¡Vuelve!

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Cuando Castiel fue arrancado del cuerpo de Jimmy, se sintió como si la piel se desgarrará y perdiera algo vital. Intento aferrarse con todas sus fuerzas al ángel, pero nada sirvió. Todo paso muy rápido y de repente, estaba allí solo, en la inmensidad de su ser. Su alma buscaba esa conexión con la desesperación de un drogadicto sin conseguir nada. Todo de él suplicaba por sentir al ángel una vez más.

Después de mantenerse en el silencio profundo de la inconciencia, alguien llamando a Cas le despertó. Se alarmó pensando que eran esos ángeles de nuevo, descubriendo a Sam y Dean, a quienes conocía muy poco.

- ¿Cas? No soy Cas. Soy yo.

- ¿Quién eres? – Interrogaron los Winchester.

- Jimmy, Jimmy Novak.

Un grupo de demonios le ataron en cuanto se enteraron de que Cas ya no estaba, aprovechándose de su debilidad. Los cazadores le protegieron, Sin embargo, aunque sea por un momento, Jimmy deseo visitar su casa, volver a ver a su familia una vez más. Los hermanos se negaban a dejarlo ir, con la esperanza de que Castiel regresara a su recipiente; pero comprendiendo la situación de su protegido, acabaron cediendo. 

Su esposa le abrazó y beso, creyendo que todo era un hermoso sueño. La pequeña Claire bajó corriendo las escaleras para lanzarse a sus brazos. Todo se sentía como si hubiese hecho un largo viaje de trabajo y apenas regresaba. Sin embargo, observó su hogar como si fuese la primera vez, volviendo a adaptarse a lo suyo. Sabía que los Winchester seguían allí afuera, manteniéndolo vigilado por su seguridad, la de su familia, y por si el ángel regresaba.

Amelia volvió a abrazarle en la cama, aferrada a su cuerpo como si sintiese que se marcharía una vez más en cuanto cerrara los ojos. Jim esperó a que se durmiese para apartarla, no se sentía cómodo entre sus brazos. La observo dormir por un largo rato, acostumbrado al insomnio constante de un ángel tomando el control, y se dio cuenta de algo desolador... No la amaba. Ya no.


La siguiente semana fue tranquila, se levantó temprano. Con su café matutino, revisó la calle, sorprendiéndose de no encontrar a los cazadores afuera. Supuso que podía estar tranquilo por ahora. Poco a poco se adaptaba de nuevo al molde de vida que llevó desde el día en que se casó, y que ahora le resultaba amargo.

Se acomodó en su sofá, cerrando los ojos para relajarse. Castiel llegó a su mente, como si fuese lo único en lo que podía pensar. Para él, el ángel era todo luz, sin una forma definida. A veces lo veía a través de un reflejó, era su cara pero los ojos era de Castiel.

La televisión se encendió repentinamente, mostrando estática y sacándolo de sus pensamientos. Jimmy dejó el café a un lado, acercándose al aparato. El conocido pitido en sus oídos comenzó a aumentar paulatinamente, hasta que cayó de rodillas, cubriéndose las orejas.

Jim abrió los ojos en un lugar oscuro, recordaba haber estado aquí. Era su mente y se sentía más a salvo allí que afuera.

- ¿Cas?

- Jim... yo... no puedo...

Su propia voz, más gruesa de lo normal, se escuchaba lejana y entrecortada, como una señal de radio perdiéndose. Era su ángel y podía sentirlo cerca como un aroma familiar hacia el que no podía evitar correr.

- ¡Castiel!

Una luz brillante se materializó bastante lejos, pero corrió hasta ella esperanzado. Y entonces, desapareció antes de que sus dedos tan siquiera la rozaran.

- ¡Jim! ¿Estás bien? – Interrogó Amelia, sacudiéndolo suavemente para traerlo de vuelta a la realidad.

Jimmy la alejó de un empujón, levantándose rápidamente para correr a la puerta. Miró al cielo, sin saber que buscaba en él. Castiel se había marchado, no pudo unirse  a él y no sabía el por qué.

- ¡Vuelve!

Sin obtener respuesta, se dejó deslizar las columnas de la entrada hasta sentarse sobre las frías escaleras. Esperando algo que no llegaría. 

Parte de mi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora