Animales, evidencia
Las puertas plateadas parecen más un par de vallas con estacas
Una vez que ingreses no podrás invitar amigos.
Es mi turno de ignorarte, no digas que no te advertí
Todas las chicas buenas van al infierno
Porque incluso Dios mismo tiene enemigos
Y una vez que el agua empiece a alzarse
Y el cielo esté fuera de vista
Querrás al Diablo en tu equipo
Mi Lucifer solitario...All the good girls go to hell by Billie Eilish.
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No me atreví a acercarme a KyungSoo, ni él tampoco volvió a aparecerse por la florería, ni mucho menos a la salida de la escuela. Creerán que era ridículo pretender verlo en otro lado, teniéndolo en la casa de al lado, pero para mi era la mejor opción. Lejos de las familias, de los comentarios, de los discursos abrumadores como el que me había dado mi madre cuando regresé a casa, después de haber huido tras KyungSoo.
Me regañó durante unos diez minutos, apuntando a que él era un joven que probablemente continuaba enfermo de la cabeza, porque esas cosas eran difíciles de predecir y curar; me asustó con que terminaría en la cárcel si le seguía la corriente, y por un momento, lo visualicé. Eso podría ser real si KyungSoo cometía algún otro delito y me arrastraba con él. Mamá ni siquiera sabía de los helados, pero haber oído que le robaba de los bolsos a las ancianas en la niñez, ya le había alcanzado y sobrado para desconfiar y no creer jamás en él.
—Ese chico cree es inmune a la prisión porque su madre es abogada. Y puede que tenga suerte en ello, pero si encierran a alguien, será a sus amigos que le hacen caso; y ahí sí que no habrá abogado que los ayude, ni a ti, ni a ninguno de ellos.
—Ya entendí mamá. No intento ser su amigo.
—Ni lo pienses tampoco, lo último que quiero es otro hijo descarrilado.
—En vez de criticar a Do KyungSoo podrías intentar hacer algo por GaIn.
El chasquido de su mano contra mi mejilla, había bastado para hacerme callar. Una cachetada, la primera que recibía en mi corta vida. A los trece años comencé a responderle a mamá con las pequeñas verdades que nadie le reprochaba, y claro que no le gustaban, pero también era injusto que nadie hiciese algo por GaIn. Sí, ella ya era mayor de edad, pero eso no significaba que estuviese en condiciones de tomar sabias decisiones. Era más fácil golpearme a mi que aún estaba bajo su tutela y hablar mal de KyungSoo, con tal de mantenerme encaminado y no acabar como uno de ellos, en institutos pupilos o huyendo con su profesor.
Mi mejilla ardía y yo lloraba en silencio, tras mamá irse de la habitación con un portazo.
Eso era lo que ganaba por haber salido con KyungSoo. Eso y miles de cuestiones, de pensamientos curiosos que me hacían fantasear con él en las noches, ambos escapando de nuestras casas hacia un lugar desconocido, robando comida en las tiendas y saliendo despavoridos en el auto de la señora Do, conduciendo con velocidad y sin importarnos más nada.
Las fantasías siempre se visualizaban sin interrupciones, felices, sin consecuencias. Era como soltar un globo en medio de una tempestad, y dejarlo volar hacia donde el viento lo llevase, hasta que un simple roce con la dura realidad, lo pinchase. Fantasear no estaba mal siempre y cuando siguiese recordando el lugar en donde en verdad me hallaba teniendo tal fantasía. En mi cama, a punto de dormirme, bajo el techo de mi casa, donde vivían mis padres. Donde esa era la realidad. Ir a la escuela al día siguiente y seguir lidiando con las clases.
El otoño llegó pronto, rápidamente dos meses pasaron, y se sentía en el apagón de los árboles, en sus colores ocre, y en las hojas que comenzaban a caer débiles. Yo no le importaba ni interesaba a Do KyungSoo, no comprendía porqué se había aparecido por nuestra florería a pocos días de haber llegado, ni tampoco porqué me había buscado por allí. En mi cabeza persistía la nebulosa duda, ¿qué quería de mi? O qué había querido de mi en ese entonces.
Y quería olvidarlo, no quería pensar más en el beso en mi mejilla, ni en la adrenalina de cuando corrimos con los helados robados. No quería recordar su dedo en mi boca, ni el dulce sabor a vainilla que tenía en el mismo. Y parecía que podría lograrlo. Que aunque viviese al lado, era posible no verlo en tanto tiempo, porque cada familia tenía sus rutinas y horarios. Yo sabía que se iba mucho más temprano a la preparatoria porque tomaba el bus, pero a mi me llevaba papá, así que lo veía salir; antes de que mamá me llamase a desayunar, lo avistaba pasar delante de nuestra casa, desde la ventana de la sala.
Parecía que podría evadirlo, pero en realidad, seguía buscando la forma de aún contemplar su belleza.
Ignoraba las comodidades de KyungSoo. Ignoraba tantas cosas sobre él, que realmente no sabía nada. No lo conocía, nunca lo había hecho y probablemente nunca lo haría, pero aún así...
Quería intentarlo.
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Memorias de una Orquídea 🌺 (KaiSoo)
Fanfiction¿Qué son estos treinta años cuando regreso a los trece y a aquél reencuentro? ¿Qué son estos treinta que tan sólo viéndolo pasar de largo a mi lado, en medio de la calle, en el centro de la ciudad y perdiéndose otra vez, me hace perderme a mi mismo...