Capítulo 32 - Vekta

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Hay niños que nos traen de cabeza... niños que te caen bien, otros que no soportas y otros que sencillamente te hacen sonreír cada vez que aparecen. En el caso de Alexia, no sé cuál será vuestro punto de vista, pero a mi modo de ver hay momentos para todo. A veces la quieres, a veces la odias... a veces la intentarías proteger aunque no se dejase, y otras sencillamente la dejarías escapar, a ver si con suerte se calla. Ella es una mezcla de absolutamente todo... pero también es una Sumer, y como tal hay que quererla un poco. Al menos, yo la quería incluso antes de que naciera :)



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Capítulo 32 – Vekta, 1.831, Eolia, Lameliard



—Confiesa, Faede, no tiene ningún sentido seguir con esta farsa.

—¿Confesar? ¿¡Pero qué voy a confesar!? ¡Yo no he hecho nada, lo juro! ¡Solo intenté ayudar a esa chica!

—Eso no es cierto, y lo sabes. Intentaste acabar con su vida. ¿Por qué lo has hecho? ¿Quién te ha contratado? Di la verdad, será lo mejor para ti.

—¡¡Pero que yo no he hecho nada!! ¿¡Estamos locos o qué!? ¡¡Pregunte a Alexia Sumer!! ¡¡Ella estaba conmigo!! ¡¡Ella lo vio todo!! ¡¡Yo no le puse un dedo encima a esa cría!! ¡¡Yo...!!

—Alexia Sumer la ha acusado de intento de asesinato.

—¿¡Cómo!?

La luz de la pequeña celda en la que Mina llevaba encerrada cuarenta y ocho horas se apagó bruscamente cuando la pretor Selena Grin le confirmó que había sido acusada de los asesinatos de los albianos. Vekta había supuesto que las cosas no iban demasiado bien al despertar tirada dentro de la celda con las heridas vendadas y un intenso dolor de cabeza como único compañero, pero aquella acusación era atroz. Además de injusta y falsa, era tremendamente dolorosa: una auténtica traición frente a la que no sabía ni cómo reaccionar.

Se dejó caer sobre el respaldo de la silla, totalmente en shock al escuchar sus palabras, y negó con la cabeza. Si había algo de lo que estaba segura era de que ella no había acabado con la vida de ninguno de los albianos, ni mucho menos había intentado asesinar a Liana Deschain. Lo único que había tratado de hacer era salvarla, y muestra de ella eran las heridas que el asesino le había infringido.

El auténtico asesino...

—Alexia no ha podido decir eso... —murmuró, con la mirada aún fija en los fríos ojos azules de la pretor—. No me lo creo.

—Créete lo que consideres oportuno, Faede, pero es cierto —replicó Selena con dureza—. Confesó hace tan solo unas horas. En cuanto ratifique su declaración pediré tu traslado de inmediato a Albia, donde serás juzgada y probablemente ejecutada por estos crímenes. —La pretor se puso en pie y la miró con desprecio desde sus casi dos metros de altura—. Matar niños inocentes es uno de los delitos más crueles que existen. Puedo entender un crimen pasional, incluso que lo hicieras en un arranque de celos, ¿pero esto? ¿Cazarlos como a ratas? —Negó con la cabeza—. Se nota de dónde eres, Faede: eres una salvaje.

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