Sentía que podía acostumbrarse a eso quizá toda la vida.
Y eso le daba miedo.
Chuuya sabía lo que era arraigarse a algo, y lo que ello podía conllevar. Sabía que nada era fijo, que nada era eterno, y habituarse a estar con alguien era sinónimo de pensar, ingenuamente, que nunca iba a desaparecer.
También sabía que la decepción dolía. Cuando era niño le había tocado comprender que no se tenía a nadie más que a sí mismo, y debía vivir con ello, vivir el día a día sin aferrarse a algo o a alguien. Todo eso lo sabía, pero aun así sentía que, mediante los días iban pasando, se había adaptado tanto a que las cosas cotidianas implicasen el nombre de Dazai que no concebía el no poder pensar en él mientras las hacía.
El ir a comprar al supermercado y pensar en que a Dazai le gustaba más la sopa de miso que el ramen era algo inconsciente, casi automático, y el que en el armario del baño estuviera siempre un par de rollos de vendas no le molestaba ya en lo absoluto. Además, en vez de uno habían ya dos cepillos de dientes en el vaso que tenía en el baño, y no era extraño.
Se había acostumbrado a los hábitos de Dazai de una manera tan sutil que ni siquiera se había dado cuenta de cómo o cuándo había ocurrido. Sabía que siempre era tan distraído que se olvidaba de comprarse sus dichosas vendas a pesar de que se le estaban acabando —siempre tenía que ser él quien se diese cuenta y tuviese de repuesto—, que prefería dormir en el lado izquierdo en lugar del derecho, que le gustaba ver el programa de detectives que daban a las nueve, y que él y la cocina eran enemigos acérrimos.
Sabía todo eso y se había adaptado a ello, al igual que Dazai se había adaptado a sus hábitos. No le molestaba cuando estaba en el salón practicando sus movimientos de artes marciales, o cuando cocinaba intentaba no entrar a la cocina puesto que era un peligro, pero a cambio lavaba los platos —aunque se quejaba de que no tuviese un lavavajillas—. También le ayudaba a alcanzar los productos del supermercado que estaban altos para que no usase su habilidad, y no se molestaba si escuchaba música mientras leía, aunque estuviese viendo la televisión.
Chuuya veía todo eso ya tan normal que no podía concebir una vida rutinaria sin las burlas constantes de Dazai y sus risas, sus bromas y sus actos de niño pequeño. Aunque la mayoría de veces le sacase de sus casillas, con Dazai se sentía seguro, y las pesadillas no habían vuelto a atacarle desde que esa momia había empezado a dormir con él. Se sentía más descansado y con mucha más energía, y eso repercutía en su desarrollo en las misiones.
No lo querría admitir en voz alta nunca, y menos delante de Dazai, pero le gustaba su compañía.
—Hoy pareces estar de muy buen humor, Chuuya —dijo Kouyou, sirviéndole una taza de té—. ¿Ha pasado algo bueno?
Sonrió al recordar a Dazai intentando de verdad hacerle un desayuno a pesar de que no tenía permitido entrar a la cocina. La misión del día anterior había sido tan agotadora que no tenía fuerzas ni para moverse esa mañana, y como había sido Dazai quien había trazado el plan, de alguna manera debía sentirse culpable.
Como era de esperarse, un desayuno tan simple como un par de tostadas se le había hecho cuesta arriba y había acabado saltando la alarma de incendios —la misma que le había despertado—, con el único resultado de Dazai con el rostro tan negro como el humo que rodeaba la cocina y lleno de diferentes elementos que no sabía cómo habían acabado en su ropa.
Apenas pudo contener la risa cuando lo vio así, y tampoco la pudo retener mientras se lo contaba a Kouyou.
—Tendrías que haberlo visto, Ane-san, era toda una obra de arte —dijo entre risas.
Pero Kouyou no parecía estar riéndose, sino más bien todo lo contrario. Su mirada rosácea era seria, casi diría preocupada, y sus labios hacían una fina línea que logró preocupar a Chuuya.
—¿Ane-san? ¿Pasa algo?
—Últimamente no paras de hablar de Dazai, Chuuya —dijo, tomando su té—. Has dejado de quejarte bastante de él.
—Bueno, es mi compañero, si tengo que soportarlo al menos trato de llevarme bien.
Miró el té, de color verde. ¿Qué tenía de malo intentar llevarse bien con Dazai? Se suponía que eran compañeros y los compañeros se llevaban bien, porque así daban un mayor rendimiento. Era lógico, ¿no?
—Creo que ya te he dicho esto antes, Chuuya, pero ten cuidado con Dazai.
Los ojos azules del pelirrojo se cruzaron con los de la mujer y luego los volvió a bajar al té. Tomó un poco, sintiendo el sabor de la menta bajar por su garganta, y no pudo evitar recordar que Dazai prefería el café al té, y por eso tenía en la esquina de la encimera de la cocina una cafetera. Lo prefería más solo y negro que con leche, lo cual Chuuya nunca había entendido, aunque el solo olor del café ya le daba la sensación de amargura y lo odiaba.
—No puede hacerme nada, Ane-san, aunque lo intentase no es rival para mí.
En fuerza física, Chuuya superaba por mucho a Dazai. Aunque este sabía defenderse, Chuuya era mucho más fuerte, eso era innegable, pero su compañero suplía su falta de fuerza con su astucia. Y en el fondo, el pelirrojo entendía a lo que Kouyou se quería referir, al igual que comprendió lo que quiso decirle cinco meses antes, el día después de la primera vez que Dazai se había quedado en su casa.
Cinco meses se le habían pasado como un suspiro, a pesar de que en su momento pensó que no lo soportaría ni un día más.
—Chuuya...
Chuuya sabía a lo que ella se refería, pero lo enterró en el fondo de su corazón. Sabía también que no debió haberlo hecho, porque era un buen consejo, pero era más fácil ignorarlo. Era más sencillo acostumbrarse a ese idiota con vendas que pensar en las consecuencias, era más cómodo engañarse a sí mismo, diciéndose que no entendía las palabras de Kouyou, que aceptarlas y aplicarlas. Casi se le había olvidado que esa convivencia se suponía que iba a ser una solución temporal hasta que encontraran un remedio a su descontrol nocturno.
—De verdad, Ane-san, no te preocupes —sonrió, pero sabía que era la sonrisa menos convincente que había podido dar.
Apresuró su té mientras la mujer le miraba con una mezcla de preocupación y pena en sus ojos rosáceos. Chuuya cerró los ojos para no tener que verla, porque sabía que tenía razón, pero ya no había vuelta atrás. Era demasiado tarde.
Ya se había acostumbrado, y era muy difícil desacostumbrarse a algo. Menos a alguien. Aún menos cuando ni siquiera quería hacerlo.
—Chuuya, hay una misión —dijo en cuanto el pelirrojo dejó la taza en la mesita—. Cuatro años, en Francia. Empezaría en un mes. Tienes hasta entonces para pensártelo.
Sus miradas se cruzaron. Chuuya sabía que ella intentaba ayudarle, que la distancia sería buena, y sin embargo, él no quería ser ayudado.
—De acuerdo, me lo pensaré.
Se levantó, tomó su sombrero y se encaminó a la puerta. Con la mano en el pomo, dedicó una mirada hacia atrás, encontrándose con los ojos de Kouyou brillando con la misma preocupación que antes.
Ambos sabían que, aunque Chuuya había dicho que se lo plantearía, la respuesta no iba a ser positiva.
El muchacho salió, cerrando la puerta tras de sí, e iba tan absorto en sus pensamientos que sin darse cuenta chocó contra alguien. Era alguien alto, por tanto Chuuya tuvo que alzar la mirada para verle la cara. Era un hombre mayor que él, de pelo rojo oscuro y ojos azules como los suyos. Un pensamiento fugaz de haberlo visto antes le cruzó la cabeza, pero fue más que una lejana voz a la que no dio más vueltas.
—Perdón —se disculpó Chuuya, y el otro hizo un gesto de despreocupación.
Ambos siguieron rumbos opuestos, y Chuuya no regresó a ver dos veces a aquel hombre, todavía pensando en sus propios problemas. Había sido un incidente de tan pequeña importancia que su memoria lo relegaría al fondo esa misma tarde en la que se encontraría con Dazai, quien haría que sus preocupaciones volvieran a desaparecer.
Pero tiempo después, en cuanto viese su fotografía en un archivo, lo recordaría a la perfección y, con toda probabilidad, lo maldeciría.
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𝗡𝗈𝗍 𝗠𝗈𝗋𝖾 𝗡𝗂𝗀𝗁𝗍𝗆𝖺𝗋𝖾𝗌
Fanfiction[𝙻𝚘𝚗𝚐-𝚏𝚒𝚌] [𝙲𝚊𝚗𝚘𝚗𝚟𝚎𝚛𝚜𝚎] [𝙼𝚊𝚗𝚐𝚊 𝚂𝚙𝚘𝚒𝚕𝚎𝚛𝚜] ✨ » Escrito antes de la salida de "Stormbringer", por tanto puede haber contradicciones. ✨ Las pesadillas eran bastante recurrentes entre los sueños de Chuuya, pero cuando sus p...