– ¡Raúl! – exclamé, separándome de Tom lo más rápido que pude. – ¡No es lo que piensas!
– ¿Me vas a negar lo evidente? ¡Ibais a besaros! ¡¿No se supone que estabas tan arrepentida?!
– ¡Claro que lo estaba, y lo sigo estando! ¡Pero he estado esperando por más de dos semanas! ¡Y hasta ahora que te has dignado en aparecer! – le grité a Raúl, acercándome hacia él.
La cara de Tom era un poema. Obviamente no estaba entendiendo todo lo que decíamos porque hablábamos en español, pero seguramente se hacía una idea. Se quedó en un rincón del salón, observando la escena.
– De todas formas, no creas que había venido a reconciliarme – me espetó, cuando estuve a su altura.
– ¿Ah, no? ¿Y entonces a qué has venido?
Sacó su móvil del bolsillo, lo desbloqueó y se puso a buscar algo. Cuando lo encontró, me enseñó la pantalla del móvil, pero lo levantó de forma que Tom también pudiera verlo.
– Una foto de tu amiguito en el aeropuerto – dijo, mientras miraba a Tom con cara de pocos amigos. – Tenía la corazonada que, si venía a casa después de trabajar, lo encontraría. Y mira por donde, no me he equivocado...
– Sorry Natalia... – empezó Tom.
– ¡Tú cállate! – le gritó Raúl, furioso, con la intención de ir dónde él estaba.
– ¡Raúl! ¡Esto es entre tú y yo! – le dije, poniéndome delante.
– ¡Haberlo pensado antes de meterlo en nuestra casa! ¿Ya le has metido también en mi cama?
– ¡No hemos hecho nada! ¡¿Cuántas veces te lo tengo qué repetir?!
– ¡No me creo nada de lo que dices! – me dijo, cogiéndome fuertemente de las muñecas.
– Raúl... me haces daño... – le dije, a punto de llorar. Nunca lo había visto en ese estado y me estaba empezando a asustar.
– ¿Has visto lo que has conseguido Natalia? ¡¿Crees que me gusta tratarte así?! ¡¿Cómo crees que me siento yo?!
En ese momento Tom se acercó para tratar de ayudarme. Cogió las manos de Raúl para que me soltara y forcejearon. Yo conseguí soltarme pero caí al suelo y me hice daño en las rodillas. Desde esa posición, aterrada, vi toda la escena: Tom tenía a Raúl cogido de las muñecas, mientras éste último luchaba por liberarse. Estaba claro que Tom no quería golpearle. Pero entonces, Raúl consiguió liberarse y le propinó a Tom un puñetazo en toda la cara.
– ¡Raúl ¡Para! – grité, mientras me levantaba y me ponía enfrente de Tom, que estaba en el suelo y empezaba a sangrar por la nariz.
Raúl intentó apartarme a un lado para seguir golpeando a Tom, pero en un acto reflejo volví a ponerme delante y el puñetazo que iba a ser para él me alcanzó en toda la mejilla, tirándome al suelo. En ese momento Raúl se paró en seco y se agachó para intentar ayudarme.
– ¡Natalia! ¡Lo siento! ¿Estás bien? – me dijo, mientras intentaba incorporarme.
– Ayúdame a sentarme en el sofá – le dije, mientras tapaba mi mejilla con una mano y las lágrimas brotaban de mis ojos.
Mientras, Tom seguía en el suelo, observando la escena y todavía sangrando por la nariz. Vi como sacaba un pañuelo de un bolsillo de su pantalón y se la limpiaba. Después se incorporó, y se le notaba dubitativo, como si no tuviera claro si acercarse o no. Raúl le lanzó una mirada de odio y él se quedó quieto.
– Lo siento Natalia... déjame ver eso – me dijo, apartándome la mano. – ¿Te duele?
– ¿Tú qué crees? – le dije, enfadada pero también con algo de miedo. – ¿Era necesario llegar a esto?
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De verdad es usted, Mr. Hiddleston?
FanfictionCuando, cansada de todo, me decidí a escaparme a Londres por unas semanas, no imaginaba que mi vida iba a cambiar de una forma tan inesperada... y que conocer a alguien a quien idolatras podía llegar a ser tan tormentoso.