Capítulo 65 - Nochebuena

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Me desperté la mañana de Nochebuena, un poco nerviosa por el día que era. Moría de ganas por que llegara la noche para así darle mis presentes a Tom. Aunque él era más de levantarse la mañana de Navidad y abrir los regalos, accedió a complacerme ese primer año. Además, él tampoco podía esperar a darme mi regalo que, por cierto, todavía no había conseguido ubicar en el árbol, junto a todos los demás.

— ¿Estás seguro que de que está con el resto? — le pregunté la noche anterior, revisando los nombres de los paquetes que estaban más accesibles, pues no quería tener que cogerlos todos.

— ¿Y por qué no debería estarlo? — preguntó él, bastante divertido, desde el sofá, pues estaba viendo las noticias.

— ¡Pues porque no lo encuentro! — exclamé.

— Encanto — me dijo, mientras se levantaba del sofá. Se acercó hasta mí por detrás y me tomó de la cintura —, ¿no puedes esperar hasta mañana? Pareces una niña pequeña — rió.

— Está bien — desistí, girándome y poniendo los ojos en blanco. — Pero aquí no está — suspiré.

— No te preocupes — rió, y me besó en el pelo. — Mañana tendrás tu regalo.

 Y el día había llegado y me mataba la curiosidad, pero todavía quedaban muchas horas por delante. Miré a Tom, que seguía dormido. Mi primera Navidad contigo, pensé, y me acerqué más a él para acurrucarme entre sus brazos, lo que hizo que, sin querer, se despertara.

— Mmmmm — murmuró, y abrió los ojos. — Buenos días.

— Buenos días — le sonreí. — Perdón por haberte despertado.

— No importa — se desperezó. — Voy a salir a correr un rato. ¿Te gustaría acompañarme?

— No soy mucho de correr, la verdad — encogí los hombros. — Me canso enseguida.

— Está bien, si quieres podemos buscar otro deporte para practicar juntos.

— Me parece una idea estupenda — me sonrió y me besó en la mejilla. — ¿Desayunas antes de irte? — Tom asintió.


Esa mañana, después de que Tom volviera de correr, me acompañó a varias tiendas de comestibles de su barrio, pues quería hacerle una cena especial esa noche y necesitaba comprar algunos productos. Él había insistido en que encargáramos algo, pero yo quería tener ese detalle con él.

Todos los establecimientos que visitamos eran negocios familiares, con productos ecológicos y de muy buena calidad, cosa que se reflejaba en los precios. Se notaba que Tom era cliente habitual porque tenía mucha confianza con los dependientes.

— Buenos días Tom, ¿qué te pongo? — le preguntó la chica de la carnicería.

— Buenos días Annette — sonrió y pasó su mano por mi hombro. — Lo que ella te pida.

— ¿No tendrás pularda, verdad? — le pregunté, algo tímida.

— Has tenido suerte cariño, me queda una — dijo, mientras la buscaba en el mostrador. — ¿La quieres para rellenar?

— Sí.

— Creo que esta noche alguien va a cenar algo rico — se atrevió a decir Annette, y Tom rió.

— Eso parece — le respondió.

— ¿Queréis alguna cosa más? — nos preguntó, cuando tuvo la carne preparada.

— Eso es todo, gracias — le respondí. La mujer guardó el ave en una bolsa y la cerró, entregándosela a Tom junto con el ticket, después de que él pagara.

De verdad es usted, Mr. Hiddleston?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora