Tres piedras en el cestillo... Y una gata en el banquillo

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Otro día, otra moneda para añadir a la funda de almohada vieja que habían designado como "alcancía" y la cual tenían escondida bajo la tabla suelta de debajo del camastro de Oswald (precisamente el de oídos más sensibles como para captar a cualquier despreciable mano larga que intentara husmear bajo su cama en busca de algún tesoro...). Habían empezado con poco menos de la mitad del montón que Emily les había dado a los tres y ahora tenían que volver a llenarlo con la finalidad de (en un futuro que esperaban que no fuera tan lejano) tener su propio hogar y no tener que pagarle a alguien más para que les dejara pasar la noche. 


Hagamos un resumen del refugio donde estaban ahora: La casa de huéspedes, la cual era solo para hombres, llamada "Tapper's Place" ya que al parecer había comenzado como un bar y le fueron agregando pisos. Su dueño, un hombre bigotón que se refería a si mismo como Tapper, les había dado las reglas de juego desde la primera noche que llegaron esos tres niños de 12 y 13 años a su puerta: Cada día se pagaba una pensión de cinco monedas de plata. (Y si no faltaban a ningún pago durante seis meses, les haría un excelente descuento: Cuatro monedas de plata y una de cobre.), NO se permitían visitas después de las ocho de la noche y bajo ninguna circunstancia una mujer debía quedarse a "dormir" en su habitación (Eso último lo dijo con énfasis aunque los niños no entendieron nada), NADA de ruido, si ensuciaban la alfombra de lodo al entrar se añadiría una moneda de plata adicional por cada vez que lo hicieran, por lo que tendrían que arrastrar sus pies en la alfombra del porche por un minuto entero como caballos que quieren un terrón de azúcar... Al terminar su perorata, les entregó una llave de latón con la severa advertencia de que no la perdieran, tres mantas y un: "Espero que no me causen problemas."

"Tapper's Place" levantaba precariamente sus cuatro pisos ladrillos y ventanas estrechas tipo guillotina sobre la calle principal que daba directo a la plaza de mercado, donde ahora no solo los puestos de comida eran los objetivos (esta vez de forma honrada) de los niños, sino también los posibles trabajos y oficios para ganar dinero. Y esa era la aventura diaria: Conseguir las cinco monedas de plata entre los tres para completar la estadía y no volver a dormir en un callejón o robar. 

Usualmente la forma más común de conseguir un trabajo era rogar a alguien en la plaza y, dependiendo del aceptable o pésimo desempeño de su trabajo asignado en ese momento, podría volver a rogar por un trabajo o ser "recomendado" a otro "patrón" (aunque la forma más honesta de llamarlo era ser traspasado como si fueras un mueble) y ver en qué tarea te asignaban, cuanto duraría, que tan aburrida, complicada, repetitiva u humillante sería y si el patrón de turno era un desgraciado que te arrojaba unas monedas de cobre o un buen samaritano que te daba una de plata... En resumen, estaban en manos de Dios al momento de ofrecer sus manos y fuerzas a un posible patrón.

En todo ese largo, largo tiempo que estuvieron a la deriva, Oswald y sus amigos tuvieron varios patrones y pasaron por varias aventuras (o desventuras, como el lector lo prefiera). Ya que son muchas por contar, permíteme entonces, querido lector, de contar una para cada uno que más se metió bajo el pelaje de cada uno. 

...

Primer acto: Félix y una estatuilla

Félix no tuvo ninguna dificultad en llamar su atención: Su aguda mirada captó a un viejo perro que miraba atentamente un puesto donde parecían estar vendiendo unas estatuillas que el vendedor le aseguraba con tono solemne de que habían sido sacadas de las montañas del Tibet... Félix lo había visto esta mañana colocándolos en la mesa, notando justamente cuando uno de los brazos del "Dios de la tormenta" se había quebrado y el vendedor lo rehizo rápidamente con nada menos que barro que recogió cerca de allí... El viejo perro estaba impresionado, escuchando la historia de que habían sido tallados por monjes de las montañas... A pesar de que a simple vista parecía que fue hecho por un niño de cinco años, con detalles burdos incluidos.

El gato negro alzó las cejas: Había un timador en plena luz del día... Algo que podría ser muy interesante. No dudó en acercarse a los dos hombres fingiendo interés, agudizando el oído.

―Me llaman mucho la atención, caballero. ¿Qué costo tiene?

―Cinco monedas de oro para cada uno.―respondió el vendedor con una sonrisa confiada.

―¡Es demasiado!―Se quejó el viejo perro, pero sin dejar de mirarlos con mucho interés. A ojos de Félix, se notaba que el comprador iba a caer. En eso, se acuerda de una frase de un libro que le había prestado Emily y que le había encantado. Se acercó a grandes zancadas hasta el puesto y exclamó:

Caveat emptor! (1)―El vendedor se quedó mirándolo con cara de no entender nada y con pinta de que iba a sacar un palo para echarlo, pero el viejo perro le miró con interés.

―¿Por qué lo dices, muchacho?―Félix sonrió encantado: Alguien conocía esa frase. Continuó con aplomo:

No existe ningún Dios de la tormentas dentro del budismo, así que no pueden ser reales. Si lo hubiera sacado del lejano oriente o de África, allí si le podría creer... Claro, podría, de no ser porque lo ví arreglarlo con un poco de barro del suelo.

―Oye mocoso, ¿quieres que llame a la policía o a los vecinos para que te den una lluvia de palos?―Le amenazó el vendedor, ceñudo. Félix empezó a retroceder, empezando a creer que quizás había hecho un mal movimiento... Pero luego el viejo perro se echó a reír.

―Vaya ingenio que tienes, muchacho. ¿Quién es tu amo?

Félix le hubiera bufado en otro momento por una pregunta tan insultante... Pero decidió tragarse la ofensa con el fin de ganarse una posible moneda. Compuso una sonrisa irónica e hizo una referencia: "Si por amo se refiere a Dios, Nuestro Señor, es el amo de todos. Pero en esta tierra breve dónde ya agoté mis 7 vidas, soy un niño libre que busca ganarse el pan con honradez... Para servirle, caballero. Félix Sullivan.

El vendedor estaba lívido. El comparador estaba impresionado. Le dió una moneda de plata al vendedor para calmar los ánimos y le pidió al gato que lo acompañara, que podría tener un trabajo para él. Félix movió la cola alegremente, inclinando la cabeza. Echaron a andar a buen paso, entre el hormigueo de la multitud, y Félix volteó la cara para ver con diversión la expresión de rabia del vendedor al ver que le había arruinado una venta. Volteó a mirar al viejo perro, que lo miraba con una sonrisa irónica desde su gran altura.

―¿Cómo supiste que era falso?

―Lo ví arreglar uno de esas estatuillas con barro que recogió del suelo. Además, realmente no existen los dioses de la tormenta en el budismo.―declaró Félix con aplomo, haciendo que al viejo perro le diera una sonrisa de apreciación.

―Impresionante. Cuando te vi había creído que ibas a robar algo o quedar impresionado por las figuras... Parece que no podemos asumir cosas sin antes estar completamente seguros de hacer un movimiento, ¿no lo crees?

Félix lo miró con los ojos brillantes: ―Es algo que le digo mucho a mis amigos, especialmente a mi amigo Oswald, es algo impulsivo.

―La impulsividad es algo bueno es ciertos momentos pero también hay que tomarse un tiempo para evaluar el terreno y así mover tus fichas... Este te servirá mucho cuando seas mayor... ¿Has pensado dedicarte a los negocios?

―Lo he pensado, señor. Pero no tengo experiencia en manejar dinero.―Admitió Félix con tono avergonzado, pero añadió: ―. Pero creo que sí me dan la oportunidad, puedo aprender muy rápido, ¿no le parece?

El perro arqueó las cejas y luego echó una carcajada: ―Cuando se te presente una oportunidad debes tomarla, antes que nadie, porque es posible que esa oportunidad no vuelva...―Lo miró de arriba a abajo, como evaluándolo. ―; Necesito alguien con vista aguda para evaluar unas mercancías que pienso vender a algunas personas de la calle. Veamos si este es tu golpe de suerte, muchacho."

―No tanto a suerte, sino más bien a la Providencia―pensó el gato con una suave sonrisa pensando en Emily... Miró a su nuevo patrón y extendió la mano: ―¿Cuando empezamos?


...

Van Helsing I: Bautismo de sangreWhere stories live. Discover now