«Capítulo 8»

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Las órbitas de sus ojos se abrieron de golpe cuando un pensamiento trágico pasó por su mente y volvió la mirada al cuerpo inerte de Seungcheol.

—Yo... ¿Yo lo maté...? —sollozó el pelinegro. No podía dejar de llorar. Su madre le había pasado un brazo por encima de los hombros y este dejó que lo condujeran lejos del cenador sin oponer resistencia. También habían otros profesores encargándose de que los demás alumnos no se enteraran de lo que había ocurrido—. Mamá... ¿Qué he hecho?

—Seungcheol está vivo —nunca le había hablado con tanta dulzura—. Debes estar tranquilo, cielo, se pondrá bien.

—¿Estás segura de eso?

—De todo —Jeonghan fue tropezando en casi todos los escalones de piedra a medida que subían. Le temblaba de la cabeza a los pies de tal modo que apenas podía mantenerse derecho. Se le había estropeado el peinado, pero su madre iba acariciándole el cabello, que ahora caía lacio alrededor de la cara—. Cariño, sube a mi habitación, ¿De acuerdo? Lávate la cara y tranquilízate.

Negó con la cabeza.

—Quiero estar con Seungcheol.

—No sabrá que estás a su lado...

—Mamá, por favor.

La señora Yoon iba a negarse, pero comprendió que sería inútil discutir.

—Vamos...

El señor Yoon había llevado a Seungcheol a la cochera. Al entrar, Jeonghan se preguntó por qué estaría dividida en estancias, con las paredes recubiertas de paneles de madera tintada de negro y llenas de fotografías de color sepia con viejos marcos ovalados. Luego recordó que la señora Ha vivía allí. Estaba demasiado conmocionado para que le preocupara su presencia. Cuando intentó entrar en el dormitorio para ver al mayor, su madre sacudió la cabeza.

—Lávate la cara con agua fría, respira hondo y tranquilízate. Luego ya hablaremos —ella esbozó una sonrisa ladeada—. No va a pasar nada, ya lo verás.

Sus manos temblorosas buscaron a ciegas el pomo de cristal del baño. En cuanto el pelinegro se miró en el espejo, comprendió por qué su madre había insistido tanto en que se lavara la cara. Tenía los labios manchados con la sangre de Seungcheol y unas cuantas gotas le habían salpicado las mejillas. Abrió los grifos de inmediato, desesperado por eliminar las pruebas de lo que había hecho, pero cuando el agua fría empezó a correr entre sus dedos, se encontró mirando las manchas de sangre con mayor detenimiento. Tenía los ojos llorosos y los labios rojos que seguían hinchados de haber estado besándose.

Se pasó la punta de la lengua lentamente por el contorno de los labios. Volvió a probar el sabor de la sangre del mayor y fue como si estuviera tan cerca de él como cuando lo había tenido entre sus brazos.

«Entonces se referían a esto»

Sus padres le habían dicho que algún día la sangre sería algo más que solo sangre, algo distinto a lo que traían de la tienda del carnicero y con lo que lo alimentaban. Nunca comprendió a qué se referían, pero ahora lo sabía. En cierto modo, había sido como el primer beso con Seungcheol. Su cuerpo sabía lo que necesitaba y quería antes de que su mente hubiera llegado a adivinarlo.

El sentimiento de culpa le hizo volver a llorar, así que se mojó la cara y la nuca con agua fría. Tuvo que hacer varias inspiraciones hondas durante unos minutos antes de poder salir del baño por su propio pie.

La cama de la señora Ha era un armatoste de madera negra tallada con columnas en espiral que soportaban un dosel. Seungcheol, inconsciente en medio de la cama, estaba tan blanco como las vendas que le envolvían el cuello, pero al menos respiraba.

New Moon ➳ SeventeenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora