Capítulo 25 – Nessa, 1.831, Throndall
—Mi auténtico nombre es Aairis Norwen y soy de Hécate, cosa que ya sabéis todas —empezó Nessa, con la mirada fija en las llamas doradas de la hoguera alrededor de la cual se habían sentado las cuatro arpías—. Aunque hubiese querido disimularlo, mis ojos me delatan.
No muy lejos de allí, maniatado y encerrado en el interior del pequeño cobertizo que habían localizado en las orillas del río, Thurim permanecía en completo silencio, escuchando lo poco que alcanzaba a oír de la conversación. Las arpías habían sido agradables con él, no le habían matado ni maltratado, pero lo habían convertido en su prisionero.
—Vivía en la ciudad de Ultra con mis padres, mi hermana mayor, Deeiris, y mi tío Deima. Éramos una familia normal dentro de lo que cabe, al menos en la sociedad hecatiense. Mis padres estaban bien posicionados dentro del gobierno de los Daeryn. De hecho, eran fieles seguidores del rey Emrys Daeryn, una lealtad que los condenó. Murieron durante la guerra civil, en el Eclipse. Quisieron enfrentarse al golpe de estado y los militares se los llevaron por delante. En aquel entonces yo tenía siete años y Deeiris diez: éramos aún muy pequeñas, por lo que mi tío se hizo cargo de nosotras. Deima era el hermano pequeño de mi madre, un hombre extraño y solitario por el que sentía un gran respeto, aunque no demasiado aprecio. Era de trato realmente complicado. Cuando llegó la noticia de la muerte de mis padres y mi hermana y yo supimos que tendríamos que quedarnos con él tuvimos la tentación de escapar, de ir hasta la capital en busca de nuestras tías paternas, pero nos dio miedo.
—Erais niñas, es lógico —exclamó Lira, comprensiva.
—Sí, éramos niñas, pero deberíamos haberlo hecho. —Nessa dejó escapar un profundo suspiro cargado de pesar—. Dejamos Ultra para viajar hasta Luzgo, el pueblo natal de mi familia materna. En aquel entonces ya no quedaban más miembros con vida, por lo que cuando llegamos a la casa familiar, un caserón antiguo situado en las afueras del pueblo, en mitad del bosque, nos vimos solas. Solas en un edificio frío y enorme, abandonado, y con nuestro tío. —Negó con la cabeza—. No podía salir bien.
Las llamas de la hoguera refulgieron en mitad de la noche, iluminando momentáneamente el rostro de Nessa. La hecatiana había recuperado su tono de piel habitual, pero aún tenía las sombras de las marcas rúnicas que horas atrás habían cubierto toda su anatomía. Marcas llenas de poder que incluso entonces, en mitad de la fría noche de Throndall, mantenían su cuerpo a una alta temperatura, muy superior a la que podría soportar cualquier mortal.
—Deima siempre había vivido a la sombra de mi madre. Imagino que ya lo sabéis, pero la de Hécate es una sociedad totalmente matriarcal en la que los círculos de brujas tienen un gran poder. Son su motor... o al menos lo eran en tiempos de los Daeryn. Ahora han cambiado mucho las cosas, y más con la independencia de la región de Angherad. —Nessa se encogió de hombros—. Sea como sea, lo importante es que en ese entonces Deima vivía totalmente a la sombra de mi madre. Yarin, mi madre, era una bruja con grandes capacidades, una auténtica erudita con un círculo muy numeroso de acólitas. Mi tío, sin embargo, no tenía nada. Vivía de mi familia, y aunque en aquel entonces no lo sabía, nos odiaba. Odiaba a mi madre por haberle arrebatado la posibilidad de brillar por sí mismo, como siempre decía, y nos odiaba a mi hermana y a mí por haber heredado su talento.
—¿Tu hermana también era una bruja? —quiso saber Morgana.
Algo más recuperada de los efectos narcóticos con los que había permanecido aturdida durante las últimas horas, Morgana escuchaba con fascinación a Nessa. Estaba tan profundamente agradecida por el rescate que ni tan siquiera se planteaba la forma en la que lo habían conseguido. Sencillamente la habían sacado con vida y eso era lo que importaba.
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Cantos de Sirena
FantasiaJóvenes, solas y sin nada que perder, cuatro espías se enfrentarán a un mundo en pleno proceso de cambio en el que tan solo aquellos que no temen a la muerte pueden abrazar el éxito. En sus manos está sobrevivir y extender la gran Tela de Araña desd...