Final

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Todos los miembros de Adamās dieron un paso adelante, sincronizados.

—¡Jeonghan! —gritaron al unísono los Yoon y Seungcheol.

Ambos trataban de advertirle sobre el otro y el pelinegro sintió como si estuviera dividido en dos. Los demás también empezaron a gritar; sus palabras se solapaban y el zumbido de su cerebro mezclado con el pánico le impidió distinguir sus voces individualmente.

—¡Suéltenlo!

—¡Largo de aquí!

—¡Atrás o morirán!

—Si le hacen daño...

—¡Jeonghan! —gritó la señora Yoon. Su hijo se concentró exclusivamente en ella. Estaba en la entrada, tendiéndole la mano. La luz de la mañana hacía que pareciera rodeada por un destello—. Ven aquí —abrió tanto la mano que se le tensaron todos los músculos y tendones, tanto que tenía que dolerle—. Ven.

—Él no va a ninguna parte —la señora Choi dio un paso al frente y se interpuso entre ellos, con las manos en garras. Había dejado uno de sus dedos sobre la empuñadura del cuchillo que llevaba en el cinturón—. Se acabó lo de seguir engañando a este chico. De hecho, se acabó todo, punto.

—Tienes diez segundos —les advirtió el padre de Jeonghan con voz ronca.

—¿Diez segundos para qué? ¿Para que tomes la casa por asalto y acabes con todos nosotros? —la mujer extendió los brazos en un gesto que abarcaba toda la sala, incluyendo la silueta desdibujada de la cruz en la pared—. Eres más débil en la casa de Dios. Lo sabes tan bien como yo, así que adelante, entra, pónnoslo fácil.

Todos los miembros de Adamās iban armados. El señor Yang empuñaba un cuchillo enorme y Hansol blandía un hacha como si estuviera acostumbrado a usarla. Jihoon y Soonyoung sostenían otras, e incluso el inocente Chan portaba una estaca. ¿Cómo era posible que unas personas tan agradables para Jeonghan pudieran transformarse en un instante en los asesinos de sus seres queridos?

El pelinegro vio el perfil de Jisoo en la puerta, detrás de sus padres. Él había aceptado su rechazo con resignación, había seguido siendo su amigo e incluso había arriesgado su vida para protegerlo. Se merecía algo mejor que aquello al igual que Seungcheol, y muy a pesar de lo claro que lo veía el casi vampiro, parecía invisible para los demás.

—No entraremos nosotros —el señor Yoon torció el gesto en una extraña sonrisa; la nariz rota cambiaba su aspecto—. Serán ustedes los que salgan.

—Jeonghan, cuidado —Seungcheol le puso una mano en el brazo, aunque no se había dirigido a él. ¿Qué habría visto?

Acto seguido, Jisoo se descolgó un arco del hombro con movimientos precisos y apuntó, dándole el tiempo justo a la señora Yoon para encender la punta de la saeta con un mechero plateado antes de que la flecha incendiaria saliera disparada y cruzara la habitación como una centella de luz y calor para alcanzar la pared, que se prendió de inmediato.

Fuego.

Una de las pocas cosas que podía acabar con los vampiros, una de las pocas cosas que todos temían. Sin embargo, Jisoo siguió disparando una flecha tras otra al interior de la Iglesia, sin apuntar directamente ni a nadie ni a nada en concreto, con la única intención de prenderle fuego al lugar, mientras los miembros de Adamās se agachaban e intentaban esquivarlas. La madre de Jeonghan no se movió de su lado, creando la salva de fuego con su encendedor sin vacilar un solo instante. Uno de los proyectiles hizo añicos la lámpara de lo alto y envió esquirlas de cristal en todas direcciones; la punta ardiendo se hundió profundamente en el techo. A su alrededor, la vieja madera del centro cívico prendió de inmediato y el fuego empezó a extenderse. El humo, denso y oscuro, había comenzado a oscurecerlo todo.

New Moon ➳ SeventeenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora