Capítulo 39 - La promesa

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Clara y yo salimos de Macy's y, en menos de cinco minutos, un taxi paró delante de la puerta y Tom y Charlie salieron de él. Nos vieron y se acercaron donde nosotras estábamos. Tom estaba radiante.

— Hola encanto — me dijo Tom, y me dio un beso en la mejilla.

— Hola Tom — le respondí.

Mientras, Charlie estaba saludando a Clara de forma algo más efusiva, pues la abrazó y le plantó un beso en los labios. Tom y yo nos quedamos allí parados viendo la escena, ambos con una sonrisa en los labios. Parecía que a Charlie no le importaba tanto la prensa como a nosotros.

— Ey, ¡buscaros un hotel! — exclamó Tom.

— Ya lo tenemos — rió Clara. — Por cierto, hola Tom.

— Hola Clara, me alegro de verte. Y tengo que agradecerte que ayer llevaras a Natalia al teatro — le dijo, a la vez que me cogía por el hombro y me miraba. Yo me puse roja.

— Oh, no fue nada...  — respondió ella. — Yo también me alegro de haberlo hecho — miró a Charlie, y él le sonrió.

— Y yo — respondió él, y todos empezamos a reírnos.

— Bueno chicos, creo que vosotros dos tenéis cosas que arreglar, y yo me muero de hambre — soltó Charlie de repente. — ¿Volvemos al taxi?

Los tres volvimos a reír y asentimos. Yo ansiaba volver a estar a solas con Tom pero la conversación que teníamos pendiente me aterraba. Con todos esos pensamientos en mi cabeza me dirigí al taxi.

Señorita — me dijo Tom en español, al abrirme la puerta. Su acento hablando mi idioma me derretía.

— Gracias — le dije también en español, al entrar en el coche.

Entró detrás de mí y cerró la puerta. Sin que yo lo esperara, se arrimó más a mí y me besó en los labios. Por la otra puerta entraron Clara y Charlie y, al vernos, los dos exclamaron un "Uuuuuhhhhh", a lo que Tom reaccionó separándose de mí.

— Chicos, ¡no seáis tan infantiles! — les dijo, riéndose un poco. Yo me moría de la vergüenza.

— ¡No lo somos! — exclamó Clara. — Pero entenderás que me moría de ganas por presenciar algo así — dijo, riéndose.

— ¡Clara! — la miré, toda roja, pero algo enfadada. Ella volvió a reír.

Después de que las risas cesaran, Tom le dio instrucciones al taxista para que nos llevara primero a su casa. Durante el trayecto, los cuatro charlamos animadamente como la noche anterior. Veía a Clara muy contenta, la verdad es que Charlie parecía un buen tipo, pero esperaba que no se hiciera demasiadas ilusiones con él, ya que no quería que ella sufriera de la misma forma que lo había hecho ello.

Al fin llegamos a nuestro destino. Nos despedimos de ellos y salimos del taxi.

— ¡Natalia! — me llamó Clara, con la ventanilla bajada — Ya me dirás cómo quedamos mañana — y me guiñó un ojo, asentí con la cabeza y ella volvió a cerrar la ventanilla mientras el taxi se ponía en marcha.

— Espero que mañana podamos pasar más tiempo juntos — me susurró Tom, cuando nos dirigíamos a su portal.

Una vez allí, Tom abrió la puerta y nos dirigimos hacia el ascensor. Al acercarnos a la mesa del portero, quien estaba leyendo un periódico, le saludó y, en esta ocasión, yo también lo hice. El hombre nos saludó a ambos  y ya no me miró de forma tan descarada, sino que enseguida bajó la cabeza y siguió con su lectura.

— Parece que ya no llamo su atención — le susurré a Tom, esperando a que el ascensor llegara.

— Eso parece... Ya no somos noticia.

De verdad es usted, Mr. Hiddleston?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora