5. Aburrido

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El bullicio, las peleas, todos quieren un bocado de mi
Fotos, más fotos, hacen chismes sobre perras que ni siquiera conocen
Oh, hablan pura mierda
No quiero amigos de almuerzo, no oh
Quiero a alguien que entienda, oh
Ven a mi casa, a morir juntos
Una amistad que dure para siempre
Y no amigos de almuerzo, no oh...

Lunchbox Friends by Melanie Martinez.






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Los días veraniegos de Julio, se volverían para mi, uno de los más traumáticos en mi vida y yo aún ni siquiera era consciente de ello. Parecía un niño tonto esperando por su regalo de navidad, al estar cada día pegado a los arbustos, atento a una señal de KyungSoo. Sin embargo, después de que no se apareció en toda la semana, simplemente me resigné y decepcionado, dejé de esperarlo.

Mamá tenía algo de razón, KyungSoo sí era un poco malo, pero no podía decírselo ni darle la razón. No era culpa de ella que yo hubiese confiado en que él sería mi amigo, más bien era mi culpa por no haberla obedecido; en ese entonces, creí que yo tenía razón...

Y sin quererlo, lo creería otra vez.

Cuando menos lo imaginé, mientras regaba las plantas del jardín que mamá me había pedido antes de marcharse a la florería, lo oí chistar. Al principio quería ignorarlo, pero mi orgullo no era tan grande como mi anhelo por verlo, así que cuando llegó el murmullo: «JongIn» a mis oídos, me giré. KyungSoo estaba asomando su cabeza entre los arbustos y saludando con su mano. Me atraía con tan sola una sonrisa de sus labios aduraznados, y yo me acercaba sigiloso, observándole con seriedad.

—JongIn, ¡ven, vamos a cuidar a Nyan!

—¿En serio? —le miré sorprendido.

—¡Sí, le compré un collar, no te lo mostré!

Sonreí contento y lo seguí una vez más por su jardín hasta la despensa. En verano ese pequeño cuarto era una caldera, probablemente hacía tres grados más que afuera gracias al sol calentando el techo de chapa; pero eso no importaba cuando podía acariciar un rato al gatito, a Nyan. Mamá no me dejaba tener mascotas así que poder cuidar una junto a KyungSoo, me hacía mucha ilusión.

El michi anaranjado caminaba con gracia entre los estantes y KyungSoo se subió a una vieja silla para alcanzarlo. Tal y como me dijo, tenía un collar celeste y una chapita metálica con su nombre. Alcé al peludito en mis brazos y lo mimé un rato bajo la atenta mirada de KyungSoo. Por un instante no le presté atención a él, pero luego de unos minutos, me sentí incómodo. 

—¿Quieres cargarlo? —titubeé.

Sus ojos clavados y sin parpadear sobre mi rostro, me hacían sospechar la posibilidad de que estuviese tramando algo.

—¡Claro! —exclamó finalmente y sonrió.

Pero en el momento en que quise pasárselo a sus brazos, KyungSoo lo tomó bruscamente por el collar con su mano, Nyan colgaba en el aire cual péndulo viviente, estirando sus patitas buscando huir.

—¡Así lo lastimas!

—No, ¿lo ves quejándose? Le gusta —aseveró y lo sacudió cual yo- yo.

—¡No! —grité y se lo arrebaté.

Nyan sacó sus garras al caer en mis brazos y saltó subiéndose tan alto como las estanterías se lo permitieron. Miré a KyungSoo inquieto, sin comprender sus intenciones, él me miraba de regreso sin expresión alguna, ni enojo ni alegría, hasta que finalmente suspiró y cabeceó.

—Eres un niño aburrido. Por eso no tienes amigos.

No podía deducir si quien estaba enojado era yo, pero aquellas palabras habían sido un puñal no en mi corazón, sino en mi cabeza, eran un recuerdo imborrable. Aquello lastimaba más que un corte en la piel ocasionado por una travesura al jugar. Y pese a que me habían advertido no jugar con Do KyungSoo, yo me había atrevido. Todos tenían razón, KyungSoo era malo y por fin lo había comprobado.

Me giré para no dejarle ver mi rostro rojo, conteniéndome para que no descubriese mis ganas de llorar. Él había dicho que éramos amigos secretos, y ahora me decía que yo no tenía ninguno. Las palabra no me salían, el nudo en mi garganta crecía con cada segundo permaneciendo allí, y cuando estiré mi brazo para abrir la puerta, sentí la mano sobre mi hombro.

—Pero eso no significa que no quiera ser tu amigo... La gente aburrida también es necesaria —murmuró y me volteé hacia él, entonces me sonrió una vez más—. Aunque no lo creas, para mi sí es divertido hacer cosas aburridas contigo.

—¿En... En serio?

—Claro que sí. No puede ser todo súper divertido, o nos aburriríamos de que siempre lo fuese.

Fruncí el ceño, pensé detenidamente sus palabras, porque claro que en el fondo, el hecho de que KyungSoo fuese más grande que yo, le daba ventaja para mandarme y no quería que se pasase de listo conmigo. Yo también era listo, los profesores lo decían a menudo, sólo me costaba integrarme a los grupos; aunque lentamente lo hacía. No era una chispa como otros, ni me la pasaba hablando todo el día, pero hacía sociales en menor medida.

—Fuiste malo KyungSoo —reproché.

—Todos somos malos a veces. Pero ya no pasará. ¿Te vas a ir igual?

—Sí, voy a almorzar, mi hermana está haciendo ramen.

—¿Cómo se llama tu hermana?

—GaIn.

—¿Cuántos años tiene?

—Once.

—¡Genial! Puedo invitarla a salir conmigo y SeHun.

—¿Y yo también?

—No, tú eres muy pequeño.

—No soy pequeño.

—Sí lo eres —reiteró, y adelantándose, me abrió la puerta—. Ya vete a almorzar.

Diferente pero parecido a la primera vez, volví a sentirme echado; pese a que esa había sido mi decisión, irme antes de su último discurso, era como si lo hubiese revertido a su favor. La angustia se apoderaba nuevamente de mi, ¿realmente KyungSoo quería ser mi amigo? Me acompañó dándome empujones en la espalda hasta el agujero en los arbustos, y una vez que crucé a nuestro terreno, sentí la mano sujetando mi muñeca con fuerza.

—Ey, JongIn.

—¿Qué? —espeté molesto.

—Adiós.

Me jaló hacia él y en medio de la maleza envolvente, me besó la mejilla fugazmente. Nadie podía verlo y nadie nunca lo sabría. Pero en ese momento, una partícula muy importante que se transformó en eslabón dentro de mi, se removió iniciando un efecto dominó sin retorno alguno. Me empujó bruscamente del pecho y caí de cola en el césped; entonces desapareció con rapidez, se fue corriendo hacia su casa. Nyan había quedado adentro de la despensa, pero eso era lo último en lo que podía pensar cuando mi corazón, revoloteaba por ese contacto en mi rostro.

Los labios de KyungSoo, esos gorditos en forma de cientos de frutas, de cerezas, habían pintado un destino irremovible en mi piel, uno rojo como el vino en mi corazón; él sería mi perdición, todo lo que pensaría a partir de ese día en adelante, durante muchos años más.

Un dulce beso, el motivo por el que sin importar las cosas malas que viese y dijesen, nunca sería capaz de pensar verdaderamente mal de él.

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Memorias de una Orquídea 🌺 (KaiSoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora