«Capítulo 12»

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El día que los alumnos volvieron a Septendécim, el pelinegro se plantó en los escalones de la entrada con la esperanza de ver una cara amiga. Sabía que Seungcheol no iba a volver; y aunque no dejaba de fantasear una y otra vez con que lo veía, solo se trataba de su imaginación, que cruelmente le jugaba malas pasadas. Jeonghan pensaba que, en cierto modo, ese día marcaría un antes y un después, porque al menos sabría a qué atenerse cuando el castaño no apareciera definitivamente y dejaría de torturarse deseando inútilmente algo que se le estaba negado.

Afrontaría la realidad y se obligaría a seguir adelante.

Seungkwan se abrió camino entre la gente, encorvado y nervioso. Enseguida, el pelinegro comprendió la causa de su nerviosismo, solo tuvo que volver la cabeza y ver que Wan Yu tenía su mirada clavada en el rubio en lo alto de los escalones. El mayor se acercó a su amigo rápidamente y se colgó una de sus bolsas al hombro para ayudarlo.

—¡No me dejaste! —exclamó.

—Si por mí fuera... —Seungkwan no levantó los ojos del suelo—. A ti te habría echado de menos, pero no quería volver a verlo a él.

—¿No se lo has dicho a tus padres?

—Pensaron que estaba haciendo una montaña de un grano de arena... ¿Pero sabes? Siempre hacen lo mismo.

El pelinegro recordó la emoción en el rostro de Bll cuando le dijo que la creía y en ese momento comprendió por qué.

—Da igual, he vuelto. Además, perdí mi anillo la noche antes de vacaciones. Tenía que volver aunque solo fuera para buscarlo.

Jeonghan volvió la cabeza hacia Wan Yu. Sus ojos oscuros seguían clavados en ambos. Al ver que lo miraba, una sonrisita burlona se dibujó en sus labios. Indignado, se volvió hacia la multitud...

...Y ahí, estaba Choi Seungcheol.

No, no era posible.

Tal vez su imaginación intentaba burlarse de él una vez más para seguir alentando sus esperanzas. Era imposible que el mayor volviera jamás a Septendécim, y menos después de lo que había visto y de lo que Jeonghan le había contado. Sin embargo, al abrirse un hueco entre la gente y verlo con claridad, comprendió que no se había equivocado: Él había vuelto.

Allí estaba, a apenas unos pasos de Jeonghan, a quien se le iluminó la cara al verlo. En cuanto sus miradas se encontraron, Seungcheol volvió la cabeza, como si no supiera qué hacer. Para el menor, aquello fue como un bofetón en plena cara. Su primer impulso fue tirar la bolsa de Seungkwan al suelo, pero en ese momento dos individuos pasaron corriendo por su lado como una exhalación y se abalanzaron sobre la espalda del castaño.

—¡Seungcheol! —exclamó Seokmin—. ¡Eh, tío! Has vuelto.

—Vamos, ya suéltenme —dijo el mencionado entre risas mientras los apartaba.

—Échale un vistazo a eso que compró este tonto. ¿A que no es un malgasto de dinero?

Mingyu señaló con la cabeza a Seokmin, quien rebuscaba en su mochila. Al final, sacó un salacot auténtico, como los que solían llevar en las películas antiguas de safaris. El chico se los enseñó a todos, incluido Jeonghan.

—¿A que es genial?

—Vas listo si crees que van a dejarte llevar eso en clase —dijo el pelinegro, fingiendo que no pasaba nada. Tal vez Seungcheol le seguiría la corriente y eso daría pie a hablar con él—. Ya te pasaron el equipo de karaoke, pero creo que un salacot es demasiado.

—Solo tengo intención de llevarlo en nuestra habitación. En la gran Chol, Gye et Min —el menor se colocó el sombrero en la cabeza para hacer una demostración—. Es ideal para relajarse y estudiar. ¿A que se ve bien?

New Moon ➳ SeventeenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora