«Capítulo 2»

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Volvió a ascender la larga escalera de caracol hasta llegar al último piso de la torre, todavía tembloroso a causa de la descarga de adrenalina. Esta vez no se molestó en no hacer ruido. Dejó resbalar al suelo el blazer que llevaba al hombro y se desplomó en el sofá. Le habían quedado unas cuantas hojas enredadas en el pelo, así que empezó a quitárselas.

—¿Hannie? —su madre salió de su dormitorio, anudándose el cinturón de la bata para sonreír somnolienta—. ¿Has madrugado para ir a dar un paseo, cielo?

—Sí —contestó, con un suspiro. Ya no valía la pena montar una escena dramática. Su padre salió a continuación y lo abrazó.

—No puedo creer que nuestro Jeonghan ya esté en la prestigiosa Universidad Septendécim.

—El tiempo pasa tan rápido... —se lamentó la señora Yoon con un suspiro— Cuanto mayor te haces, más rápido se pasa.

—Lo sé...

—Vamos a darte algo de desayunar —dijo su madre dirigiéndose a la cocina— ¿O ya has tomado algo?

—No, mamá, todavía no.

Cayó en la cuenta de que no habría sido una mala idea haber comido algo antes de su gran escapada, porque le rugían las tripas. Si Seungcheol no lo hubiera detenido, en esos momentos estaría vagando por el bosque con un hambre de lobo y con una larga caminata hasta por delante. Menudo plan de fuga.
En ese instante, le vino a la mente la imagen de Seungcheol abalanzándose sobre él para caer los dos rodando entre la hierba y las hojas. En serio le había dado un susto de muerte y se estremeció al recordarlo, aunque ahora por razones bien distintas.

—Jeonghan —el señor Yoon parecía muy serio y el aludido lo miró con sentimiento de culpabilidad. ¿Acaso había adivinado lo que estaba pensando? Enseguida comprendió que estaba volviéndose paranoico, aunque era indudable que su padre no sonreía cuando se sentó a su lado—. Sé que no es lo que más deseas, pero esto es importante para ti.

Era el mismo tipo de charla que le daba cuando era pequeño, antes de tener que tragarse el jarabe para la tos.

—No quiero tener esta conversación ahora...

—Cariño, déjalo tranquilo —su madre tendió un vaso antes de regresar a la cocina, donde había algo friéndose en una sartén—. Además, como no nos apuremos, vamos a llegar tarde a la reunión del profesorado previa a la presentación.

Acabaron de prepararse mientras Jeonghan tomaba el desayuno. Le gastaron unas cuantas bromas con intención de animarlo y lo dejaron solo sentado a la mesa.

Bastante después de que ellos bajaran la escalera y las manecillas del reloj se arrastraran sigilosas hacia la hora de la presentación, el chico seguía en la silla. Intentaba convencerse de que, mientras no se acabara el desayuno, no tendría que ir a conocer a todas esas personas nuevas, pero el hecho de que Seungcheol estuviera entre ellas, una cara amiga, un protector, ayudaba. Finalmente, cuando fue obvio que no podía posponerlo más, entró en su habitación y se puso el uniforme. Nunca había tenido que llevar uno; sin embargo, lo peor de todo fue que,  al entrar en su dormitorio, volvió a recordar la pesadilla que había tenido.

Una camisa blanca con una corbata roja.

«Espinas arañándole la piel, azotándolo, animándolo a regresar»

Una pantalón de vestir negro.

«Pétalos ennegreciéndose como si ardieran en medio de una hoguera»

Un jersey azul con el escudo de Septendécim y un blazer gris con bordes negros encima.

Se miró en el espejo. El uniforme no le quedaba mal, aunque tampoco de muerte.
Se peinó la melena negra, se sacudió una rama que antes se le había pasado por alto y decidió no darle más vueltas. Ya estaba preparado, así que se puso derecho y salió de su dormitorio por última vez, porque dejaba de pertenecerle desde ese momento en adelante.

New Moon ➳ SeventeenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora