Dazai

21.7K 2.7K 2.1K
                                    

Lo malo de pensar siempre en todo era que no se podía, simplemente, pensar en nada.

Todos sabían que los engranajes del Demonio Prodigio de la Port Mafia funcionaban a un nivel más acelerado que el que los demás, pero pocos se daban cuenta que esa rapidez tenía un precio. El suyo consistía en dormir en un sueño ligero constante. A cada mínimo ruido, incluso si era el del viento colándose por una rendija de la ventana, le ponía en sobre aviso.

Para cuando el viento había alcanzado sus cabellos, él ya tenía cinco rutas de salida distintas y al menos tres maneras diferentes de enfrentar a cualquier intruso.

Era inútil intentar acallar sus pensamientos en favor de dejar a su subconsciente actuar como en la mayoría de humanos. O como lo hacía Chuuya, que parecía dormir a pierna suelta a su lado.

La respiración tranquila del pelirrojo le había ayudado a acompasar la suya y a relajarse lo suficiente como para cerrar los ojos y permitirse un ligero descanso, pero un movimiento inesperado hizo que Dazai abriese los ojos de repente.

Se destensó al ver que tan solo era Chuuya, que se había dado media vuelta en medio de sus sueños, y su rostro dormido le encaró. No era la primera vez que Dazai había visto dormir a Chuuya, después de Corrupción se quedaba tan agotado que tendía a desmayarse entre sus brazos.

La primera vez que lo usó, parecía haber muerto en sus brazos. Su respiración era tan débil que apenas se podía escuchar, y el latido de su corazón parecía ir más lento por cada segundo que pasaba. Pero se veía en paz, como si el anular su habilidad le hubiese dado el descanso que tanto había ansiado.

Las otras dos era lo mismo, pero la sensación era diferente. Quizá porque ya sabía que no iba a morir lo sentía diferente.

No era la primera vez, pero quizá sí era la primera en la cual veía a Chuuya tan feliz. Su sonrisa era pequeña, pero parecía sincera, y sus rizos le caían desordenados por todo el rostro, dándole un aspecto infantil.

Aunque, después de todo, Chuuya tenía diecisiete años, y él también. No eran adultos como tal, pero tampoco habían disfrutado demasiado de su adolescencia.

Le apartó algunos mechones, con sus dedos rozando ligeramente la mejilla del pelirrojo. El muchacho se inclinó ante el tacto, y de hecho se acercó más aún al castaño. Su cabeza terminó a la altura de su hombro, como si estuviera refugiándose en él, sus rizos cubrieron de nuevo su rostro y su brazo pasó por encima del cuerpo de Dazai, encerrándolo en un suave abrazo.

Dazai se tensó. Lo cierto era que no estaba acostumbrado a los abrazos. No le gustaba demasiado el contacto físico con el resto, aunque tampoco lo detestara. Simplemente, no había crecido acostumbrado al tacto cariñoso de los demás.

Con lentitud, tras unos minutos de asimilación, sintió su cuerpo relajarse de nuevo, y puso la mano en los rizos de Chuuya. Siempre había tenido curiosidad por saber cómo se sentirían al tocarlos, y nunca había tenido la oportunidad, porque siempre o Chuuya estaba en riesgo de muerte o había alguien intentando atacarles.

Suponía siempre que serían suaves, como tocar las plumas de un ave salvaje.

No se equivocaba demasiado, aunque la sensación era más parecida a tocar algodón, suave y esponjoso. Lo extraño sería que no lo fuese, puesto que Chuuya parecía poner especial cuidado en tener su cabello arreglado y no lo culpaba, dado que se veía tan rebelde como su dueño. Debía de ser difícil de mantener, y el pelirrojo se vería en serios problemas si no lo hacía diariamente.

Se sentía extraño, se dijo, al estar con Nakahara Chuuya en la misma cama, pensando en él y acariciando su cabello como si fuera lo más frágil del mundo mientras este le abrazaba, enterrando su rostro en su hombro.

𝗡𝗈𝗍 𝗠𝗈𝗋𝖾 𝗡𝗂𝗀𝗁𝗍𝗆𝖺𝗋𝖾𝗌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora