La mano del hombre muerto

77 2 17
                                    


"Zip-A-Dee-Doo-Dah, Zip-A-Dee-Ay,

My, oh, my, what a wonderful day, 

Plenty of sunshine headin' my way,

Zip-A-Dee-Doo-Dah, Zip-A-Dee-Ay..."

Ortensia canturreaba mientras vertía la solución de nitrato de amonio para que se disolviera bien, después de haber probado con unos pulgones que tenía en una caja de cristal como sus "sujetos de prueba". Había estado sumida en la tarea asignada que casi había olvidado que tenía pendiente una reunión con algunas de sus nuevas compañeras. Dejó la solución en reposo, estirándose desde su taburete, haciendo un bostezo de hipopótamo; Ya se habían cumplido nueve meses desde su llegada y jamás había tenido tanto trabajo desde las clases en Sighiosara. Se quedó contemplando la ventana, dónde aparte de un jarrón de caléndulas, había unas vasijas con depuraciones y una vieja telaraña.

Queens College era una imponente estructura encallada en Harley Street. La decoración gregoriana y los amplios jardines eran muy superiores a la arquitectura de la escuela dominical o las casas de sus tutores más ricos. Su padre había dicho que esperaba que no se volviera una mujer demasiado culta pues, según él: "Eso seguro que avergonzaría a un caballero y debes atraerlo, no repelerlo." y que esperaba que aprendiera lo suficiente de modales y etiqueta para impresionar a los invitados. Ciertamente, Ortensia tomaba clases de etiqueta, música, baile y poesía... Cumplió su interna promesa, inscribiéndose para estudiar intensamente tanto botánica como química al momento de llegar a la capital y establecerse en casa de su tía, situada al este de Londres, acordando que la señora Tweed se quedaría como cocinera provisional en casa de la tía durante los meses que Ortensia estuviera en la escuela, encontrándose los fines de semana que podían salir para pasear e ir de compras.

La joven Whiskers había encontrado para su deleite materiales y profesores que cumplían de sobra con sus aspiraciones, así como implementos y espacios específicos para el cuidado de las plantas. Casi se mareó de la emoción al ver un invernadero por primera vez, llegando a fantasear que cuando tuviera su propia casa, ahorraría para tener uno. Si bien había quedado avergonzada con lo primitivos que eran sus conocimientos a comparación de esta escuela, sabía que debía ponerse al día, aprender todo lo que pudiera, no solo para poder dedicarse a eso, sino también para enviar toda la ayuda posible a Oswald, Félix y Zenox con todo lo que pudiera aprender y crear; Se había metido de lleno tanto en la botánica pura como como la aplicada, yendo con frecuencia a biblioteca para seguir anotando ideas de De causis plantarum (1) hasta la hora de la cena... Era sorprendente que con todas las clases y actividades extracurriculares que se había inscrito (Si, se había emocionado de más), aún tenía algo de tiempo para departir un rato con algunas de las chicas de su clase de formación, así fuera para ayudarse en sus tareas.

—Para ser rumana hablas bien el inglés—murmuró una rubia de amplia melena, conocida por ser la única estadounidense del grupo, manteniendo su meñique estirado al beber té—, tengo entendido que allá son bastante... ¿Montañeses?

—Estamos cerca de los Urales, señorita Noroeste, así que podría decirse que sí—replicó la gata casi con indolencia. —, y es sin duda un gran baluarte de especímenes para estudiar.

—Y se nota... Eso que usas no es definitivamente pachulí—repitió la chica, Pacífica, con una leve mueca. —¿Qué olor es... Ese?

—Oh, es Neem (2). Huele muy bien después de la lluvia, estoy experimentando para hacer nitrato de amonio con Neem para hacer un insecticida amigable con el ambiente, tanto para granjeros como cultivadores citadinos.

Van Helsing I: Bautismo de sangreWhere stories live. Discover now