Capítulo 5 – Morgana, 1.831, Hésperos, Albia
—Y pensar que este parecía el más listo...
—Y probablemente lo sea.
—Hombre, no te ofendas, Lansel, yo sé que le tenías aprecio y tal, pero alguien mínimamente listo no tiene a Diana Valens como mano derecha. ¡Es de locos! Esa mujer es una bomba de relojería, en cualquier momento se vuelve a cambiar de bando, y... y...
—Cállate.
—Sí, señor.
Trabajar con pretores recién salidos del Castra Praetoria nunca había sido fácil. A lo largo de su carrera, Lansel Jeavoux había conocido a decenas de nuevos reclutas ansiosos por demostrar su valía que con el paso del tiempo habían logrado apaciguar sus ansias. Los primeros meses eran muy intensos, pero acababan tranquilizándose. La nueva generación, sin embargo, era diferente. Los tiempos de paz en los que vivían les estaba ablandando, les estaba llenando la cabeza de falsas ideas de lo que realmente era un pretor, y eso era algo que preocupaba a Jeavoux. Y no porque no les considerase capacitados: contaban con magníficos instructores como él que les enseñaban cuanto podían. No obstante, la falta de práctica real en el frente, ya fuese en la Guerra del Eclipse o en Throndall, impedía que pudiesen ponerse a prueba. Aquellos jóvenes guerreros aún no sabían lo que implicaba llevar el fragmento de Magna Lux en el pecho, y Corvus Nexx era un claro ejemplo de ello.
Pero experimentado o no, Corvus había sido seleccionado para formar parte de la unidad mixta que lideraba el centurión Jeavoux, y como tal Lansel contaba con él para llevar a cabo todas las misiones, y más cuando eran puramente diplomáticas. El objetivo de la Casa de las Tormentas era la intermediación con el resto de los países y embajadas, así que, ¿quién mejor que él para gestionar la crisis con la nederiana?
El único problema era que el ministro Kortes había exigido que Lansel también participase como centurión de la Unidad, y era un auténtico fastidio. Con todo el trabajo acumulado que tenía, le molestaba enormemente tener que perder el tiempo en nimiedades como aquella.
—¿Ya la han avisado?
—Eso parece.
—¿Tú la conoces personalmente, Lansel?
Aparcaron el coche en la entrada del recinto universitario, donde los estudiantes dejaban sus propios vehículos motorizados. Aquella mañana llovía con fuerza, aunque no afectaba en exceso a los universitarios. Si bien no había demasiada gente en la avenida universitaria, al menos no tanta como solía haber los días de luz, al otro lado del muro la escena era totalmente diferente. Lejos de frenarles, la lluvia parecía haber sacado a los estudiantes de las aulas, cubriendo de paraguas y chubasqueros los amplios jardines que rodeaban las facultades.
—¿Lansel? —insistió Corvus ante el silencio de su centurión—. La conoces, ¿verdad?
El pretor asintió sin demasiado interés, con la mirada fija en el gran edificio de piedra blanca donde se encontraba su objetivo. Era de nueva construcción, con muros algo más finos de lo habitual y cuatro plantas de altura, pero inspiraba el mismo sentimiento a Lansel que el resto de los edificios: aburrimiento. Mucho aburrimiento.
—Apenas —admitió—, pero Cyana dice que es un poco bocazas, así que os llevaréis bien.
—¡Eh!
—Di lo contrario si te atreves.
Morgana ya les estaba esperando en el despacho del director cuando los pretores llegaron a la facultad de medicina con el objetivo de reunirse con ellos. La arpía había sido advertida de la importancia de que acudiese al despacho hacía una hora, pero por el momento no había recibido ninguna otra explicación salvo que debía esperar.
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Cantos de Sirena
FantasiJóvenes, solas y sin nada que perder, cuatro espías se enfrentarán a un mundo en pleno proceso de cambio en el que tan solo aquellos que no temen a la muerte pueden abrazar el éxito. En sus manos está sobrevivir y extender la gran Tela de Araña desd...