Capítulo 14
Me dejo caer de espaldas sobre la húmeda hierba, abrumada por el transcurso malogrado e inexpresiva. Limpio mi rostro y, al mismo tiempo, veo pasar las imágenes de estos días como diapositivas dispersas en mi cabeza. Estoy obsesionada con encontrar respuestas a los planes mal construidos. Grito furiosa y sorbo la nariz. Pero no es momento para ello.
—¡Alioth, regresa, si deseas vivir! —exclamo.
Por un momento, siento que el sonido de la noche eriza mi piel y me ahoga, aun sin respirar con normalidad, agitada por esperar un regreso del espectro. Mis oídos están obstruidos por la presión de la sangre, y solo soy capaz de atender sonidos cercanos como los grillos y los ecos de la ciudad.
Cierro los ojos somnolienta, pero al segundo revelo a cada lado de mi cabeza unos descalzos pies. Más arriba se asoma un mentón cuadrado, y casi sin querer, me descubro sonriendo. Entonces, finjo enojo, pero antes de recriminar su huida, Alioth habla.
—Marlow está conmigo. —Bajo el ceño realizando una mueca con la boca sin decir nada más. Alioth hincha el pecho con aire, que en realidad, es inercia, porque no creo que llene de verdad sus pulmones—. A veces, no sé qué sentir o hacer con él. Candela, podrías empezar...
Los pies me sujetan, a la vez, que soy corrompida por un impulso, al estilo ninja. En minutos, estoy a su altura gruñendo con los dientes. Observo directamente a esos ojos ahora no tan perfectos, mientras pestañea confuso por el violento arrebato. Todo en Alioth me pone así.
—¿Cómo empezar? Ay, ya lo superarás. —Aprieto los puños, en tanto decido largarme a casa.
—No te atrevas. —Alioth amenaza, y giro sobre mí misma (y si pudiera hacerlo), casi choco con su pecho.
—Presta atención. —Digo y doy pasos cortos en retroceso. Ambos, por un instante, somos respiraciones agitadas y miradas que nos matarían si tuviéramos ese don.
Tras ganar la tertulia, sus hombros caen, y escucho un suspiro:
—Estoy ahogándome, ¿sí? —Confuso, al igual que su visita, es inesperada, me ha liado.
Me detengo.
—¿Te ha dicho o hecho daño? —Niega—. ¿Entonces?
—Solo se quedó observando. Ilegible, ya no lo conozco, ni sé qué guarda o que oculta. Sentí una gran culpa. Su culpa.
Lo veo presionar su labio inferior. Maldigo por lo bajo.
—Hoy no podré hacer nada, pero, no, mierda. Prometo... Odio esa palabra.
Alioth presiona sus labios aguardando una frase. Después dice.
—Qué tal unir nuestros meñiques.
Esta vez, soy yo la que une los labios para no reír.
—¿Sabes cómo salirte cuando las papas queman, eh?
—¿Papas quemar?
—Sí, sí, solo no prestes atención a mis divagues... —hamaquea la cabeza de lado a lado—. Vas por las ramas cuando el hierro quema.
—Estás al tanto de que eres terrible con frases como esas.
—Entonces, ¿hay o no? —zarandeo las manos en señal de que termine. Bufé e intento refrescar el asunto, aunque lo que prosigue me deja perpleja.
—Quítate tus zapatos, y estamos a mano.
—¡¿Cómo?! —Veo mis zapatillas más cómodas, mientras acurruco los dedos dentro, gastadas, eso sí, pero aún les queda rollo—, ¿acaso estás loco? Regresar sin ellas. Brevemente, machacaré los pies encima de pedales, mi vehículo no... —Callo, con ceño fruncido, ojeo sus propias extremidades—. Uh, ¿por qué vas sin tus zapatos?
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QUASAR (Versión español) Parte 1
Novela JuvenilARGUMENTO En un vuelco tu espacio personal que tanto aprecias, cuál se está "seguro", suele condicionar. A veces, hasta puede volverte ciego e incluso escéptico. Como a Candela Long, que ve la ciencia tan legítima sin encontrarse hechos casuales en...