Chuuya

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Eso era, definitivamente, muy incómodo.

—Como ves, no es posible. Tendríamos que dormir en la misma cama, y una mierda que voy a dormir con una babosa como tú al lado —argumentó Chuuya, cruzándose de brazos.

Dazai sonrió, y Chuuya le odió aún más de lo que le odiaba usualmente. No sabía que eso era posible, cada día se sorprendía más a sí mismo.

—Es por tu bien, Chuuya —bostezó, y el muchacho arqueó las cejas.

—Más bien, es por tu jodida diversión —replicó—. Y porque ya quisieras tener un colchón como el mío.

—En realidad siento pena de tu colchón. La de golpes que se ha tenido que llevar contigo —suspiró.

—Entonces vete si no quieres correr la misma suerte. ¿Ves? Ahí está la maldita puerta —señaló la puerta de caoba—. Toda para ti.

—Eres malo conmigo, Chibi —se tiró a la cama de golpe, levantando algunos almohadones de plumas por el impacto—. Yo que estoy aquí por tu culpa. ¿Sabes lo bien que estaría yo en mi casa?

—¿Y por qué no te vas? —bufó—. No te necesito.

—Sí me necesitas. Si no lo hicieras, no me habrías dejado ni pasar de la entrada.

Chuuya apretó los dientes, consciente de que tenía razón. Dazai se sentó en el colchón y le miró con su ojo marrón, como si le entendiese. Como si supiese...

—Espero que no ronques tan fuerte como gritas.

No, no entendía una mierda.

—¡Si no te gusta cómo cojones duermo, te largas!

Inevitablemente, una patada mandó a volar a Dazai contra el cabecero de la cama. Lamentaba en esos casos que su habilidad fuese anulada por él ni bien le tocase, porque le hubiera encantado usar la gravedad para mandarlo fuera de su maldita casa.

—Era una broma, Chuuya —se quejó Dazai, acariciándose la cabeza—. Eres muy agresivo.

—Vete a la mierda, ¿quieres? Y ahora fuera, que me tengo que cambiar.

—Oh, vaya, no me he traído nada —recordó Dazai, como si no fuese un gran problema.

—Pues mira, más razón para que te largues.

Chuuya suspiró. ¿Y ese era el famoso ejecutivo más joven al que todos temían? Esa gente no conocía bien a ese tipo.

—No hay necesidad, solo me dejas uno de los tuyos y ya.

El pelirrojo le miró con una ceja arqueada ante la amplia sonrisa que el muchacho le dedicaba.

—A ver. Parece que no lo estás... —se cruzó de brazos, pero luego suspiró—. Primero, lárgate al salón y luego vemos lo que hacemos.

A Dazai pareció convencerle, y Chuuya soltó el tercer suspiro en ¿media hora? Podría ser. Quizá menos.

Dazai Osamu era un motivo de frustración a cada segundo que estaba con él.

𝗡𝗈𝗍 𝗠𝗈𝗋𝖾 𝗡𝗂𝗀𝗁𝗍𝗆𝖺𝗋𝖾𝗌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora