Capítulo 1 - Morgana

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Capítulo 1 – Morgana, 1.831, Hésperos, Albia



11 años después del fin de la gran guerra.



Tu mayor defecto se convertirá en tu mayor virtud. Eres inteligente y hay malicia en ti: junto con esa cara, lo tienes todo para convertirte en la espía perfecta, Morgana. Tan solo tienes que aprender a sacar partido a tus capacidades.



Las frondosas ramas de los árboles impedían que la luz plateada de la luna alcanzase las profundidades del jardín. Su corazón estaba totalmente sumido en las tinieblas, con sus grandes tapices de flores rojizas cubiertos por un velo de sombras que apenas permitía a los escasos visitantes deleitarse de su belleza. Lo que la oscuridad no podía ocultar, sin embargo, era el embriagador perfume que cubría todo el jardín. Tal era su pureza y magnetismo que lograba que aquel que lo percibiese olvidase donde estaba. Aquellos olores no podían pertenecer a la mayor ciudad del Imperio, pero así era. El Jardín de las Almas se encontraba en el corazón de Hésperos, a tan solo dos mil metros del Palacio Real.

Y Morgana estaba allí.

Cada noche los vigilantes del Jardín de las Almas se aseguraban de lo que los visitantes abandonasen el perímetro a las diez para poder cerrar las grandes verjas negras que lo cercaban. Años atrás, sus puertas habían estado abierto las veinticuatro horas del día para todo aquel que quisiera visitar su impresionante interior. Con el inicio de la guerra, el toque de queda había marcado el inicio de un nuevo horario que, más de una década después de su fin, aún seguía activo, impidiendo que nadie pudiese acceder a su interior durante el horario nocturno.

O casi nadie.

Morgana se encontraba en su interior, y no era la única. Ella no era consciente, pero mientras que la joven umbriana recogía plantas medicinales cuya floración se daba únicamente bajo la luz de la luna, otras tantas personas se encontraban en el interior del jardín, marcando con sus actos lo que sería el antes y el después de sus vidas. Un grupo de policías liderados por una pretor, un encapuchado y un niño.

Un niño que tras pasar varias horas amordazado aprovechó la última oportunidad que le quedaba para gritar con todas sus fuerzas un segundo antes de que la silla a la que estaba atado se precipitase al interior del lago. Una vez en el agua, su voz quedó silenciada por el burbujeo del aire al escaparse de sus pulmones.

—Hasta nunca, pequeño. —Se despidió el encapuchado desde la orilla, con un asomo de sonrisa en los labios—. Pronto enviaré a tu padre contigo, no te preocupes...

Aguardó unos segundos a que la oscuridad del lago engullese al niño y la silla para alejarse de la orilla. Una vez completada su misión, recogió la mochila del suelo, se la cargó a las espaldas y se dispuso a abandonar el lugar. No obstante, no pudo. Al volver la vista hacia el camino de piedra descubrió que Morgana acababa de surgir de entre los árboles, alertada por el grito.

El encapuchado y ella se miraron por un instante, sorprendidos ante la presencia del otro, y empezaron a correr. Él hacia el interior del jardín, ella hacia el lago. Se cruzaron sin mediar palabra, sin tan siquiera mirarse, y ella se lanzó al agua de cabeza, siguiendo la estela de burbujas de aire que liberaba la víctima.

El golpe de agua fría la dejó algo aturdida, pero la visión del cuerpo del niño hundiéndose más y más hacia el fondo del lago impidió que perdiese de vista su objetivo. Buceó con todas sus fuerzas, olvidando que llevaba consigo a las espaldas el cesto repleto de brotes y plantas, hasta alcanzarlo. Aún tenía los ojos abiertos cuando lo encontró. Lo cogió del brazo, ignorando el pánico de su mirada, y tiró de él hacia la superficie. Sin embargo, no pudo moverlo. El peso de la silla era demasiado para ella. Morgana volvió a intentarlo con todas sus fuerzas, hasta vaciar los pulmones de aire, y viéndose incapaz de sacarle volvió a la superficie en busca de oxígeno.

Cantos de SirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora