La maldicion Potter

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James y Lily se encontraban distantes. Hablaban, reían pero no podía decirse que eran los mismos que habían sido en las vacaciones. A decir verdad, el muchacho se resistía a los impulsos de besarla cada vez que la veía, porque temía hacerlo y que ella se enojara. Pensó que tal vez Lily no quería que todo Hogwarts se enterara. Por otro lado, ella deseaba que James se acercara y la besara, pero entendió que tal vez, él tenía miedo de verse como un idiota frente a todo el colegio entregándose a la chica que lo rechazo, o que James Potter estaba pensando en nuevas conquistas,

¡Pero que equivocados que estaban ambos!

El día había sido soleado, perfecto para una hermosa practica de Quidditch, pero de repente comenzó a llover torrencialmente. Todos los jugadores corrieron a los vestuarios a cambiarse. Esta vez, James fue el más rápido, dejando atrás a su amigo Sirius, y voló al castillo en la escoba, con una capa impermeable y un paraguas. Entonces diviso una cabellera pelirroja.

Llevaba sus libros fuertemente abrazados contra su cuerpo, para tratar de evitar que se mojaran. Pero la lluvia era cada vez más potente y las hojas de sus lecturas se empaparon por completo. Madame Pince la mataría.

Caminaba muy ágil por el sendero al castillo, con la vista fija en el piso, tratando de no tropezar. Estaba tan ensimismada que no noto que la lluvia continuaba mojando todo a su alrededor y no sobre ella ¿Cómo podía ser eso posible?

Levanto a su cabeza y vio a un James de mirada divertida que la protegía con su paraguas. Frenó frente a ella para indicarle que subiera a su escoba con él.

Lily se abrazó a la cintura del muchacho, al mismo tiempo que procuraba que sus libros no resbalaran. Iban protegidos bajo el artefacto muggle cuando se escucharon fuertes y potentes truenos que erizaron la piel de James.

-¡Vaya, vaya! ¿El famoso James Potter le tiene miedo a las tormentas?

Corrieron hasta la sala Común a secarse, estaban rezando a Merlín porque Filch no descubra que las huellas de agua por todo Hogwarts eran de ellos. La pelirroja sacudió su pelo con una toalla y James hizo lo mismo, dejándoselo aún más despeinado.

-¿Qué harás con esos libros? Madame Pince te matara.

-Lo sé, ¿Me acompañarías a la biblioteca a devolvérselos? Tratare de explicarle todo lo ocurrido sin que se vuelva loca y también tengo que terminar el trabajo de Herbología.

James asintió levemente y salió por el retrato de la Dama Gorda seguido de Lily en camino a la biblioteca. No era demasiado tarde, pero si no se apuraban en terminar todo lo que tenían que hacer a la vuelta Filch los atraparía y ahí sí que se meterían en graves problemas.

Por suerte, Madame Pince le tiene un cariño particular a Lily. La conoce de hace siete largos años y desde aquel primer día de clases de 1871 ve esa cabellera pelirroja revoloteando entre los estantes. La bibliotecaria es consciente de que la muchacha sería incapaz de hacer algo como arruinar un libro, por lo que la perdono en seguida, aunque no le agrado mucho ver a James allí también. Ese chico era tan revoltoso que era capaz de mojar toda la biblioteca en menos de un segundo.

James Potter y el mapa del merodeadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora