Dazai

19.9K 2.4K 3.1K
                                    

Chuuya estaba raro.

Aunque no lo había dejado notar, y en sus discusiones se veía tan irritable como siempre, Dazai sabía que lo había estado evitando desde esa mañana en la que se fue corriendo. Normalmente, se veían como unas cinco veces al día como mínimo, y esa se habían visto dos o tres, lo cual era extraño.

Pero quizá era debido a su descontrol por las noches y la falta de sueño que había tenido que cargar esos días, lo cual le hacía estar más irritable de lo normal y no quería descargarse con él. O quizá no quería que Dazai le enfadase aún más.

Sí, era lo más probable. No hacía falta darle más vueltas.

Mientras reflexionaba, de su bolsillo sacó una llave plateada, jugando con ella entre sus dedos. Le había mentido descaradamente a Chuuya, obviamente, pero si alguien le preguntase la razón en concreto por la cual lo había hecho, no hubiese podido responder.

Al menos, no sinceramente.

Si alguien le hubiera preguntado, hubiese sonreído y dicho que tan solo era por molestar a su compañero, lo cual sería creíble y nadie haría más preguntas, ni siquiera el mismo Chuuya.

Pero Dazai sabría que esa no era la verdad. Al menos, no completa.

La verdad era que, de alguna manera incomprensible, le había gustado que Chuuya le dejase la llave de su casa con tanta naturalidad, como si lo hiciese todos los días. En realidad, le había gustado la sensación de la mano de Chuuya junto a su rostro, y que sus vívidos ojos azules mirándole fuese lo primero que viese al despertar.

Quizá no había dormido tan bien desde... Ni siquiera recordaba cuándo. ¿Desde niño, tal vez?

Había sentido su mente dejando de funcionar por un momento, y aunque había sido arriesgado por si alguien les atacaba, había sido lo más relajante que recordaba haber experimentado en su vida. Chuuya tenía algo que producía eso en él. Quizá porque era tan fuerte, tan rebelde, tan opuesto a él que le hacía, de alguna manera, sentirse seguro.

O tal vez había sido la confianza de aquellos años juntos lo que había hecho efecto en él. De una manera casi inconsciente, sabía que Chuuya no le haría daño, y que haría lo posible por protegerle.

El problema era que Dazai también sabía que él no era tan leal como el pelirrojo y eso, por alguna razón, le dejaba un agridulce sabor de boca.

El ocaso tiñió el río y el cielo de tonos anaranjados y rojizos, y la llave proyectó los últimos rayos de sol sobre la barandilla del puente. Dazai jugó con ella, preguntándose si debería devolverla o, como ya le había mentido a Chuuya, simplemente quedársela.

Para cuando tomó su decisión, el sol ya se había ocultado totalmente. Suspiró y encerró la llave en su puño, metiendo la mano en su bolsillo. Empezó a caminar, con las pocas estrellas que el cielo de Yokohama otorgaba brillando sobre él en una noche sin la luz de la luna.

No tardó en llegar al edificio donde vivía Chuuya, claramente lujoso y con una gran seguridad que podía ahuyentar a cualquier ladrón. A Dazai no le costó mucho esfuerzo el pasar los controles, después de todo, no era de lo mejor que había visto.

Subió al piso quince, donde tenía el pelirrojo su apartamento, y en el ascensor se encontró con una agradable anciana con la que habló amenamente. Resultaba ser una de las vecinas de Chuuya, al que conocía como «ese joven pelirrojo del quince tan fuerte» porque en alguna ocasión le había ayudado con las compras.

Se imaginaba a su compañero usando su habilidad para fingir que cargaba las bolsas delante de la señora, y el solo pensamiento le hacía reír. Cuando llegó a la planta, aún con la sonrisa divertida en su rostro, se despidió de la anciana y se encaminó a la puerta de Chuuya, jugando con la llave.

𝗡𝗈𝗍 𝗠𝗈𝗋𝖾 𝗡𝗂𝗀𝗁𝗍𝗆𝖺𝗋𝖾𝗌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora