Gabardina.

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Las rosas blancas aparecieron en cuanto abrió los ojos. En medio de la noche, parecían brillar con la luna. Volvió a rozar los pétalos con suavidad y otro recuerdo sonó como una pequeña campana a lo lejos. Sintió por segundos a millones de seres como él, paseando por ese lugar de rosas blancas y otras hermosas flores. Eso era su hogar, pero su cabeza aún no estaba seguro de como llegaría allí.

Sintió una puerta abrirse y los pasos apresurados de Jim por el jardín, reconocía su forma de andar. Cas se giró en el momento exacto para recibir el abrazo de Jimmy.

- ¿Dónde estabas? Pensé que te había perdido para siempre.

Castiel se aferró a su ropa sin pensarlo, por instinto, como un niño recién nacido. Se dio cuenta de que no tenía donde más ir, no recordaba donde estaba casa, ni otro refugió adonde huir. Lo único que conocía era Jim, él único en quien confiaba realmente.

Pero entonces, notó esa prenda familiar. Jimmy llevaba una gabardina caqui sobre su ropa habitual. Recordaba su tela, el color, hasta el aroma de James impregnada en ella, con mucha claridad. El ángel recordaba haberla usado, lo cual no tenía mucho sentido, pero era una verdad absoluta en su cabeza.

- ¿Puedes prestármela?

Jim le soltó, viendo que Cas sostenía su gabardina.

- ¿Tienes frio?

El chico negó, pues no podía sentir tal cosa.

- Puedes tenerla si quieres. – Jim se la quitó y la colocó sobre los hombros de Cas. – Solo prométeme que no te iras de esa forma otra vez.

- Lo prometo. -




Damien terminó de vuelta en el sofá, con la gabardina sobre sus hombros, y la mirada aun fija en la ventana. Amelia se había encerrado en su cuarto, marginando al sofá a su esposo tambien.

Café en mano, una manta y su almohada, Jimmy se sentó con Castiel.

- ¿Vemos una película?

El humano fue el primero en dormirse. Damien descansaba su cabeza sobre el pecho de Jimmy, ambos acomodados a lo largo del sofá. La manta cubría innecesariamente al menor, mientras los brazos del mayor reposaban sobre su espalda.

Castiel mantenía su mirada fija en la televisión, aprovechando para copiar actitudes humanas. El respirar lento de Jim, le hizo percatarse de que dormía. El control reposaba sobre la alfombra, por lo solo se movió un poco para tomarlo y apagar la televisión.

Cerró sus ojos, imitando eso que los humanos necesitaban y amaban tanto, dormir. El corazón del mayor resonó con más fuerza en sus oídos y se concentró solo en eso, obviando el llanto de Amelia en la habitación matrimonial. 

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