«Capítulo 9»

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Después del reencuentro, Jeonghan tuvo la sensación de estar viviendo en dos mundos paralelos. En uno de ellos, Seungcheol y él por fin estaban juntos, y tenía la sensación de que era en ese donde había querido estar toda la vida. En el otro, era un mentiroso que no merecía estar con nadie.

—Pero me parece raro —susurró Seungcheol para que no resonara en la biblioteca.

—¿El qué te parece raro?

El mayor miró a su alrededor antes de contestar para asegurarse de que nadie los oía. No tendría por qué haberse preocupado, pues estaban sentados en uno de los pasajes abovedados más alejados, revestido de libros encuadernados a mano de un par de siglos de antigüedad, uno de los rincones más recogidos de todo el Internado.

—Que ninguno de los dos recuerde lo que pasó esa noche.

—Tuviste un accidente —cuando Jeonghan no sabía qué decir, se aferraba a la historia que se había inventado la señora Ha. Seungcheol no se la había acabado de creer, pero lo haría con el tiempo. No le quedaba más remedio. Todo dependía de eso—. Muchas veces la gente olvida lo que ha ocurrido justo antes de tener un accidente. Tiene sentido, ¿No crees? Esos motivos decorativos de hierro tienen un filo bastante cortante.

—Cuando he besado a alguna chica... —se le fue apagando la voz al ver la expresión del pelinegro—. A nadie como tú. A nadie que ni siquiera pueda comparársete.

Jeonghan bajó la cabeza para ocultar una sonrisa abochornada.

—Da igual, el caso es que nunca me había desmayado, nunca —continuó—. Besas de miedo, créeme, pero ni siquiera tú podrías hacerme perder el sentido.

—No te desmayaste por eso —dijo el menor, fingiendo que deseaba volver a la lectura del libro de jardinería que había encontrado. Solo lo había sacado de su estantería por la persistente curiosidad que sentía por la flor que había visto en su sueño meses atrás—. Te desmayaste porque esa enorme barra de hierro te dio en la cabeza. Eso es todo.

—Pero eso no explica por qué tampoco lo recuerdas tú.

—Ya sabes que tengo problemas de ansiedad, ¿No? A veces como que se me va la olla. Cuando nos conocimos por primera vez, estaba en medio de uno de esos ataques. ¡Uno de los de verdad! Incluso hay partes del día de mi espectacular fuga que apenas recuerdo. Seguramente volví a tener uno de esos ataques cuando te golpeaste en la cabeza, porque podrías haber muerto —al menos esa parte se acercaba bastante a la verdad—. No me extraña que tuviera miedo...

—No me ha salido ningún chichón en la cabeza. Solo tengo una magulladura, como si me hubiera caído o algo así.

—Te pusimos un paquete de hielo. Te atendimos enseguida.

—Sigue sin tener demasiado sentido —insistió, poco convencido.

—No sé por qué sigues dándole vueltas —aunque Jeonghan no dijera nada más, eso solo volvía a convertirlo en un mentiroso, y mucho peor que antes. Tenía que ceñirse a la historia por su propia seguridad, porque si en algún momento la señora Ha descubría que Seungcheol sospechaba algo, ella podría... Podría... No sabía qué podría hacer, pero se temía que no sería nada bueno. Sin embargo, decirle al mayor que sus dudas eran infundadas, que sus preguntas sensatas acerca de Septendécim y su amnesia transitoria no eran más que tonterías, eso era peor. Eso era pedirle a que dudara de él mismo y no quería hacerle algo así. Ahora sabía lo mal que uno se sentía cuando se dudaba de sí mismo—. Por favor, Cheol, déjalo.

El mencionado asintió lentamente.

—Ya hablaremos de eso en otro momento.

Cuando se olvidaban del tema y dejaban de preocuparse por la noche del Baile de fin de Alo, no había nada mejor que estar juntos. Era casi perfecto. Estudiaban en la biblioteca o en el aula de la señora Yoon, y a veces los acompañaban Mingyu, Seokmin, Seungkwan y sus dos compañeros de cuarto, Soonyoung y el pequeño Chan. Comían en los prados, envolvían sus sándwiches en bolsas marrones y se los metían en los bolsillos del abrigo. En clase, Jeonghan soñaba despierto y se despertaba de su feliz ensoñación única y exclusivamente cuando no le quedaba más remedio que prestar atención para no suspender. Cuando tenían Química, la pareja entraba y salía del aula del profesor Baek sin despegarse. Los demás días, el mayor iba a buscar al pelinegro en cuanto acababan las clases, como si hubiera estado pensando en este incluso más que él.

New Moon ➳ SeventeenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora