Van Helsing I: Bautismo de sangre

Necrópolis

Al sentir un crujido bajo sus pies, echó una ojeada y vio que, para su consternación, era un hueso alargado que se había partido al pisarlo... Y al enfocar la mirada hacia más abajo, dónde se extendía el terreno que bordeaba la pequeña fortaleza, no solo había huesos esparcidos por el suelo, sino también algunas figuras alargadas colgadas en árboles aledaños o bien clavadas en el suelo con estacas sobresaliendo hacia afuera de sus bocas, colocadas no solo en la entrada de piedra desgastada que delimitaba el "jardín" del castillo, sino también alrededor... Darkwing chasqueó la lengua:—Muy al estilo de los antiguos Dragul, pero no es más que una imitación pobre.

—¿Allí estará la tal vampiresa que buscamos? ¿La madame... Comosellame?

—Madame Medusa, chico. —repuso el pato echándole una mirada de reojo al conejo antes de volver a cargar su ballesta. El conejo también cargó su arma, preguntándose cómo harían para cruzar la pared de monstruos esqueléticos y carcomidos, parados en la explanada redonda que hacía de "jardín".

Habían decidido esperar varias horas tras la avalancha, no solo para descansar y recuperarse, así como hacerle creer a sus objetivos que habían logrado hacerlos huir o desparecer, sino también para calmar los ánimos entre los dos cazadores foráneos del grupo de Robin Hood. Después de ese hostil intercambio, Darkwing y Oswald, tras unas palabras apaciguadoras del párroco oso, se trataron de forma cortés, para evitar algún otro enfrentamiento para lograr la misión... Pero Oswald en el fondo no estaba satisfecho: Seguía molesto, claro... Pero también estaba extrañado por la actitud de su mentor.

¿Por qué había reaccionado así por su pregunta? ¿Quién era esa chica? ¿...Estaría relacionada con lo que el pato cazador había llegado a murmurar en sueños?

...Porque Oswald había alcanzado, gracias a sus sensibles orejas, en algunas noches en las que no podía dormir, algunas palabras sueltas entre los ronquidos del mallard cuando dormía: Después de noches seguidas oyendo cosas como"¡Pero madre, no quiero ir a la escuela, el rey no para de molestarme!", le alcanzó a oírle varias veces a Darkwing murmurar una curiosa secuencia aleatoria de colores... Que siempre era la misma: 

"...Amarillo, azul, rojo, azul, morado... Azul, morado, verde y amarillo..." 

...Y eso dejaba al conejo negro sumamente confundido: Había escuchado oírles a sus amigos decir toda clase de disparates mientras dormían, sobretodo Félix y los bizcochos de canela con plátano, pero al pensar en su maestro, especialmente al recordar esa atormentada expresión en su máscara... Definitivamente algo había pasado con Darkwing y esa chica del retrato de la brújula... ¿Quizás algo horrible como le pasó a Fanny, la amiga de Ortensia...?

—¿...Cómo superaremos esa barrera monstruosa?

La repentina pregunta de Alan-O-Dale sacó a Oswald de su ensimismamiento: El gallo trovador estaba juntando lo que parecía ser unos polvos en una bolsa de tela, el cual, por el olor, se notaba que era pólvora... Pero entre ella había unas partículas de color blancuzco mal mezcladas con la pólvora, que el conejo reconoció como uno de los extraños químicos que su maestro tenía en sus alforjas, usadas principalmente para neutralizar ladrones en lugares concurridos. Precisamente era Darkwing quien estaba insertando el polvillo blanco, usando un trapo para taparse su pico. A su lado, Robin Hood decía:

—Apunto hacia una de las paredes de la entrada, allí ellos abrirán la bolsa y esto se dispersará, pero... ¿No resultaremos afectados?

—Pues tendremos que correr aguantando la respiración, Robin, tal y como hiciste cuando me hiciste creer que te habías ahogado en el estanque del castillo—replicó Little John con una mueca, mirando el extraño y deforme paquete, ahora amarrado con una flecha. Darkwing se frotó las manos vigorosamente.