Epilogo

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Desde que regresó a Londres junto a su familia, Terry apenas y descansaba, Candy en cambio se adaptó rápidamente a sus nuevas responsabilidades al igual que los niños.

Terry estaba sorprendido con el hecho que a Anthony y Abril estaban encantados con su nueva escuela, cuando aquello parecía una cárcel, regida por un sin número de restricciones y ni hablar de la directora; ¡uf!, la señora Gray, era como chupar un limón, mas ácida y agria que nadie.

Esa mañana Terry prefirió quedarse en casa y descansar un poco más o al menos eso pensaba cuando el llanto de un bebé lo despertó.

Se levantó de la cama y caminó arrastrando sus pasos a la habitación del pequeño Terry.

—¿Que pasa pequeño, por que tanto escándalo? —dijo mientras se inclinaba a la cuna para tomarlo en brazos  —¡Iu! Arrugó la nariz al saber la razón del llanto del bebé —¿y ahora que haré contigo? —le preguntó —Tu mamá no está en casa y Betty se ha ido con ella —el bebé sonrió como si entendiera su monólogo —¡Ah! Y encina te burlas de mi, pequeño bribón —fijó sus zafiros en los de el pequeño —bien, no me queda otra que experimentar contigo —dijo mientras lo recostaba en la mesita de cambio.

—¡Listo! has quedado como nuevo —dijo cinco minutos más tarde mirando su reloj —es hora de tu biberón y de regresar a tu cuna —el pequeño hizo un puchero amenazando en dar un concierto de llanto —está bien, está bien, tú ganas.

Tomó el biberón que le habían dejado preparado, lo calentó y regresó a su habitación con el bebé en brazos.

Tras acomodarse en la cama, comenzó la tarea de alimentar a su pequeño hijo mientras besaba su cabecita.

Tras acomodarse en la cama, comenzó la tarea de alimentar a su pequeño hijo mientras besaba su cabecita

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Candy miraba todo con ojos muy abiertos

—¡Santo Dios, Terry es sonámbulo! —dijo y sin poder evitarlo comenzó a reír, despertando de golpe a Terry.

—Candy, ¿Donde está el bebé? —preguntó confundido.

—¿Bebé?

Terry sacudió la cabeza —¡Demonios! fue solo un sueño, pero fue ta real —dijo con frustración.

Se recostaron nuevamente, pero Candy no pudo conciliar el sueño; se levantó y caminó hacia la puerta Francesa, abrió esta, y salió al balcón, alzo su mirada al cielo, cerró los ojos y elevó una oración al único que podía ayudarla.

Aquí estoy delante de Ti
Ya las fuerzas se me acaban
Siento desfallecer.

Quiero saber que estas ahí
Con tu mirada puesta en mí
Necesito un milagro, un milagro hoy de ti

Dios de milagros, Dios poderoso
Dios de imposibles,
Maravilloso

Quiero tu gloria ver, yo creo en tu poder
Glorifícate, manifiéstate, respóndeme Señor
Yo creo en Ti

Milagro de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora