Darkwing

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Pasaron las semanas del verano y Oswald fue recuperándose exitosamente de todas sus heridas. Ya podía caminar sin sentir dolor, no sentía nada cuando presionaba un dedo sobre los vendajes y los cortes estaban desapareciendo hasta hacerse casi imperceptibles bajo su piel... Aunque era evidente que las marcas del vampiro en su pecho no iban a desaparecer, quedando como alargadas cicatrices de piel estriada sobre su pelaje negro; Ortensia la aseguró que hubiera sido mucho peor de no haber sido tratado como lo merecía... Y la señora Tweed, entre risas, dijo que no tendría que avergonzarse por eso, que de hecho eso lo hacía verse más varonil para las damas, haciendo que tanto Oswald como Ortensia, quien en ese momento estaba en la habitación removiendo por última vez las vendas de su cuerpo, se sonrojaron intensamente, tratando de no mirarse mutuamente, reclamando a la anciana por su descaro.

Oswald no podía evitar pensar en las palabras de Ortensia cuando, al salir de ducharse de la cuba del patio, se contempló sin camisa frente al viejo y manchado espejo de la habitación de huéspedes. Las marcas de garras estaban justo sobre su corazón, y cada vez que Oswald las tocaba, recordaba con viveza el intenso dolor cuando se habían enterrado en su carne... Había sido sin duda la herida más terrible que había tenido, y si no fuera por la bondad y compasión de Ortensia, ¿qué le hubiera pasado? Recordaba perfectamente los días de agonía ante la infección del agujero de su oreja, y había sido una herida pequeña a comparación de esta... Era obvio que, de haberse ocultado en un rincón como había planeado hacer en un principio, Oswald no hubiera sobrevivido esa misma noche. Se estremeció, no solo por el pavor de pensarlo, sino también por el agradecimiento: "Parece que aún no te quieren en el cielo ni en el infierno, novato". Esas palabras de Flynn Ryder, aun resonaban claras en su mente, como si el mismo bandolero se las estuviera diciendo ahora: Tanto Dios como la Santa Virgen habían vuelto a darle una oportunidad, y esta vez lo habían hecho a través de un ángel...

...Ortensia.

Oswald no pudo evitar pensar en eso desde la noche en que ella había contado su trágica historia con Fanny, como se habían quedado rezando con las manos entrelazadas en silencio... y como ella le había deseado buenas noches con un suave beso en la mejilla, dejando al conejo como si le hubiera dado un subidón repentino de fiebre, haciéndolo tartamudear un "Bu-buenas noches, Ortensia", dándose cuenta que aún seguía tuteándola, inmediatamente disculpándose por ello, pero la gatita negra le dijo que así estaba bien, que ella prefería así, regalándole una dulce sonrisa tras la puerta. Desde entonces se habían convertido en muy buenos amigos; Cada vez que tenía tiempo, Ortensia hablaba con Oswald sobre cualquier cosa, compartiendo experiencias, tanto agradables como duras, descubriendo que la gata negra era tan gentil y encantadora como Emily, siempre dispuesta a escuchar con interés lo que decía el conejo, a pesar de que era evidente que Ortensia era mucho más educada que Oswald, por no decir más refinada... Aun así, fue muy agradable pasar tiempo con ella, ya sea hablando, escuchando sus clases de botánica y sus usos, limpiando las llaves de el clavicordio o alimentar a las gallinas o cabras en el patio... 

Cada vez que lo recordaba volvía a sentir ese agradable calor en sus mejillas y corazón, era casi balsámico... Al darse cuenta que su reflejo tenía las mejillas rosadas, agitó bruscamente la cabeza y se apresuró a vestirse para empezar el día y hacer lo que estaba pendiente: Buscar a sus amigos. 

o.o.o 

Oswald terminó de desayunar y diligentemente lavó tanto su plato como el de la señora Tweed y de Ortensia. Desde esa penosa cena con el señor J.P. Whiskers, el conejo negro prefería comer en la mesita de madera de la cocina en compañía de la anciana ama de llaves, hablando mientras comían el estofado del almuerzo o el pan remojado en leche del desayuno. La señora Tweed le contaba historias sobre ella y la infancia de Ortensia, así como anécdotas sobre los mezquinos que eran tanto el señor de esa casa como el hijo menor. Oswald se reía, contándole también acerca de sus antiguos amos y sus amigos, y sobre cuanto deseaba verlos. La señora Tweed no solo estuvo de acuerdo, sino que le dijo lo siguiente:

Van Helsing I: Bautismo de sangreWhere stories live. Discover now