CAPÍTULO 2*
Por fortuna, estoy llegando.
A tan solo una manzana del local, exploro los nuevos grafitos que colorean esta parte de Los Ángeles.
Un artista está montado sobre una tarima cuando ilustra con habilidad el rostro de una joven mujer, rodeada y prácticamente cubierta por amarillos girasoles.
Descubro lo entusiasmado que está, además lo escucho cantar, así tengo en cuenta la música que llega hasta aquí.
A escasa distancia, (casi en las puertas de Angelo), hay una voz acompañada por un sonido metálico, un ritmo que parece ser electrónico.
No logro ver con claridad, entonces comienzo a andar, en lo que la vibración en mi bolsillo me avisa de un mensaje en el móvil.
Mely: No te lo imaginas. Cande, ¡esto es de lujo!
Me distraigo por un segundo, ¡carajo, la hora...!
Conforme avanzo intento no chocar con las personas que quedan en el paso.
—Con su permiso..., disculpen.
Pido, en cuanto la música la oigo con más fuerza, sin embargo, estoy preocupada por llegar a tiempo a la librería.
El grupo termina y la gente aplaude eufórica, tomando fotografías.
Algunos chocan conmigo al pretender acercarse, lanzando sus monedas a aquellos músicos.
Evito largar algún insulto.
—Damas y caballeros, la siguiente canción será hecha de parte del Llanero Solitario, aunque no tan solo. ¿Verdad Cástor?
Me hago un pequeño espacio entre los turistas, a casi nada de alcanzar las puertas; ya consto de treinta minutos tarde.
«Genial.»
Rezongo, pero un acento español me detiene, este traduce el nombre de la canción que interpretarán.
Entonces sujeto débilmente el pomo de la entrada hacia el interior de Angelo.
Miro sobre el hombro, luego otra vez a tres pasos de los concertistas. A pesar de las obligaciones, la indiscreción me gana.
Ellos son el centro del gran grupo de expectantes que le hacemos compañía, algunos silban en ovación.
La vocecilla viene de una chica de no más de dieciséis años, menuda y alta para su edad, acarrea una pequeña arpa en una de sus manos.
Se ve animada, cuando mece su cabellera rubio ceniza al tanto que pasa un sombrero alrededor del círculo.
El segundo, es un joven más maduro, quizás de mi edad.
Lo observo con curiosidad, debido a que su rostro no se distingue al vestir una sudadera y capucha puestas, además de la pañoleta cubriendo nariz y labios.
Comienza a tocar las primeras notas de su guitarra, muy potente.
A su diestra, hay otro chico de cabello corto y de un impactante color de ojos, muy parecidos a los de la cría.
—Este es el fin del acto, por hoy. Si lo desean, en tres días estaremos en Santa Mónica. Restaurante Madame Só. ¡Hasta luego y gracias!
El vocero se encorva en un saludo formal con la mano en su pecho, seguido señala a la jovencita.
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QUASAR (Versión español) Parte 1
Novela JuvenilARGUMENTO En un vuelco tu espacio personal que tanto aprecias, cuál se está "seguro", suele condicionar. A veces, hasta puede volverte ciego e incluso escéptico. Como a Candela Long, que ve la ciencia tan legítima sin encontrarse hechos casuales en...