Dazai

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Si tuviese que definir la vida con Nakahara Chuuya en esos cinco meses, la palabra sería divertido.

No lo hubiera imaginado el primer día, en el cual Chuuya no paraba de darle quejas y trataba de evitarle, pero era divertido. Ver la cara enfadada de Chuuya siempre lo era, pero sus ocurrencias lo eran aún más. Él, quien no soportaba el café, había comprado una cafetera solamente para que Dazai no tuviese que bajar a la cafetería más cercana —que estaba a tres manzanas— a comprarse su bebida matutina. Ese enano, que no necesitaba para nada vendas en su casa, siempre tenía cuando a él se le acababan, y aunque no tenía necesidad de cocinar todos los días en una cantidad mayor, siempre hacía de sobra para que Dazai pudiese repetir cuantas veces quisiera. Chuuya, a quien le gustaba más el vino que cualquier otra cosa, siempre tenía en su alacena una botella de su alcohol preferido.

Sonrió mirando el hielo de su bebida, acariciando el gato que acostumbraba a frecuentar ese bar. En cuanto escuchó pasos, alzó la mirada para ver a Oda, estirando el cuello con aspecto algo cansado. En su cara había una mancha de rotulador, lo cual le hizo suponer que había pasado antes por el lugar donde tenía a los huérfanos, y eso explicaría su cansancio. 

—Parece que por una vez, soy yo el que llega antes —rio Dazai, y Oda suspiró.

El gato saltó al suelo y desapareció en la esquina de la barra.

—Los niños tenían mucha energía hoy —tomó asiento, y pidió lo de siempre al camarero.

—Ya lo veo, parece que han conseguido alcanzarte esta vez —Dazai señaló su mejilla, y Oda se intentó quitar la mancha, sin demasiado éxito al ser un rotulador permanente.

—Ango parece tener una reunión esta noche, así que seguramente no venga hoy —informó, y Dazai asintió.

—Yo tampoco me podré quedar demasiado —dijo, mirando el reloj.

—¿Te ha pasado algo bueno?

El muchacho parpadeó extrañado.

—No especialmente, ¿por?

—Parece que estás alegre, y es algo raro en ti.

—¿Gracias? —rio—. Hoy ha sido en realidad un día horrible. No me vuelvo a meter en una cocina en mi vida.

—¿Cocinas? —arqueó una ceja—. Pensaba que lo odiabas.

—Y lo odio —afirmó—. Pero intenté hacer algo para ese enano, y salió muy mal. Por eso se lo dejo a él, que es el que sabe.

—No debió estar demasiado contento, sabiendo el desastre que debes haber armado —tomó su vaso, removiéndolo ligeramente.

—No es mi culpa, es la del sartén. ¿Para qué calienta tanto el pan? Yo quería que se tostara, no que se quemase.

—Si bajas el fuego, quizá no se queme —sugirió Oda, y Dazai suspiró.

—Conclusión, eso no es lo mío. Encima tuve que aguantar las quejas de Chuuya toda la mañana. ¡Como si hubiera sido mi culpa! Yo que intentaba ser amable...

Mientras bebía, vio de reojo la sonrisa de Oda, como si estuviera divirtiéndose.

—No es gracioso, Odasaku —se quejó—. No sabes lo que es aguantar la voz chillona de Chuuya. Te puedes quedar sordo. No entiendo cómo de un cuerpo tan pequeño puede salir una voz tan alta.

—Pero te has acostumbrado, ¿no? No dejas de hablar de él cada rato, y la verdad parece que os lleváis incluso mejor que antes.

—¿Mejor? Es que tengo que estar viviendo con él. Por tanto, mi paciencia ha aumentado.

𝗡𝗈𝗍 𝗠𝗈𝗋𝖾 𝗡𝗂𝗀𝗁𝗍𝗆𝖺𝗋𝖾𝗌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora