Después de bastantes días fuera de casa ya he vuelto (algunos ni lo habréis notado, pero no he estado, no! Jajaja). Pero a lo que iba, ¡con mi regreso sigue la historia! Os traigo un fragmento de historia Albiana y pronto, muy pronto, el siguiente capítulo :) Espero que lo disfrutéis.
...
Volkovia perdió la guerra en la batalla de Maervium. Por aquel entonces el Nuevo Imperio de Solaris ya había logrado expulsar al enemigo de su territorio y Albia tenía en sus manos la oportunidad de sentenciar la guerra. Lo tenía todo: tenía el territorio, tenía las armas y los guerreros, pero no la bendición del Sol Invicto. La ciudad de Maervium se convirtió en el escenario de la mayor matanza de la historia del país, y no precisamente solo sangre volkoviana bañó sus tierras.
Y yo estuve allí, por supuesto.
Y aunque parezca increíble, ni servía al Nuevo Imperio, ni tampoco a Albia. Tampoco a Volkovia. En aquel entonces servía a mi propia causa, pero estaba allí. Y estaba porque tenía que matar a Rodrick Voronin. El mismo Rodrick Voronin que meses atrás me había sacado de las celdas subterráneas del palacio del Despertar de Solaris, donde Loder Hexet me había encerrado, dispuesto a ejecutarme. ¿El motivo? Bueno, la falta de confianza por su parte y mi lengua afilada habían conseguido distanciarnos hasta el punto de convertirme en una amenaza para él. Estaba demasiado cerca de Nyxia para su gusto, supongo.
Pero aunque Rodrick me hubiese liberado meses atrás y hubiese servido bajo su bandera durante cierto tiempo, el paso del tiempo nos había acabado convirtiendo en enemigos, y allí estaba yo para darle muerte. En mitad de aquel maldito campo de muertos donde los volkovianos estaban masacrando a Albia.
Donde Volkovia estaba a punto de borrar del mapa el imperio del Sol Invicto.
Maté a Rodrick. No recuerdo si fue mi gladius el que atravesó su corazón, pero para cuando quise darme cuenta el general volkoviano estaba muerto a mis pies. Su sangre bañaba la suela de mis botas... pero la guerra seguía a nuestro alrededor. Seguía después de semanas de muerte, con las tropas de Vespasian cada vez más diezmadas.
Iban a perder la guerra. Jamás imaginé que algo así pudiese llegar a suceder, pero Maervium se iba a convertir en la tumba de Albia. Vespasian había enviado a sus mejores hombres, entre los cuales estaba mi primo, mi querido Jeavoux y el propio Giordano, pero no sirvió de nada. La maquinaria volkoviana era imparable: eran fuego y sangre. Eran muerte y destrucción...
Aleksandra Vandalyen iba a devorar al Sol Invicto desde su escondite.
Y ya se alzaban las banderas volkovianas como vencedoras cuando de repente, en mitad del cielo tormentoso y sobre el barrizal de sangre y cadáveres, apareció aquella maldita nave. La nave más grande que había visto en mi maldita vida, con ella y el ejército del Nuevo Imperio dispuestos a jugarse la vida por Albia.
Nyxya De Valefort acudió al rescate de Albia cuando nadie se lo había pedido. Sus tropas aparecieron de la nada, descendieron al barro y decantaron la balanza a favor de Vespasian. Y lo hicieron sin pedir nada a cambio. Aparecieron, vencieron y volvieron a desaparecer, sin mediar palabra. Sin hacer ruido. Sin más.
Maervium marcó el final de la guerra. Volkovia aún no estaba vencida, aún tenía que caer su Voivodina, pero con la caída de sus líderes a manos de servidora y el resto de mis camaradas, y con sus tropas diezmadas, era cuestión de tiempo que aceptasen la derrota definitiva...
Y todo gracias al Nuevo Imperio. El mismo Nuevo Imperio que había iniciado la guerra y había dividido el país en dos. El mismo Nuevo Imperio que había acabado con Harkon Vandalyen tras comprender la terrible verdad que se ocultaba tras su fachada.
El mismo Nuevo Imperio por el que en otros tiempos habría dado mi vida.
El mismo Nuevo Imperio que lo cambió todo.
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Cantos de Sirena
FantasyJóvenes, solas y sin nada que perder, cuatro espías se enfrentarán a un mundo en pleno proceso de cambio en el que tan solo aquellos que no temen a la muerte pueden abrazar el éxito. En sus manos está sobrevivir y extender la gran Tela de Araña desd...