8. El Sabor de lo Prohibido

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¿Tú me quieres o no?
Escuché una cosa y ahora escucho otra
La felicidad es como una mariposa
Trato de atraparla cada noche
Y se escapa de mis manos hacia la luna
Si él es un asesino serial, entonces
¿Qué es lo peor que me podría pasar si ya estoy herido?
Si él es tan malo como dicen, entonces creo que ya estoy maldito
Miro sus ojos y creo que él ya está herido
Así que dije, 'no seas idiota, no llames un taxi'
Tengo tu remera, lloro en el asiento trasero
Sólo quiero bailar contigo...

Happiness is a butterfly by Lana del Rey.




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Muchos creen que las orquídeas son un afrodisíaco de la naturaleza, y no me sorprende, pues son hermosas y ejercen tal atracción, que te hacen permanecer observándolas unos cuantos segundos, preguntándote: «¿cómo crece tan gloriosa? ¿Qué implica tanta belleza?». Y por supuesto que la respuesta es: la subjetividad. Ese ingrediente que ciertamente comenzaba a faltarme cuando se trataba de mi orquídea favorita, de KyungSoo y su inevitable magnetismo.

Me culpé el viernes, cuando él no se apareció ni en el horario que acordamos, ni más tarde. No debía ilusionarme, pero se tornaba en una tarea muy difícil cuando había pasado tanto tiempo sin verle. Cuando en mi piel quemaba el beso que me había dado. Pensé con ingenuidad en sus excusas, tal vez había tenido un inconveniente con algún profesor y por eso su tardanza. Lo esperé. Lo esperé como un idiota y cuando sonó la campana de la escuela anunciando una hora transcurrida, me marché.

En la florería contuve el llanto, no podía dejar que mamá me viese así, además tenía que pensar en una buena excusa, pero esta vez, una para mi tardanza; claro que lo que se me ocurrió, fue nada más y nada menos que habían castigado a todo el salón. Si decía que me había ido con mis amigos, me daría una reprimenda por rebelde. Era bastante estricta, por lo que siempre tenía que tener planeadas las salidas -si es que siquiera las había-, porque tampoco salíamos mucho con mis compañeros.

Una tarde en el parque, unos helados, el cine del próximo pueblo a diez kilómetros -donde afortunadamente había un centro más decente que el nuestro, aunque esos paseos apenas sucedían cada dos o tres meses-, y hasta allí llegaba mi vida social. Como mucho, venía TaeMin a mi casa y se quedaba a dormir un fin de semana, y luego yo iba igual a la suya. Él era mi mejor amigo, nos conocíamos desde el jardín de infantes y nos cuidábamos cual hermanos. Aunque claro, la importancia de su amistad, no fue relevante hasta la partida de KyungSoo, cuando aún éramos niños.

Ya en casa relajado, después de la cena y una ducha, envuelto en sábanas y frazadas, lloré de impotencia. Si tan sólo pudiese ir a su casa y reclamarle, si tan sólo me atreviese a ignorar los comentarios de mamá, advirtiéndome que seguía sin confiar en Do KyungSoo. Pero ella parecía seguir teniendo razón, porque con tan sólo verlo salir el sábado de la florería, lo primero que dijo fue: «ese joven oculta cosas muy raras, nadie es tan encantador después de matar animalitos y desaparece siete años para volver justo cuando su padre está internado».

Cuanta razón tenía mamá,
pero, ¿podía siquiera probarlo?
Ella no.
Pero yo sí.
KyungSoo seguía siendo el mismo chico irresponsable.
Encantador y rompe corazones.
Sólo que aquello último, seguramente lo ignoraba.
Porque ¿quién podría tener razones
para enamorarse de alguien que sin motivos,
mataba todas mis ilusiones?

Sí. Ese era yo.

Mis razones radicaban exactamente en un lugar incomprensible incluso para mi mismo, en KyungSoo.

Él era la razón.
Era una obsesión.

Y no podía curarla.

KyungSoo apareció el lunes siguiente por la puerta de la florería, saludándome a la distancia con la mano, notando la mirada fría de mi madre; así que siguió de largo con su camino. No entró porque efectivamente, ella lo espantaba. Así que no me quedaba más que ir tras él, teníamos que hablar. Me lo debía.

Memorias de una Orquídea 🌺 (KaiSoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora