de quedar atrapada en el lodo y ahora daba coses y cabriolas para liberarse, chillando de forma ensordecedora. A su lado, Flynn Ryder esbozó una sonrisa: ―Muy bien, conejito. Esa parece libre. Entras allí y tomas lo que puedas. Te daré diez segundos... Y... ¡Ahora!

El conejo salió corriendo del arbusto, tratando de ver si había alguien alrededor que pudiera detenerle, pero la lluvia desdibujaba todo a su alrededor, por no hablar de los sonidos. Se internó como una flecha en el vagón del carro, apartando la cortina de lona que lo cubría, esperando ver comida o, como Flynn había dicho, algo valioso que pudieran vender o cambiar por algo mejor. Aún en el débil resplandor gris de afuera, Oswald fue capaz de saber lo que era.

¡Jackpot!

Sin entretenerse pues sabía que solo tenía segundos a la mano, el conejo fue directo a la caja más cercano donde el olor a sal era más fuerte, tomando fuertemente entre sus manos un pollo casi entero, sin cabeza y ya complementé desplumado, frotado en sal para conversarlo mejor antes de entregarlo al carnicero o al mercado. Relamiéndose al imaginar ese pollo asándose en una fogata, así como al oír ruidos por detrás, el conejo negro se bajó a toda velocidad del vagón, aferrando el resbaladizo pollo contra su pecho, oyendo gritos lejanos, ignorando si eran para él o no. Corrió todo lo que pudo, chapoteando entre zanjas llenas de agua turbia y evitando los barrizales al saltar con energía en medio de ellos, concentrándose en su objetivo de salir de allí con su cabeza su sitio y su trofeo entre las manos. Se arrojó al suelo al momento de llegar a los arbustos, donde Flynn Ryder estaba acurrucado, esperándolo. Se quedaron quietos, agudizando el oído:

¡Esta puta mula que no se quiere mover, joder! ¡Me acaban de robar un pollo entero bajo mis putas narices!

Será mejor que busquemos en los alrededores, no creo que el bastardo se haya ido tan lejos.

―...Esa es nuestra señal: Vámonos. ―susurró Flynn Ryder a Oswald, quien asintió. Ambos se arrastraron sobre sus estómagos como si fueran vaqueros deslizándose sobre una montaña y hacia campamento enemigo, echando vistazos a cada momento para cerciorarse de que no los hubieran visto aún. El joven de largo negro se volteó al ver al pequeño conejo negro tener dificultades para arrastrarse teniendo que cargar ese pollo a la vez para evitar que se ensuciara demasiado: ―. Nada mal, novato. Quizás el destino haya truncado tu glorioso destino de ser un puto cazador como tu papi y tu mami, pero al menos ese pasado familiar te sirve ahora para sobrevivir. ―Observó él con una sonrisa irónica, pero luego oyó un leve resoplido desde atrás.

Van Helsing I: Bautismo de sangreWhere stories live. Discover now