Ay, mi bien, no te olvides del mar
Que en las noches me ha visto llorar
Tantos recuerdos de ti.
Ay, mi bien, no te olvides del día
Que separó a tu vida
De la pobre vida que me tocó vivir.
Hay amores que se vuelven resistentes a los daños
Como el vino que mejora con los años
Así crece lo que siento yo por ti.
Hay amores que parece que se acaban y florecen
Y en las noches del otoño reverdecen
Tal como el amor que siento yo por ti.
Yo por ti...
Por ti...
Como el amor que siento yo por ti.Hay amores by Shakira.
🌺🌺🌺
Durante el juicio, la madre de KyungSoo, había reaparecido en mi vida como un ángel guardián. Ni mis propios padres estaban interesados en volver a verme, o ayudarme, y no me sorprendía. Podrían tener una hija medio loca y cuidar de su bebé cuando ella se iba por largos periodos, pero no iban a preocuparse por una causa perdida, por un delincuente. Mejor si criaban bien a su nieta desde pequeña y trataban de no cometer los mismos errores que fuese que habían cometido con sus dos hijos.
La señora Do, seguía ejerciendo su profesión con pasión. El cómo había llegado a mi, no era misterio. KyungSoo se había comunicado con ella pidiéndole que me ayudase, pero ninguno de los dos, ni su madre ni yo, sabíamos dónde se encontraba él, y eso era lo que la mantenía bajo presión. Sabía que su hijo podría ser culpable de decenas de cosas, y que probablemente si no era por sus delitos, lo tendrían fichado por sus contactos; pero si nadie lo encontraba, entonces, ¿cómo detenerlo? KyungSoo desaparecía veloz sin dejar pistas, como un pájaro migrando en los cambios de estación... Tal vez por eso adoraba tanto a las aves. Quería ser una, pero jamás tendría verdaderas alas, así que por eso las despedazaba. Las envidiaba. Una persona como él, nunca tendría la clase de libertad que deseaba. Mejor que nadie, KyungSoo sabía que su vida era un huir constante de la sociedad, cuando ésta comenzaba a amenazarle, al señalarle sus fallas.
Yo no me había salvado de las rejas, pero esperaba expiar mis pecados y al menos tener las alas necesarias, para alcanzar algún día las puertas del cielo.
El anillo y las cientas de píldoras en la mochila con la que me habían encontrado, bastaron para hacerme cumplir la condena por posesión ilegal de narcóticos, y un robo en el que mis huellas habían quedado por toda la vitrina de los Kim. En el juicio los volví a ver, los padres de JunMyeon, con su semblante estoico, destilaban un putrefacto odio. Para ellos, yo era culpable del asesinato de JunMyeon; no obstante, para eso no tenían pruebas de ningún tipo. KyungSoo siempre tan listo y traicionero, había usado guantes, dejándome a la intemperie en el robo. De todos modos, no dudé en contar mi versión de los hechos, la única versión que ante la justicia, también era la verdadera; de otro modo, KyungSoo no hubiese estado prófugo.
Me sentenciaron a diez años, pero la señora Do con tranquilidad me dijo que esa condena se vería reducida si hacía buena letra; tal vez podría cumplir con libertad condicional a los seis o siete años, con la posibilidad de insertarme como operario en alguna fábrica que tenía convenio con los ex presidiarios. Y para mi fortuna así lo hice, aún si sentía que no lo merecía, que era más de lo que nunca hubiese imaginado, era la única forma de recomponer un poco mi vida y no pasar tanto tiempo encerrado entre paredes.
Mi primera salida se dio finalmente, después de ocho años, la señora Do, decían, ya se había jubilado; así que me habían asignado un abogado del estado, y con él, las cosas obviamente se habían retrasado. El que la señora Do ya no estuviese para ayudarme, era decepcionante. Durante todos esos años, había sido toda la contención que me mantenía cuerdo de querer rehacer mi vida; pero las dudas me consumieron, cuando ella ni siquiera se apareció como visita. Habiendo hecho tanto por mi, simplemente se desvaneció; tal y como KyungSoo lo hacía...
Supongo que era algo de familia.
Lo malo de ello, era que me había encariñado tanto, que incluso la extrañaba más que a GaIn. La señora Do había logrado hacer que mi hermana me visitase a lo largo de esos años. La primera vez que la vi, lloré durante minutos hasta que logré calmarme; el poco tiempo que tenía de visita, se me fue entre lágrimas. Uno no se imagina, ni realmente siente cuánto puede llegar a extrañar a alguien, hasta que cerebro, corazón y piel, hacen conexión todos a la vez, volviendo a sentirse unidos, a través de un profundo abrazo. GaIn siempre me traía noticias, y de vez en cuando, había traído a mi sobrina JangHi, tan bonita y tierna, pero también seria y comprensiva. No estaba asustada de conocerme, ni tampoco del lugar en el que estaba, simplemente la veía feliz, y durante esos años, fue lo que más alimentó mi deseo por salir de allí.
Sabía que volver a casa no era una posibilidad, y aunque mi hermana se ofrecía a irnos todos juntos, tampoco era una buena idea. Yo no estaba para cuidar de mi sobrina cada vez que ella se desapareciese. No estaba preparado para soportar el abandono de nadie, así que quería permanecer en la soledad. Si aceptaba irme con ellas, sería condenarme nuevamente a un estilo de vida donde yo no tenía libertad de hacer lo que deseaba, porque siempre estaría sujeto a las locuras de alguien más. La realidad era que la cárcel, parecía ser el único lugar que me mantenía bajo una firme estructura, donde pese a no poder salir a la calle, cosa a la que tampoco estaba muy acostumbrado, me daba la tranquilidad de que nadie intentaría convencerme con ideas extraordinarias.
La prisión me daba seguridad.
De hecho, tal vez había tenido suerte, pero el lugar que me había tocado, era bastante “amistoso”; los presos que estaban allí, eran la mayoría, por delitos de menor grado. Así que si uno pensaba en violencia, la que había era por peleas internas; como quién mandaba en un sector, quién mandaba en otro, quién hacía el trato con los policías para conseguir cigarros. Fuera de eso, teníamos cómo mantenernos ocupados, durante el resto del día habían actividades obligatorias: ejercicio, cocina, lectura, limpieza. Así que eso colaboraba en buena medida, en despejar mi mente de una persona determinada.
Sin embargo, cada tanto, su fantasma entre sueños y por las noches de insomnio, regresaba. KyungSoo al mismo tiempo, seguía siendo lo único que no podía al cien por ciento olvidar. Y no era para menos después de haber amado y sufrido con él, las cosas que había vivido. Secretamente, seguía siendo el único alimento que me mantenía lúcido, con un objetivo. Quería encontrarlo, lo necesitaba. Habían tantas cosas que aclarar, había tanto que deseaba decirle todavía; tantas cosas de las que me había dado cuenta en esos años encerrado, que ni siquiera estaba seguro de que una vida entera fuese a alcanzarme para desquitarme, pero tenía que hacerlo.
Aún si en dos años había logrado construir una frágil estabilidad, si cumplía la libertad condicional, si trabajaba y me mantenía, y para mi salida, ya era por primera vez, completamente independiente; supe que aquél extraño de la calle no era él. Siempre lo supe, pero su parecido, el reflejo de alguien que aún vagaba en alguna parte del mundo, no me abandonaba. Sólo bastó un ligero parecido de un desconocido en medio de un gentío, para iniciar el efecto dominó mental, uno que iba en retroceso hacia todo lo que creía haber dejado atrás.
Desde los cinco hasta su partida, y desde los trece hasta los veintidós. Ahora otra vez, con treinta años, se repetía el ciclo. Nunca existía la superación, nunca avanzaba. Sólo era un engaño más, y ya no lo aguantaba.
Lo necesitaba como oxígeno,
necesitaba volver a ver su rostro lunático,
sus labios de ciruela,
y sus ojos platónicos, cargados en hechizos acuáticos.Necesitaba oír su voz persuasiva,
la que siempre me hacía volar hacia el cielo,
y me mantenía alto,
en las más exóticas fantasías.Tenía que acabar con tanto,
que sabía con precisión
que mi próximo paso sería,
volver otra vez a prisión.Tenía que buscar a Do KyungSoo, revivir el infierno una vez más.
Así todo mi cuerpo,
mi corazón, mi cabeza y alma, finalmente...
Descansarían en paz.🌺🌺🌺
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Memorias de una Orquídea 🌺 (KaiSoo)
Fanfiction¿Qué son estos treinta años cuando regreso a los trece y a aquél reencuentro? ¿Qué son estos treinta que tan sólo viéndolo pasar de largo a mi lado, en medio de la calle, en el centro de la ciudad y perdiéndose otra vez, me hace perderme a mi mismo...