Capítulo 64 - Decoración navideña

1.1K 100 26
                                    

Después de un vuelo bastante tranquilo, en el que había aprovechado para terminar un libro que tenía pendiente, llegué al aeropuerto. Fui directa hacía zona de salidas y, después de pasar por el control, pese a que me había dicho que le iba a ser imposible venir a buscarme y que el chófer me estaría esperando, allí plantado estaba Tom, con una gran sonrisa y un ramo de flores. Al verle, me emocioné y fui casi corriendo hasta donde estaba para besarle.

— Para ti — me dijo, dándome las flores. después de aquel efusivo beso.

— Gracias cielo, son preciosas — sonreí. — ¿No decías que no podías venir?

— Quería darte una sorpresa — me dijo, cogiendo mi maleta y rodeándome con su brazo para dirigirnos fuera del aeropuerto.

— Pues lo has conseguido — respondí, buscando su mirada, que había echado tantísimo de menos. Él también me miró y se ruborizó, sonriendo mientras la apartaba. — ¿Qué pasa? — reí, y él levantó la vista. 

— Esa forma en que me miras... Toda la semana sin verte y vuelves a hacer que me sonroje — suspiró.

— Es la forma en que te miro siempre, eso es que me has extrañado — reí, y él me besó en el pelo.

— ¡Claro que te he extrañado! — exclamó — ¿Acaso tú no?

— Siempre — sonreí. — Pero dejémonos ya de cursiladas que parecemos dos adolescentes — Tom soltó una carcajada.

— ¿Acaso no sabe usted, señorita, que así es cómo se siente al principio de una relación?

— Hacía muchísimo tiempo que no me sentía así, y debo confesar que me encanta.

— Pues espero conseguir que tengas esa sensación cada día — me dijo, ya estando al lado del coche, y me abrazó. Qué bien me sentía en aquellos momentos, entre sus brazos, como si los dos estuviéramos solos en el mundo y nada más que no fuera nosotros importara.


Después de algo más de media hora en el coche, contándonos algunas cosas de la semana que no habíamos mencionado por teléfono, llegamos a casa y aparcamos el vehículo en el garaje. Entramos por la puerta de atrás, que daba a la cocina, y me paré un momento a beber un vaso de agua y, de paso, me senté a comer un par de galletas de aquellas que Tom me había ofrecido la primera vez que había estado allí, pues había una caja encima de la ecimera. Mientras tanto, él se llevó mi maleta a la habitación.

Cuando hube terminado, y al notar que Tom estaba tardando en volver, fui a buscarle a la planta de arriba. Sin embargo, en cuanto llegué al salón, emití un pequeño grito de sorpresa y me quedé ahí parada, maravillada ante lo que estaba viendo.

Toda la sala estaba adornada con motivos navideños. Había algunos calcetines en la chimenea y una guirnalda colgada encima. La mesita de centro tenía un centro de mesa navideño con varias velas.  Cascanueces, renos e incluso osos polares en una esquina. Luces, acebo y muérdago también ocupaban algún que otro espacio. Y lo más impresionante de todo, un enorme árbol de Navidad junto a la escalera, decorado en tonos dorados, y ya tenía regalos debajo de él. Nunca había visto una decoración tan excesiva en un salón, parecía más de centro comercial, pero me encantaba.

— ¿Te gusta? — me preguntó Tom, sonriendo al bajar por las escaleras.

— ¡Es impresionante! — exclamé. — ¿Lo has hecho todo tú solo?

— Sí, quería que estuviera listo para cuando vinieras — se puso a mi lado y me dio un pico en los labios.

— Tom... — empecé. — Podrías haberme esperado, me encanta decorar en Navidad. Me hubiese encantado formar parte de esto — le sonreí, aunque con un atisbo de tristeza al recordar ese momento en años anteriores.

De verdad es usted, Mr. Hiddleston?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora