Vacaciones

3.8K 185 53
                                    

-Dime que no te enamoraste nuevamente de Evans y tendrás un hijo llamado Edward.

 -No, se llamara Harry.

Sirius se paró en seco. Había empezado bromeando, pero al parecer James le hablaba en serio. Miro como su mejor amigo se alejaba caminando y se acercó corriendo hasta el para pedir detalles, después de recuperarse de su asombro. James llevaba una expresión triunfante.

-Dime que  esto es un programa muggle y McGonagall está filmando para reírse de mí en venganza.

-Claro, y Dumbledore se vestirá de rojo para entregarnos regalos.

-He dicho que no me gusta que te rías de mí. Era un niño ingenuo e indefenso con la esperanza de que Santa existiera, comparándolo inocentemente con mi director.

-Fue el año pasado Sirius, no eras un niño indefenso, eres idiota y ya.

 -Ya, no me insultes y cuéntame que paso con Lily.

James suspiro y le conto desde principio a fin. Desde aquel día en Hogsmade, hasta hace unos minutos cuando Canuto los vio salir riendo animadamente del Bosque Prohibido.

-¡¿Me lo guardaste por tanto tiempo?! Yo pensé que te habías olvidado completamente de ella, que habías conocido a otra chica y que por eso habías vuelto a ser el James-antes-del-rechazo-Potter.

-Lo oculte porque tú me regañarías. Nunca podría olvidarme de Lily, lo sabes. -A medida que hablaba iba enumerando las explicaciones a lo que su amigo había opinado- ¿Me has visto con alguna otra chica en este tiempo, Sirius?

 -Emm... No comprometidamente, pero si pensé en Mary MacDonald.

-¡Oh! ¡Vamos! ¡¿Que no puedo tener una simple amiga?!

-¿Tu? No.

James lo fulmino con la mirada y siguieron con su paso hasta la Sala Común, donde encontraron a sus amigos y Sirius conto desesperado lo que había visto, a lo que Remus y Peter pidieron explicaciones, y el azabache tuvo que volver a repetir la historia.

Después de constantes felicitaciones y la vista de semblantes sorprendidos en sus amigos, James se acostó a dormir pensando en su pelirroja.

Por la mañana, el jardín y los campos estaban repletos de nieve. Apenas despertaron, los merodeadores se sentaron frente a la chimenea, maldiciendo que no podrían llevar a cabo su nueva travesura.

En pocos días volverían a sus casas para las vacaciones de invierno y Navidad. James volvería a su casa con Sirius (quien vivía con la familia Potter desde sus dieciséis años), aunque este último se quedaría las primeras semanas, porque las siguiente estaría visitando a su tío Alphard (el único con quien congeniaba la familia y le había heredado grandes cantidades de oro). Peter había evitado mencionar que haría en estos meses, mientras que Remus había aceptado en ir a visitarlos algunos de los días lejos de luna llena.

James aprovecho la nieve y que sus amigos hubieran decidido no hacer nada, para contarle a su nueva amiga lo que había ocurrido con Lily.

Llamaría a Mary para escuchar sus consejos. Agradecía lo que sus amigos le decían, pero necesitaba de una vista femenina y con quien poder expresar lo cursi que se sentía al lado de su pelirroja.

Luego de repetir por tercera vez en dos días la larga historia, espero el comentario de su amiga.

 -Yo pensé que te odiaba.

-¡Vaya! ¡Que sincera eres MacDonald!

-¿Que más querías?

James rio e insistió en consejos. Por lo que Mary le hablo sobre lugares románticos, cumplidos poco cursis y que se demuestre lo más sincero posible que pudiera. El muchacho le agradeció y le prometió que le escribiría en vacaciones.

Mary lo vio alejarse revolviendo su pelo negro azabache. De pronto, recordó sus ojos chocolate, su sonrisa de una hilera de dientes perfectos, su humor, su simpatía, su inteligencia, su perfecto rostro, su cuerpo largo con sus musculosos brazos. Y le dio unas enormes ganas de verlo en los vestuarios, como Lily lo había visto: con el torso desnudo. Pensó que podría estar perfectamente tallado a mano.

 <Contrólate Mary, está perdido por Lily y ella es tu amiga> se dijo la chica de mechas violetas, tratando de olvidar aquellos pensamientos que habían inundado su mente.





Paso una semana luego de la charla con los merodeadores y Mary. Los alumnos bajaban del tren con sus equipajes, saludaban a sus familias en el andén 9 ¾  y llevaban su alegría a sus casas, para pasar navidades durante un mes de vacaciones de invierno y luego volver a Hogwarts.

James vio como Lily se reunía con sus padres y le sonrió, pero no se percató de que tenía la mirada de ambos señores Evans sobre él. Se separó de sus amigos y fue con Sirius a un callejón oscuro para poder aparecerse en su casa sin la vista de muggles.

El pino de navidad ya estaba en el comedor, Charlus estaba en la biblioteca cuando su hijo y su mejor amigo aparecieron de repente.

La casa estaba igual de siempre, lo único que faltaba era la presencia de ese aroma que James tanto añoraba: ese perfume a rosas que esparcía su madre con cada paso que daba por la mansión. Se acomodó en su habitación y hojeo el álbum familiar de fotos.

Había una imagen (su favorita) en la que él y sus padres armaban un muñeco de nieve y podía ver como la foto se movía en sus risas y como su mamá deslumbraba con su cabello rojo y con sus ojos miel como los de Cornamenta. Su padre lucia más joven y feliz de lo que se lo veía actualmente y era idéntico a James, a excepción de sus ojos azules encerrado en unas mismas gafas redondas.

El muchacho se acordó en lo que su padre le había contado un día sobre “La maldición Potter”. Y no pudo evitar sonreír.

Llego la cena y la elfa domestica Pinky sirvió la comida. Sirius, al parecer, estaba demasiado hiperactivo. No había dejado de gritar y hablar desde que llego. Antes de que James pudiera darse cuenta, Canuto ya le había contado todo lo de Lily a Charlus, quien se veía emocionado y orgulloso de su hijo.

-Yo lo único que espero es no desmayarme cuando los vea abrazados, dudo que me acostumbre a encontrarlos sin pelear.

-Cállate Canuto –le espeto James- Solo hablas de mi porque no quieres que le cuente a papá que tienes una relación con una serpiente.

-Eso nunca paso –negó Sirius cruzándose de brazos resignándose a volver a hablar. Padre e hijo se dedicaron una mirada cómplice.

-Mañana iremos a visitar a Dorea y podrás contarle sobre tu novia.

-¡Que no es mi novia papá! Solo somos amigos.

Canuto soltó una risa apenas audible y subió a su dormitorio dispuesto a dormir, seguido por James.

El lugar parecía triste y enfermizo, el ambiente no era agradable y por lo lejos (como por un extenso túnel) se llegaban a oír sollozos, sonoros carraspeos y gente murmurando cosas incoherentes. Por más que tenía sus sentidos agudizados no podía ver con claridad, como si no tuviera sus lentes. Pero al palpar su cara, allí estaban.

De pronto, el ambiente se transformó repentinamente: escucho gritos, inseguridad y un par de hechizos. Y pronto todo dejo de ser blanco: después de escuchar gritar a una persona de voz grave el lugar se ilumino de un destello verde que termino con su sueño.

James Potter y el mapa del merodeadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora