Demasiado cerca.

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La música sonaba de fondo, pero Cas necesitaba subirle al volumen. Volvió a encogerse en su asiento, bajo la mirada confundida de Jim.

- ¿Qué pasa?

- No se callan. – Bufó el ángel. – No puedo hacer que se callen.

- ¿Quiénes, Cariño?

Esta situación parecía angustiar realmente al ángel. Jim se detuvo a un lado del camino, prestando verdadera atención.

- Sam y Dean. – Confesó. – Antes podía ignorarlos, pero últimamente suenan demasiado fuerte. – Se quejó hacia Jimmy.

El humano acarició su cabello, depositando un beso entre sus hebras; lo que menos le gustaba era verlo molesto. Pero, después de sopesarlo, las preocupaciones aumentaron. Si Cas podía escuchar las plegarias de ese par con más intensidad, ¿Estarían más cerca? En ese caso, se estarían acercando a ellos de alguna forma, habían descubierto su dirección de huida una vez más y no había mucha distancia entre ellos.

Jim puso en marcha el auto de nuevo, ampliando la ficticia distancia que calculaba. El auto iba considerablemente más rápido que antes, y esto llamó la atención del ángel, quien siguió el mismo hilo de pensamiento que el otro.

- ¿Crees que estén cerca?

- No lo sé, cariño. – Dijo Jimmy, mirando atrás un par de veces. - ¿Puedes adivinarlo de alguna forma?

Castiel entendió lo que Jim quería, y cerró sus ojos fuertemente, para concentrarse en la voz de Sam que era la que escuchaba hace un rato. Cada vez lo escuchaba más fuerte, hasta que tuvo un flash de donde estaba el cazador.

- 18.5 km al norte. - Dijo Cas. – Están parados de una estación de servicio, creo.

- Mierda.

Era demasiado cerca, demasiado peligroso. Jim no estaba seguro si rastreaban el auto, interrogaban a la poca gente que vivía en esa área o rastreaban al ángel, pero los Winchester lograrían alcanzarlos en cualquier momento. La idea de esconderse en vez de huir, sonó razonable por un minuto.

- ¿Adónde vamos? – Preguntó el ángel cuando se adentraron en un camino estrecho que solo terminaba en un campo.

- Nos esconderemos en el granero. – Dijo Jim, señalando una vieja estructura que se caía a pedazos.

Castiel estaba de rodillas en su asiento, mirando atrás, aunque sabía que los Winchester no estaban tan cerca para poder verlos. Las puertas estaban cerradas, pero el ángel hizo caer las cadenas y que se abrieran por sí mismas.

Estacionaron en un lugar cualquiera, mientras las pesadas puertas se cerraban detrás. El motor apagado dio pie a un silencio tranquilizador. Ambos estaban mirando al frente, como esperando a que algo pasara.




Después de un tiempo sin que pasara nada, Castiel se puso a inspeccionar el lugar, mientras Jimmy comía una barra de chocolate, acostado en los asientos de atrás. Tenía la puerta abierta a sus pies y podía ver al ángel deambular por allí.

Cuando no hubo nada más interesante que revisar o espiar fuera, Castiel volvió al auto. Sin pedir permiso, tomó su lugar encima del humano, escuchando sus latidos suaves.

- Se han callado por mucho tiempo. – Dijo el ángel, jugando con la tapicería.

- Seguro están en camino. Solo espero que no se les ocurra revisar esto.

Y como llamados, el Impala se escuchó a lo lejos, siendo el único auto en el camino. Como instintivamente, se aferraron en uno al otro, esperando escucharlos alejarse. Se alejaron pero iban demasiado lento, como inspeccionando el área.

- Saben que estamos por aquí. – Lamentó Jim. 

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