Capítulo 54 - Ya no podré soltarte

1.4K 119 55
                                    

Antes de que pudiera decir nada, una canción que me resultaba familiar comenzó a sonar. En el momento en que el intérprete empezó a cantar y la reconocí, Tom avanzó hacía mí, despacio, al ritmo de la música, mientras las lágrimas de felicidad se asomaban en mis ojos.

En cuanto estuvo a mi altura, con la sonrisa más bella que jamás le había visto, me cogió de la mano para atraerme hasta él y me colocó en posición de baile para guiarme al son de la melodía, en un vals, al igual que el videoclip de la canción.

— ¿Cómo lo has sabido? — le pregunté, refiriéndome a la música, dado que la canción era de Cristian, mi cantante favorito.

— Clara me ha ayudado a buscar la canción...

— Creo que te ha ayudado en más cosas — ambos reímos, tanto por el comentario, como porque me estaba costando seguirle los pasos ya que nunca había bailado un vals.

En ese momento, empezaba el estribillo de la canción, y él lo cantó para mí, en español, con su particular acento, cosa que hizo que me derritiera. No podía sentirme más feliz en ese momento.

Quiero conocer de ti cada detalle oculto de tu corazón
Quiero ser como el aire en tu respiración y no dejar de amarte
Quiero estar en cualquier parte donde vayas tú
Quiero despertar así, perdido en tu mirada y tú abrazada a mí
Quiero gritarle al mundo que te descubrí, ya no podré soltarte
Solamente tú, simplemente tú... Eres todo lo que quiero

De la emoción que sentía, le abracé, y seguimos bailando así, con mi cabeza pegada en su hombro, hasta que la canción terminó. En ese momento, se separó unos centímetros de mí y, con su mano, me cogió la barbilla para alzarme la cara y así acercar su rostro al mío. Nos fundimos en un largo beso, que hizo que mi cuerpo temblara de pies a cabeza. Cuánto había echado de menos su contacto, sentirme segura entre sus brazos, y esos labios con los que tanto había soñado en esos meses en lo que habíamos estado alejados.

— No vuelvas a dejarme — me dijo, en cuanto nuestros labios se separaron.

— Si no me das motivos, no pienso volver a hacerlo — rió ante mi comentario.

— No pienso cometer más errores contigo — me aseguró, mientras me cogía de las manos.

Me miró a los ojos de forma penetrante, y sentí cómo me estaba desnudando el alma. Estaba totalmente expuesta ante él, me tenía prácticamente hipnotizada. Volví a sentirme como en Nueva York, cuando le vi en el teatro después de aquellos meses sin saber el uno del otro. Todo lo malo se estaba esfumando en aquel instante.

— ¿Quieres que nos sentemos a cenar? — me dijo, señalando la mesa.

— Claro — le respondí, riendo. — Me había olvidado completamente — se acercó a la mesa y cogió la rosa.

— Para ti — dijo, ofreciéndome la flor. — Creo que este momento se merece una rosa blanca — la cogí y, después de olerla, sonreí.

— Creo que deberíamos buscar otro color para este tipo de sorpresas — le respondí, bastante emocionada, y él, feliz, me sonrió, mientras sacaba una de las sillas de la mesa para que me sentara.

— Lo tendré en cuenta — comentó, y entretanto yo me senté y él dio la vuelta a la mesa para situarse enfrente mío.

Una vez estuvimos los dos acomodados, un camarero apareció en la sala con una botella de vino blanco y nos sirvió en las copas.

— Qué rápido — estaba sorprendida. — ¿Nos estaban observando?

— Eso me temo — rió. — En cuanto acabara la música, tenían que esperar a que nos sentáramos para empezar con el servicio de cena — me explicó.

De verdad es usted, Mr. Hiddleston?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora