Una reencarnación En Piel De Metal

Capitulo 10: Las mejoras

No sabia cuanto tiempo había estado despierto dentro de la capsula, horas, incluso podía pensar que todo el día. Finalmente le habían quitado el yeso de metal de su cuello y el de sus brazos, aunque no había visto como se lo quitaban debido a que siempre estaba inconsciente o en trance durante las revisiones que le realizaba Ek.

Había tratado de descubrir donde estaba la capsula, pero el estaba completamente aislada de los sonidos del exterior, no oía nada mas que sus pulmones respirando a través del tubo de su cabeza mientras necesitaba en plena oscuridad.

Mas de una vez sentía mareos al estar en un lugar tan pequeño y sin luz, era algo raro, en su examen medico que le hacían a todos los reclutas para asegurarse de que eran sanos y aptos para las misiones no incluía claustrofobia, según recordaba o otro problema. Solo recordaba que le habían detectado tripofobia que era algo que no podían arreglar, pero aseguraron que no seria un problema.

Sus ojos estaban ardiendo, seguramente por el calmante que lo controlaba todo el tiempo, tal vez era eso la causa de los mareos, así que trataba de mantener la calma por su cuenta para evitar que siguieran implantándolo.

Ese mensaje le había respondido la mayoría de sus dudas dándole las peores respuestas. Pero no era capaz de comprender como podía entender en lenguaje de esa gente ¿Acaso ellos le habían implantado su idioma cuando lo convirtieron en ciborg?. No, no, si fuera así no le hubieran extirpado las cuerdas vocales. Ni siquiera habían tratado de hablar con el o hacer contacto visual y no había forma que el supiera de que hubiera adquirido esa habilidad de la nada.

Tal vez ahora podía tener una solución, tenia que encontrar la forma de comunicarse con ellos. No, eso tampoco funcionaria si lo mantenían encerrado en la capsula, paralizado en las revisiones y peleando en un estadio. Incluso si encontraba la forma de comunicarse ¿Qué se supone que diría?

Hola necesito que me devuelvan a mi planeta de inmediato porque no soy su sirviente, gracias - así sonaba en su mente.

Dudaba de que siquiera lo dejaran volver, además que haría al volver, en la tierra los ciborg no eran algo bien visto y dudaba que lo consideraran humano con este aspecto. Aunque regresara jamás podría volver a ver a sus parientes o amigos ni tener su antigua vida. Estaría el resto de su vida en una camilla del gobierno desmantelándolo lentamente hasta morir.

El silencio se interrumpió por un sonido chirriante que partía sus oídos, era casi como si todo este tiempo pensando había estado dormido. Una aguja se inyecto en su cuello, a diferencia del calmante este liquido lo dejo aturdido, igual que anestesia, su vista se volvió borrosa.

Al volver en si solo recordaba un par de imágenes en su cabeza, la cara del Baki llamado Ek en una revisión, pasar por una sala en otra capsula solo que trasparente, y el dolor de varias agujas pinchadas en diferentes partes del cuerpo. Estaba sentado en lo que parecía ser una silla, era incapaz de mover un solo dedo, cada una de sus extremidades estaba sujeta por una armadura pegada al asiento.

El lugar ers muy frio, casi sentía que había nieve a su alrededor. A diferencia de otras salas en las que había esta tenia muchas mas luces y unas cuantas plantas raras en las paredes como un invernadero, era difícil definir bien su aspecto debido a que sus ojos estaban tapados por la armadura.

Ollo los murmullos de tres Baki que se encontraban detrás suyo, cuando uno de ellos se acerco se lograba oír el sonido de algo que parecía ser una soldadora. Daxban empezó a rogar en su mente de que no fuera la que el estaba pensando, desafortunadamente si era.

La soldadora Baki empezó a quemarle la espalda, el dolor era peor que un tatuaje, sintió como el Baki recorría toda su espalda asiendo círculos y figuras que no podía describir, si aun hubiera tenido sus cuerdas bocales habría gritado lo suficiente como para romper un vaso de vidrio. Recordó el día en el que Claudia había convencido a Mamá para hacerse un tatuaje, lo había querido desde que era una niña además de pedirlo en cada cumpleaños con la misma respuesta, unas semanas antes de ir al tatuador había tratado de convencer a Claudia de que era una pésima idea y que solo acabaría con dolor, a Claudia no le había agradado mucho y discutieron por varias horas.