James Potter y el mapa del merodeador

Pasadizos secretos y la sala de los menesteres

-Esta noche saldremos de nuevo, Peeves se ofreció a ayudarnos nuevamente a cambio de que tiremos bombas fétidas a Fabián Prewett... y sí que lo hare con gusto. Ese maldito idiota arruino mi cita con Sophie.

 -Vamos Sirius, ni siquiera te gusta ella, ¿para qué te molestas?

-Y a ti James no te gusta Bane, y es la quinta chica que besas desde principios de este año- El mencionado frunció el entrecejo. Pero era cierto, el azabache y su amigo tenían fama de mujeriegos. Todas se volvían locas frente a ellos… Menos Lily, claro.

 -Bueno si, pero no hablábamos de eso... Salgamos después de media noche, me juntare con Evans a las ocho para nuestra clase de Pociones y no sé hasta qué hora quedaremos.

 -Bien, me cuentas si te la besas- dijo Black para volverse a la Sala Común.

Camino hasta el séptimo piso donde seguramente ella estaría esperándolo. La chica le había propuesto juntarse para la clase de tutoría pendiente de pociones, un mes después de aquella vez que James la había escuchado pelear con Severus (pero la pelirroja no sabía que la habían espiado, y él tampoco pensaba decírselo). No se reunieron antes por los entrenamientos de Quidditch, por los estudios de exámenes o TIMOS, o por las constantes citas que tenía James con distintas chicas, o las que tenía Lily con su nuevo novio.

Ella estaba apoyada contra una columna con un vestido verde que combinaban con sus hermosos ojos cuando el llego. En sus brazos llevaba un caldero de peltre.

-¡Vaya Evans! Luces radiante, cada día más hermosa.

-Dime Potter...- le dijo la pelirroja ignorando sus cumplidos- ¿Piensas hacer pociones aquí en el pasillo?

 Cornamenta rio.

 -Que prefecta más ingenua- Negó con la cabeza triunfante mientras caminaba hasta donde se unían los corredores perpendiculares a tres metros de ellos para cerrar sus ojos almendrados frente a la pared izquierda.

 De repente, una puerta se materializo delante del muchacho y Lily no pudo evitar ocultar su cara de sorpresa.

-Cierra la boca, linda. Para tus ojos... la sala de los menesteres- James estiro sus brazos en señal de una persona quien espera un aplauso, para después hacer una reverencia e invitar pasar a Lily.

El cuarto era realmente espacioso, aunque solo contenía una vieja mesa en el centro y unos grandes estantes en su pared derecha llenos de ingredientes.

 -¿Cómo es que sabias de esto Potter? Pocas personas en Hogwarts lo conocen, es una leyenda. Dudo de que el mismísimo Filch sepa de su existencia.

 -Querida, estás hablando con un Merodeador, ¿O te olvidas de eso, Evans?

 La clase no duro más de una hora. Lily no planeaba hablar mucho con él, dado que no le complacía y le parecía totalmente irritante. Pero por momentos, el azabache le tiraba algunos de sus sarcásticos cumplidos que hacían que la prefecta se molestara aún más.

Encontró a Canuto acostado en el sillón frente a la chimenea durmiendo plácidamente. Mientras Lily subía a la habitación que compartía con su amiga Susan, Cornamenta despertó con un aguamenti a su amigo.

 Luego de los constantes quejidos de Black que despertaron a más de la mitad del alumnado de Gryffindor, escaparon por el Retrato de la Dama Gorda con unos pergaminos y algunas lapiceras para tomar notas.

Dos días atrás, los merodeadores se habían propuesto encontrar todos y cada uno de los pasadizos secretos que se hallaran en Hogwarts. De esa forma, podrían asegurarse de cada uno de los escondites habidos para escapar de Filch y los profesores cada vez que se metieran en problemas.

 Esa, sin duda, había sido la mejor noche. No hubo ni rastros de Filch y encontraron un nuevo pasaje detrás de la estatua de la Vieja Tuerta.

Volvieron al día siguiente, para descubrir que aquel pasadizo lleva a los depósitos de Honey Dukes...