55. Mi historia entre tus dedos

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Narra Carlos

Observé ensimismado cómo mi bebé cogía entre sus manos uno de mis dedos, examinándolo.

-¿No tienes más sueño?- pregunté, a sabiendas de que no iba a responder- Sé que probablemente tus primeras horas de vida no han sido muy emocionantes, pero estoy intentando acostumbrarme a esto.

Hizo un sonido apenas audible, y me creí morir de ternura en aquel momento.

Sonreí como un bobo mirándola, era simplemente preciosa. No había visto nada igual nunca.

No sabría decir si se parecía a Julia o a mí, era muy pequeña aún para saberlo. Pero sí podía asegurar que era la cosa más bonita que había tenido jamás.

Mis brazos ya parecían acostumbrados a su pequeño peso, como si esa hubiese sido su función siempre, y ella encajaba entre estos a la perfección.

Oí un murmullo a mi lado, y levanté la cabeza rápidamente, sin poder creer lo que estaba pasando.

Me levanté de golpe, lo cual hizo que Paula llorase, pero segundos después se calmó.

-Juls, cariño, ¿cómo estás?

-Me duele todo.- murmuró, entornando los ojos, probablemente para acostumbrarse a la luz, ya que se acababa de despertar.

-Te daría un abrazo, pero...

-Dámela, quiero verla.- suplicó, interrumpiéndome.

Coloqué a nuestra hija entre sus brazos, ella acarició con suavidad una de sus mejillas, mirándola con ojos vidriosos.

Me hizo un hueco para que me sentase a su lado en la cama y dejé un beso sobre su frente, ella subió la cabeza para unir nuestros labios de forma fugaz, antes de devolver la vista al bebé que descansaba encima suyo.

-Es tan bonita...- dijo, sonriendo- Pensé que nunca la vería.

Una lágrima cayó por su mejilla, y yo me encargué de apartarla.

La pequeña abrió los ojos de nuevo, y Julia amplió su sonrisa más si era posible.

-Hola.- susurró- Soy tu mamá.

Si verlas por separado eran dos de las mejores cosas que me había dado la vida, verlas juntas era algo que no podía explicar, ni siquiera asimilar.

Me costaba procesar el hecho de que tenía todo lo que necesitaba, todo aquello que más quería, junto a mí en aquel momento.

La pequeña estornudó, y Julia rió suavemente, arrugando la nariz al igual que había hecho Paula apenas dos segundos antes.

Sonreí al darme cuenta de aquello, y pensé en todas las cosas que iba a descubrir durante los siguientes años de mi vida, sintiéndome más feliz que nunca por ello.

Unos toques desde fuera me llevaron de vuelta a la realidad. Me levanté para abrirles la puerta a mis hermanas, que cargaban con un osito de peluche y unas flores en sus manos.

-Hola.- dijeron ambas, al unísono.

-Pero qué ricurita más linda.- Marilia entró la primera, dejando en una pequeña mesa el peluche, y sentándose en el sillón que había ahí mismo.

-Me han dicho que esto lo tengo que dejar fuera, pero quería que las viéseis aunque sea un segundo, que me han costado más de lo que pensaba.- dijo María, enseñándonos las flores, antes de salir un momento a dejarlas en la puerta, y volver a entrar- Bueno, ¿puedo coger a mi ahijada?

-Sí, pero con cuidado.- dijo Julia, y se quedó mirándola unos segundos antes de, finalmente, entregársela a María.

Se llevó una mano a la boca, mordiéndose una uña, y yo le paré.

Hasta Perderlo Todo -julright-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora