Dazai

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Había sido completamente inesperado.

En los planes de Dazai entraba que Chuuya actuase, porque era el único capaz de hacer frente a un maldito dragón sin pestañear. Y aunque estaba casi seguro de que sería él quien descifraría sus planes, siempre flotaba la duda de si funcionaría. Dazai siempre acostumbraba a hacer él mismo lo que tenía que hacer, porque detestaba el tener que depender de las decisiones de otros, y sobre todo de las de Chuuya. A veces, el pelirrojo era demasiado indescifrable, demasiado impredecible, y las dudas siempre rondaban la mente del castaño a la hora de elaborar un plan que le incluyese a él. Y era más complicado ahora, porque no estaba con él, no podía decir cómo se sentía ni qué pensaba.

En su mente siempre rondó la posibilidad que todo saliera mal, que Chuuya no confiase en él, y que simplemente se resignase a morir al usar Corrupción. De lo único que estaba seguro era de que salvaría la ciudad, y a Dazai realmente no le importaba morir. La única preocupación que tenía era por Chuuya, porque si él no anulaba su habilidad, nadie lo haría.

Poder decir que su plan había salido a la perfección era gracias a la confianza que Chuuya aparentemente seguía teniendo en él.

Eso era lo que se había repetido durante los días consecutivos, sin poder parar de pensar en el rostro de Chuuya dormido, como siempre después de que usase Corrupción. Era en esos momentos, esos en los que le recordaba tan tranquilo, en los que se preguntaba si de verdad era la buena persona que Atsushi afirmaba que era. Aunque Chuuya probablemente cargase con los mismos pecados que él, sabía que el pelirrojo era mejor persona. Quizá una de las mejores que había conocido.

Se preguntaba cómo habría sido su vida si, en vez de arrastrarle con él a la Port Mafia tras la traición de las Ovejas, le hubiese ayudado a esconderse. Si se hubiese ido de la ciudad, o del país, quizá tuviera una mejor vida. Quizá hubiera encontrado a la persona que buscaba y sería feliz. Si nunca se hubiesen conocido, tal vez...

Rio ante su propia línea de pensamiento, agitando la cabeza con una ligera sonrisa mientras miraba desde su futón la luna llena. No tenía caso pensar en lo que podría haber sido y no fue.

El viento agitó las campanas de viento que adornaban el marco de la ventana, y el relajante sonido trasladó sus pensamientos años atrás, a la habitación del pelirrojo que tenía también campanas de viento. Sin embargo, mientras las que Dazai tenía eran tubos de un simple color plateado, las de Chuuya eran hermosas. Recordaba claramente las inacabadas esferas de cristal que contenían dibujos de flores y estaban adornados con tanzakus de diferentes colores, en los cuales había escritos diferentes deseos que nunca llegó a leer.

Recordaba quedarse mirándolos esos días en los que Chuuya se dormía antes que él y se movía de tal manera que siempre acababa posando su cabeza sobre su pecho. Entonces Dazai se entretenía acariciando distraídamente su cabello rojizo mientras pensaba en nada más que el sonido, el reflejo de la luna sobre el cristal y el brillo de las estrellas. Eran esos momentos en los que podía permitirse no darle vueltas a algo y tan solo prestarle atención a algo tan banal como admirar el diseño de las flores dentro del cristal mientras el viento producía el suave sonido de los cascabeles que, lentamente, hacía que cerrase los ojos y cayese dormido, aún con sus dedos enredados entre mechones de fuego.

Quizá había sido algo ingenuo de su parte, por aquella época, pensar que esos momentos iban a durar para siempre. Aún todavía los temores del pasado le seguían atormentando, esos que el tranquilo dormir de Chuuya había logrado calmar durante el periodo de tiempo en el que estuvieron juntos, y a ellos se le habían unido un puñado más. Su mente siempre le jugaba malas pasadas entre los recuerdos que tenía de Odasaku y el temor que sintió la primera vez que Chuuya usó Corrupción y no despertaba. Eran miedos diferentes, cosas inevitables, imaginaciones terribles, pero todos ellos siempre conformaban sus pesadillas y hacían que Dazai no desease dormir. Algunas veces había llegado a forzar a su cuerpo al máximo de su límite para evitar simplemente soñar debido al gran cansancio, aunque lo había hecho menos cuando entró a la Agencia, porque sabía que sus ojeras serían imposibles de esconder (sin embargo, tampoco dormía demasiado).

𝗡𝗈𝗍 𝗠𝗈𝗋𝖾 𝗡𝗂𝗀𝗁𝗍𝗆𝖺𝗋𝖾𝗌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora