Chuuya

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No tenía tiempo para esas tonterías.

La gravedad hizo crujir el suelo bajo sus pies. Definitivamente, no estaba siendo su mejor día, después de lo de la noche pasada y de que había dormido dos de sus habituadas tres horas.

Kouyou —quien le había recibido en su apartamento con desconcierto a las cuatro de la mañana, pero afortunadamente no había hecho preguntas— le había dicho que intentara relajarse para poder concentrarse mejor en la misión que tenían, pero Chuuya no podía.

Encima, la Agencia se la había jugado con el ilusionista que ahora estaba bajo las manos de Black Lizard. Debió suponer que no iba a ser tan simple, sobre todo sabiendo que tenían al detective y a Dazai de su lado, pero no tenía cuerpo para todo lo que estaba viniendo encima en menos de cuarenta y ocho horas.

Menos aún para pensar en Dazai.

Quizá por eso, cuando el detective de la Agencia se le plantó en frente con sus dos pares bien puestos, Chuuya pensó que era una trampa, una ilusión nuevamente (pese a la improbabilidad dado que el ilusionista no estaba con ellos) o una mala broma para la que no estaba teniendo ganas.

Trató de mantener la calma, como bien le había dicho Kouyou esa mañana. Porque no podía ser tan fácil y simple, el detective debía tener un plan en la cabeza y lo sabía.

Pero después de toda una maldita noche pensando en Dazai, pensando en todos los recuerdos y en la conversación que tuvieron hacía menos de medio día y de aquel mensaje suyo con un maldito «Lo siento» que llegaba cuatro jodidos años tarde, que el de la Agencia se pusiera a recordárselo fue lo único que Chuuya necesitó para que su precaria paciencia se fuera al infierno.

Sintió su habilidad recorrer todo su cuerpo, y sus saltos eran mucho más altos y ligeros con ella. No tenía nada personal contra el detective, pero estaban en una situación de vida o muerte y además se la había dejado fácil para ser el objetivo de su rabia.

En cuanto vio su sonrisa, supo que algo iba a ir mal. Y fue mal.

Repentinamente, su puño se quedó atascado en un libro. El de gafas le dijo algo de resolver casos, que ni siquiera atendió por intentar sacar su brazo de ahí, y segundos después, su cuerpo entero fue absorbido por eso.

Chuuya recordó entonces haber leído en un reporte acerca de un usuario de habilidad en Guild que podía meter a la gente en libros de misterio.

Se maldijo a sí mismo por haber caído en una trampa tan básica. También maldijo a Dazai, por impedirle pensar con claridad.

Aterrizaron en un barco. La brisa del mar, el sonido de las olas y el olor a sal eran idénticos a la realidad. Chuuya notó que su sombrero faltaba, al igual que las gafas del detective.

—Parece que te ha dejado sin tu divertido sombrero —rio.

Chuuya intentó activar su habilidad, pero la gravedad no respondía a él.

—¿Qué demonios es este sitio?

—Oh, es un libro de mi amigo Poe —sonrió—. ¿No te lo he dicho ya? Aquí no hay habilidades especiales, solo nosotros y unos quinientos criminales a los que tenemos que descubrir. Cada uno.

Chuuya miró a su alrededor. El barco en concreto era un crucero. Un crucero gigante, para ser exacto, y si tuviera su habilidad estaba seguro que tendría que volar unos cuantos metros para verlo entero.

Se escuchó un grito, y entonces ambos corrieron hacia él. Ni bien entraron, se encontraron con una persona en el suelo de la amplia sala, y la que suponía que era el comedor.

𝗡𝗈𝗍 𝗠𝗈𝗋𝖾 𝗡𝗂𝗀𝗁𝗍𝗆𝖺𝗋𝖾𝗌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora