Capítulo 20 - Vekta

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Capítulo 20 – Vekta, 1.831, cielos de Aeron



—Esto es solo el principio. Hoy sois solo aprendices, pero cuando finalicéis el programa seréis pilotos dignos de formar parte de la Guardia de Honor de su graciosa Majestad, la princesa Lenore. Será un camino largo al que os enfrentaréis, lleno de retos, de lucha y de sacrificio, pero no debéis claudicar. Habéis sido elegidos por la reina Isabella y el rey Merliot para velar por la seguridad de su heredera: el destino de nuestra venerada nación está en vuestras manos, así que debéis mantener la cabeza bien alta. ¡Sois el orgullo de Lameliard! ¡Los hombres y mujeres elegidos para...!

Todos estaban encantados con los discursos del capitán Gilead. Desde que había sido asignado como líder de la Guardia de Honor de la princesa y, por lo tanto, el instructor de los trece elegidos, el piloto se estaba encargando de su formación. Y lo hacía con mucha dedicación, con largos discursos y aún más horas de entrenamiento, pero sobre todo con sinceridad. Sus palabras denotaban que creía ciegamente en el programa, y tal era su entusiasmo que había logrado contagiar al resto de los cadetes. Atrás quedaban los tiempos en los que se sentían eclipsados por el escuadrón albiano; ahora se sentían especiales, se sentían únicos, y aquellos fuertes sentimientos les hacían ser especialmente efectivos.

Y eran excepcionalmente buenos, era innegable. Aquellos jóvenes tenían un talento especial: eran capaces de surcar el cielo como si hubiesen sido dotados de alas, y con cada día que pasaba, sus miedos y limitaciones iban quedando atrás.

Claro que, ¿cómo no conseguirlo a bordo de aquellas impresionantes naves? Incluso Vekta, a la que las palabras del capitán importaban bien poco, estaba motivada. Volar a bordo de aquellos transportes ultraligeros era una experiencia increíble. Tal era la velocidad que alcanzaban que el piloto tenía que estar totalmente concentrado para lograr dominarlos. Por suerte, el sistema de navegación semiautomático les permitía cierta libertad. No era recomendable dejar a la máquina pilotar en automático en situaciones complicadas o temperaturas extremas, pero el resto de tiempo era una opción cómoda para poder viajar con cierta despreocupación, y más cuando los destinos se encontraban a tanta distancia como Umbria.

Umbria, la lejana isla de la que nadie hablaba ni a la que nadie viajaba jamás. Un destino tan apartado del mundo civilizado que aún le costaba creer que hubiese aceptado realizar aquella travesía. No obstante, el capitán Gilead lo había propuesto como una opción para superar la prueba de resistencia, y ella había asumido el reto. Al fin y al cabo, alguien tenía que hacerlo y dado que el resto de sus compañeros se habían negado, ella había decidido arriesgar. Sería un auténtico reto soportar las casi treinta y ocho horas que duraba el vuelo sin realizar apenas ninguna pausa...

—¡Estás loca, Mina! —había exclamado Margot a su lado al verla levantar la mano para ofrecerse candidata—. ¡Vas a viajar al otro extremo de Gea! ¿Qué pasará si tienes algún problema durante el vuelo? ¡Estás a miles de kilómetros de distancia de nosotros!

Margot tenía razón, aquel era un viaje en el que en caso de tener algún problema se vería totalmente sola, pero eso no era un problema para Vekta. La arpía estaba tan acostumbrada a la soledad y a arreglar por sí misma sus propios problemas que el hacerlo en la otra punta del planeta no era algo que le preocupase. Al contrario, después de tantos meses en la Academia agradecía poder disfrutar de un poco de intimidad. Compartir el día a día con los cadetes estaba siendo una experiencia diferente, y aunque por el momento no había llegado a sentirse del todo cómoda en su compañía, mentiría si dijese que no apreciaba a algunos. Margot, Jeronimus y Agatta habían logrado despertar sentimientos parecidos a la amistad en ella, pero la que realmente marcaba la diferencia era la joven Sumer. Alexia Sumer era una de las pocas personas por las que estaba dispuesta a regresar a la Academia y no darse a la fuga con aquella magnífica nave. Y era precisamente por aquel sentimiento que había despertado en ella por lo que había lamentado enormemente no haber podido despedirse de ella antes de partir. Al parecer había regresado a Albia la noche anterior, aunque nadie conocía el motivo. ¿Quizás algún problema familiar, quizás? Vekta no quería entrometerse, pero sentía curiosidad. Tanta curiosidad que incluso había tenido la tentación de llamar a Morgana y preguntar. Pero finalmente no lo había hecho, Vekta sabía dónde estaba su lugar y no quería sobrepasarse. Además, ahora necesitaba concentración para poder completar el reto que le habían propuesto con éxito.

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