Moléculas.

176 22 10
                                        

Estiró el mapa sobre el capo de su auto, marcando donde estaban según el ultimó pueblo que pasaron. Ahora era importante saber hacia dónde ir y qué evitar. Marcharían por los caminos más despoblados, calculando el combustible entre gasolineras. Necesitaban evitar a la gente, evitar a los cazadores.

Los Winchester ya tenían una pista de donde estaban y seguramente habían dispuesto a su gente como minas en el terreno que les rodeaba. Muchas veces vio autos aminorar demasiado su velocidad al verle, y no le dejaban descansar un minuto en paz.

Jim no había comido hoy y el dinero escaseaba, al menos aún le quedaban algunas botellas de agua, que podía recargar incluso. Marcó el camino que debían seguir y llamó a Cas para que regresara al auto. No iba a rendirse tan fácil. El ángel le abrazó como siempre lo hacía y en seguida supo que la salud de Jimmy estaba desmejorando.

- Hay un arroyo cerca, ¿Quieres ir? – Sugirió Jim, intentando ignorar la mirada preocupada del otro.

Fueron allí, logrando acercar el auto lo más posible, pero notando que no había civilización cercana. Caminaron con cuidado entre la arboleda, de la mano, como si los arboles pudiesen separarlos.

Jim suspiró cansado, moría de hambre y se sentía mareado. El ángel se detuvo, buscando algo con la mirada a su alrededor.

- ¿Pasa algo? – El humano estaba listo para salir corriendo en cuanto el ángel le dijese que alguien se acercaba.

Sin decir nada, Cas posó su mano sobre un árbol cualquiera. Aún no controlaba del todo bien sus poderes, así que solo pidió un deseo esperando que su mano lo hiciese realidad. La gracia se esparció por el árbol a plena vista y se fundió con él, segundos después, comenzaron a caer manzanas.

James se acercó para tomar una, eran las manzanas más perfectas que jamás tuvo la fortuna de ver.

- Me esforzare por mejorar, pero esto es lo que puedo hacer por ahora. – Se disculpó Castiel, recogiendo frutos y guardándolos en su gabardina.

- Es más que suficiente. – Sonrió el más alto.

Al llegar, Castiel apartó la ropa en donde Jim se lo pidió y se sumergió lentamente en el agua. No sentía vergüenza de su desnudez, pues era como llevar una máscara para él, algo que no le pertenecía realmente.

Jimmy se quedó en la orilla, repasando la ropa en el agua para lavarla, su camisa aun tenia manchas de su propia sangre. Ni siquiera estaba seguro de cuánto tiempo paso desde su huida, pero no se habían bañado desde entonces. Tendió las prendas sobre unas ramas y volteó hacia Cas, pero no pudo verle.

- ¡¿Cas?!

Dando un saltó, el ángel resurgió del agua. Preguntando con una mirada por qué lo llamaba, y comprendiendo luego el pánico en el rostro contrario.

- Hay peces. – Se excusó, para luego volver a sumergirse.

El agua estaba cristalina y Cas podía ver peces pequeños danzar a su alrededor. De cuclillas bajo el agua, mirándolos bien de cerca, era más divertido. Jim siguió su camino, sumergiéndose a su lado para ver lo que él.



Fue precavido y en su bolso, Jim trajo una manta, que ahora serviría para sentarse a comer manzanas mientras esperaban a que la ropa se secara. Una chaqueta también fue prevista y colocada sobre los hombros del ángel. Cas le dio una mordida a una de las rojas frutas, pero enseguida deformó su rostro en una mueca de asco.

- Moléculas. – Dijo en queja.

Jimmy rio de su comentario y probó la que tenía en su mano. No podía vivir a base de manzanas, pero más adelante podían pasar por algún lugar y comprar otra cosa. Mantuvo su mirada en el agua, al igual que el ángel a su lado, dejando escuchar el sonido de la naturaleza.

- ¿Crees que Tally se estuviese besando con ese tipo? – Interrogó de repente Cas, retomando su discusión sobre el libro que leía muy de apoco.

- Quizá. –

- ¿Cómo se siente eso? – Siguió con su mirada fija en los ojos del otro.

- ¿Por qué tantas preguntas? – Rio Jim, la curiosidad era todo lo que se podía ver en el rostro del ángel.

- No puedes responder las verdaderas preguntas que tengo sobre mí. – Dijo. – Por eso desvió mi atención en otras cosas.

Esa mezcla de madurez forjada en siglos de vida con infantil curiosidad, era tan único en Castiel y algo que Jim adoraba presenciar.

- ¿Y por qué necesitas saber cómo se siente? Eso no cambia el desarrollo de la historia. – Objetó Jimmy.

- Pero me has explicado o enseñado como serian otras cosas. Hay mucho que no comprendo y necesito sa...

Jimmy robó un beso con cautela, moviéndose lento para no asustarlo. Castiel dejó al otro hacer lo que quisiese con él, pues era un absoluto inexperto del tema, un aprendiz.

- ¿Alguna otra pregunta? – Bromeo Jim, sin alejarse demasiado del rostro ajeno.

- Esto no sabe a moléculas. – Confesó buscando acercarse una vez más para probar la sensación de nuevo. – Me gusta. 

Parte de mi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora