«Capítulo 7»

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Los primeros paquetes llegaron con el reparto del correo. Cajas de cartón, algunas de las cuales llevaban impresas elegantes etiquetas de tiendas caras, unas cuantas con direcciones de Nueva York y París. Los paquetes de sus compañeros venían de Milán.

—Brioni Vanquish II. ¿No crees que es un modelo precioso? —el papel de tisú crujió al sacar el traje para el Baile de fin de Año. Junhui se puso el traje sobre el cuerpo para que vieran cómo le quedaba.

—Vas a verte espectacular —era fácil adivinar que ese color casaría a la perfección con su tono de piel—. Debes de haber ido a cientos de fiestas como esta.

—Ah, con el tiempo todas parecen iguales. ¿Será tu primer Baile?

—Celebraron un par en mi colegio —dijo Jeonghan sin mencionar que se hicieron en el gimnasio y que de la música se encargó el friqui de audiovisuales, quien se dedicó a poner sus mezclas cutres. Junhui no habría sabido de qué le hablaba y habría entendido menos aún el hecho de que se haya pasado ambos bailes de pie, apoyado contra una pared, o en el lavabo escuchando música.

—Te llevarás una sorpresa agradable. Ya no se celebran bailes como estos.

—¡Son mágicos, de verdad! —dijo Minghao con el rostro iluminado.

Las semanas que transcurrieron entre la invitación de Jisoo y el baile fueron muy confusas por el torbellino de emociones que lanzaba a Jeonghan en direcciones opuestas cada dos por tres. En un momento, estaba con su madre mirando trajes en un catálogo para elegir el que más le gustara y horas después echaba tanto de menos a Seungcheol que apenas podía respirar.

Jisoo le sonreía para darle ánimos durante las clases interrogatorio de la señora Ha, y solo pensar en la magnífica persona que era hizo que le embargara una oleada de culpabilidad porque creyó estar dándole falsas esperanzas. No es que se hubiera arrodillado y le hubiera prometido amor eterno, pero estaba convencido de que esperaba de él algo más profundo de lo que sentía.

De noche, tumbado en la cama, imaginaba que Jisoo lo besaba y le sujetaba el rostro entre sus manos. No significaba nada, podría haber estado recordando una escena de una película. Luego, a medida que Jeonghan se adormecía y sus pensamientos empezaban a divagar, las fantasías cambiaban. Los ojos marrones que tenía clavados en él se volvían de color oscuro y era Seungcheol quien estaba coan él, sus labios sobre los suyos. El pelinegro nunca había besado a nadie, pero conseguía imaginarlo con claridad meridiana mientras se revolvía inquieto bajo las sábanas. Su cuerpo parecía mucho más experto que él mismo. Se le aceleraba el corazón, las mejillas se encendían por el calor y apenas conseguía dormir. Las fantasías con Seungcheol eran mejores que cualquier sueño, pero se dijo que no podía seguir así. Iba a asistir al Baile de fin de Año con el chico más amable de todo el Internado. Era lo único bueno que le había ocurrido hasta el momento en Septendécim y quería disfrutarlo. Sin embargo, nunca conseguía llegar a convencerse de que el baile fuera a alegrarle la vida, pero todo cambió cuando se probó el traje blanco que eligió.

—Le hice unos arreglos en el torso —dijo la señora Yoon, que llevaba una cinta métrica colgada del cuello y unos cuantos alfileres prendidos en la blusa. Sabía coser cualquier prenda que se te pasara por la cabeza, era una artista de la aguja y le había modificado a su hijo el traje comprado por catálogo. Sin embargo, no había manera de que hiciera lo mismo con los uniformes. Se escudaba en la excusa de que no tenía tiempo y acabó sugiriéndole que aprendiera a coser, aunque sin éxito. Su madre no era amante de las máquinas de coser, y Jeonghan no se imaginaba aprendiendo a usar un dedal—. También he bajado un poco el cuello.

New Moon ➳ SeventeenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora