Capítulo 22 - La despedida

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Después de que Tom terminara de contarme la historia, por fin pude relajarme y disfrutar del desayuno que me había preparado. Pese a que me daba mucha vergüenza con él por todo lo que le habría hecho pasar, Tom se mostraba muy alegre y muy atento conmigo. Yo no me merecía tantas atenciones, por muy mal que me sintiera podría haber evitado todo aquello.

– Una vez más Tom, perdona por todo, me siento muy avergonzada...

– De verdad, no le des más vueltas... Ya ha pasado. Pero, por favor, no vuelvas a beber de esa manera, ¿de acuerdo?

– Tranquilo... no tengo intención de volver a ponerme así... – le dije, mientras me llevaba el último trozo de tortita a la boca. – Tengo un dolor de cabeza...

Rió y se levantó de la mesa. Salió de la cocina sin decir nada y, en menos de dos minutos, volvió con una pastilla para mí. Me la dio junto con un vaso de agua.

– Tómate esto, es mano de santo contra la resaca – me dijo, introduciendo la pastilla en el agua, que era efervescente.

– Gracias... ... – le dije, mientras miraba cómo se deshacía la pastilla. – Te estás portando muy bien conmigo...

– No es nada, deja de hablar como si no te merecieras que te cuiden...

– Es que Tom, con lo que he hecho, no me lo merezco – le dije, sintiéndome la persona más miserable del mundo.

– Natalia, no has hecho nada, y lo de anoche fue el alcohol. Deja de darle vueltas y no te subestimes tanto. Te mereces esto y mucho más, no seas tan dura contigo misma.

– Eso díselo a mi marido...

– Es normal que esté enfadado... Sólo necesita tiempo, ya verás como te perdona – me dijo mientras me acariciaba la mano.

– Espero que tengas razón – suspiré. – No sé qué haré si no me perdona, no concibo mi vida sin él...

– ¿Y la concibes conmigo? – soltó de repente.

– Tom... ahora mismo sólo puedo pensar en arreglar las cosas con él. Créeme que, en otras circunstancias, me encantaría descubrirlo... Pero ahora no puedo...

– Sólo quería que supieras que, en caso de que las cosas no salieran bien, puedes contar conmigo.

– Lo sé...

– Por cierto, te queda muy bien mi camiseta – reí, se notaba que quería quitarle hierro al asunto.

– ¿Ah sí? ¿Estoy sexy? – le pregunté, guiñándole el ojo.

– Uffff, no veas cuanto... – me dijo, mordiéndose el labio.

– Tom... Era broma... – le dije, y empezó a reírse. – ¡Tom! ¡No intentes provocarme!

– Anda, ven – me dijo, mientras se acercaba a mí con la silla. Me acerqué y dejé que me abrazara. Me sentía tan bien en sus brazos...

– Hueles muy bien, por cierto – le dije, aspirando su aroma.

Entonces junto su nariz con la mía, buscó mis labios con los suyos, y me besó. En ese momento no quise resistirme, me tenía totalmente desarmada. Por una vez, quise disfrutar del beso, ya que era muy probable que aquella fuera la última vez que lo viera, y ambos lo sabíamos. Notaba el calor que emanaba de su cuerpo, sabía que él quería mucho más de aquel momento, seguramente lo que yo le ofrecía la noche anterior pero él no quiso culminar.

De repente se separó de mí. Su respiración era rápida y entrecortada, y estaba rojo. Se le notaba muy excitado...

– Perdona Natalia, si continuamos no sé lo que puede pasar – se disculpó.

De verdad es usted, Mr. Hiddleston?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora