Capítulo 59 - Estoy viviendo un sueño

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Tom y yo paseábamos, cogidos de la mano, pasando el Big Ben y rumbo hacia el mercadillo situado en la orilla sur del río Támesis, junto al London Eye. Qué diferente se sentía la ciudad en aquel instante, con él a mi lado. Recordé aquel día en que habíamos caminado justo por aquella zona, y en donde Tom, penetrando en mis más ocultos sentimientos —ni yo misma me había querido dar cuenta— , y quizá con algo de egoísmo por su parte, hizo que mi mundo se desmoronara.

— Aquí fue donde empezó todo, ¿lo recuerdas? — le miré, con algo de tristeza, al recordar todo lo vivido.

— Recuerdo que fue cuando te dije que creía que no eras feliz... — Tom me miró con condescendencia, y yo agaché la cabeza.

— Sí, fue cuando me hiciste ver la realidad — suspiré.

— De todas formas, para mí todo empezó la noche anterior — soltó mi mano y me cogió del hombro, yo le miré a los ojos y le sonreí.

— Tienes razón, esa noche también fue muy especial para mí.

— Nunca te lo he dicho, pero moría de ganas por que llegara el día siguiente para volver a verte.

— Doy fe de ello, llegaste al hotel antes de lo acordado — Tom apartó la mirada y puso su típica sonrisa mientras se ruborizaba.

— ¡Oh, mira! Ya se ve el Southbank Winter Festival — me señaló. A lo lejos se vislumbraba el mercadillo, todo abarrotado de gente.

— ¿Estás seguro de que quieres que vayamos? — me miró con extrañeza. — Hay demasiada gente.

— No te preocupes — rió. — Quiero que lo disfrutes, y no creo que hayan periodistas.

Caminamos a paso más rápido hacia el mercado. Cuando llegamos, me sentía entusiasmada. Estaba lleno de casetas de madera con souvenirs, artesanía y decoraciones navideñas. Tom y yo nos perdimos entre la multitud y, haciendo uso de mi cámara que también me acompañaba en aquel viaje, pude captar momentos muy emotivos de la gente y algunos retratos de Tom, cuando él no se daba cuenta. Incluso él quiso hacerme a mí algunos retratos, y yo posaba de forma divertida. Realmente estaba disfrutando el momento, pese a que, en varias ocasiones, algunas fans le reconocieron y quisieron hacerse selfies con él.

— ¿Quieres comer algo? — me preguntó Tom, cuando llegamos a la parte de comida.

— ¡Claro! Veamos que tienen — le cogí la mano y nos metimos entre la gente. Tom no paraba de reír.

— Mmmm... — dije, al acercarme a uno de los puestos. — ¿Qué tal esto? — me dirigí a Tom, señalándole una especie de pastel.

— Es pastel de carne, ¿quieres probarlo?

— Mientras que no sean como los de Sweeney Todd... — Tom soltó una gran carcajada.

— No lo creo — se acercó más al puesto, pues estaba situado detrás de mí — Me da dos, por favor — le dijo al hombre que atendía.

El hombre, de mediana edad, nos puso un par de pasteles en unas servilletas y yo los cogí mientras Tom pagaba. Después, le di el suyo, y fuimos a buscar un banco vacío para poder comérnoslos tranquilamente. Encontramos uno, algo apartado del bullicio. Nos sentamos y le di el primer bocado.

— ¡Está buenísimo! — exclamé.

— Me alegra que te guste — me dijo, y seguidamente le dio un bocado al suyo. — ¿Sabes? Hacía mucho tiempo que no comía así, en la calle.

— ¿Echas de menos tu vida antes de hacerte tan famoso? — le pregunté. Meditó unos segundos antes de contestar.

— La parte de poder hacer cualquier cosa sin ser observado, pues sí, la verdad — suspiró y miró hacia el frente. — Pero la verdad es que también me ha reportado grandes cosas.

De verdad es usted, Mr. Hiddleston?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora