Prologo

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Un regalito de Labor Day mis hermos@s, espero lo disfruten y no me fusilen 😋

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Terry abrió los ojos y contempló la enorme ventana que daba a los jardines de la clínica dentro del hotel, donde podía verse el sendero que conducía a la orilla del lago. Una nube alargada y gris serpenteaba por entre las montañas que bordeaban Lakewood.

Una mancha en una escena perfecta —El ejemplo perfecto de su vida, Manchada, Defectuosa, Gris y sin Esperanza.

El resentimiento, su amigo constante desde que los médicos le dijeran que, incluso con la mejor cirugía disponible, las lesiones le habían dejado con un alto porcentaje de esterilidad, le dejaba un sabor amargo en la boca.

Apartó la vista del paisaje, del recuerdo de que, a pesar de las apariencias, ya no era como los demás hombres, ya no podría darle un heredero a su familia y que, por lo tanto, la maldición que la madre de Susana le lanzara en su lecho de muerte, años atrás, se hacia una cruel realidad.

Años atrás, tras un fatal accidente, Susana perdió una de sus piernas por salvar la vida de él, fue entonces cuando la madre de esta, le exigió que debía casarse con su hija para compensar su sacrificio; Terry se negó categóricamente, desatando con su negativa la ira de la mujer y en su lecho de muerte le lanzó una maldición.

Terry no creyó en aquella tontería y siguió con su vida tal cual nada hubiese sucedido.

Se hizo cargo de los gastos medicos de Susana quien se recuperó después de unos meses, y con la ayuda de una pierna ortopédica y terapias con la doctora Elizabeth o Lizzie como su esposo Giulio, Karen y él la llamaban, había regresado a los escenarios.

Gracias por meter presión, padre —pensó Terry mientras Candy le mostraba cómo funcionaban los aparatos tecnológicos de la habitación. —Aunque al principio, él no creía en la maldición. ¿Qué importancia tenían en el mundo las palabras lanzadas por una desquiciada y obsesiva mujer con descendencia gitana?

Pero no importaba lo que él pensase al respecto, le había hecho un promesa a sus padres, y ahora su incapacidad para cumplir aquella promesa le pesaba en el corazón.

Sus padres siempre estuvieron pendiente de él, a pesar de haber abandonado el nido a temprana edad, lo aconsejaron durante los turbulentos años de adolescencia, y él se sentía en deuda con ellos, era lo mínimo que podían hacer; la promesa de él, hecha tan sólo cuatro meses atrás, era algo que ya no podría cumplir.

Aquella rabia tan familiar recorrió sus vena, —rabia mezclada con la frustración al pensar que había sido su propia estupidez la que le había colocado en esa posición, primero un accidente automovilístico del que gracias a Dios salió casi ileso, a pesar del impacto resultó con dos costillas fracturadas y el tobillo dislocado; pero años más tarde, mientras estaban en el ensayo de la próxima obra que presentarían, escuchó ruidos provenientes de la parte de iluminación, cuando levantó el rostro, se percató que las luces caerían sobre el menudo cuerpo de "Susana", tal cual había sucedido años atrás, y por evitar que ella saliera lastimada nuevamente, no dudo en correr y cubrirla con su propio cuerpo, recibiendo él, el impacto de aquellas luces, cumpliéndose así la maldición de la bruja Marlowe que le dijo que de la misma manera como su hija lo había perdido todo, él también lo haría.

Pero la cosa no terminó allí, la desquiciada mujer lo había maldecido al decirle que jamás conocería el verdadero amor y que jamás tendría descendencia.

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—Así que, si eso es todo, lo dejaré que se instale. —Por favor, no dude en ponerse en contacto con recepción si hay algo que necesite.

Candy estaba junto a la puerta de su suite, tras terminar de explicárselo todo, y él se había perdido la gran parte de la charla.

—¿Cualquier cosa? —preguntó él arqueando una ceja.

—Trabajamos fuerte para atender las necesidades específicas de nuestros clientes, señor Graham.

—Llámame Terry —la interrumpió él—. Después de todo, no hace falta ser tan formal, ¿verdad? —dijo acercándose a ella, acariciando la mandíbula con uno de sus dedos.

Candy apartó la cabeza inmediatamente, pero no antes de que Terry sintiera el cosquilleo eléctrico que subía por su brazo.

¡Oh, sí!; Candice White Ardley era justo lo que necesitaba para ayudar a su recuperación—pensó

El muy ladino, al saber que aquella despampanante rubia era la encargada de dar los masajes, le dio receso a Lizzie su terapeuta quien dejó a su esposo en New York por acompañarlo a aquel paradisíaco lugar para ayudarlo con sus terapias de rehabilitación.

—Eso no sería apropiado, señor Graham; aunque, si necesita compañía, estoy segura de que podrá satisfacer sus necesidades en el pueblo.

—Querida, no recuerdo que antes te preocupara que tu comportamiento pudiera ser considerado apropiado o no —respondió él.

—Eso fue en el pasado; he cambiado —Respondió ella con un brillo de rabia en sus ojos verdes —¿quien demonios se creía él para juzgarla por algo que apenas y recordaba?

—La gente no cambia tanto, Candice —No si son sinceros con ellos mismos —dejó que las palabras quedaran suspendidas en el aire durante unos segundos antes de continuar—. Lo que tuvimos fue especial, único. ¿Puedes decirme sinceramente que no deseas revivir ese vínculo de nuevo?

—No, no lo deseo. —Respondió ella con voz  enfática —. Ahora, si me disculpa, tengo trabajo que hacer.

Candy se dio la vuelta y salió de la suite de Terry.

Terry sonrió de medio lado al mirar el latido delator del pulso de Candy en el cuello, y la súbita dilatación de sus pupilas.

Por muy atractiva que resultase la nueva Candy, con su fachada distante y fría, Terry deseaba ver a la vieja Candy que tanto le había absorbido. —No podía estar demasiado oculta bajo la superficie, Terry estaba seguro de ello. —Encontrarla sería el verdadero desafío.

Con los nervios a flor de piel, Candy se obligó a alejarse caminando aunque lo que deseaba era salir corriendo, de la suite de Terry.

La rubia en realidad esperó que Terry fuese lo suficientemente caballero para no sacar a relucir su relación; debería haber sabido que semejante deseo era imposible; no podía negar que hubiese dicho la verdad.

Lo que habían compartido había sido único, aunque fue en un momento en que una maldita copa recibida de manos de Elisa Leagan, la descontroló de una manera que aún no lograba describir.

Pero no importaba lo espectacular que hubiese sido, no estaba dispuesta a lanzar por la borda todo lo que había conseguido sólo para redescubrir el placer que había encontrado en sus brazos.

Si ella fuera la Candy que todos creyeron a partir de aquella maldita fiesta, habría saltado ante la posibilidad de reavivar la llama, pero ella ya no era esa chica. —No podría serlo nunca.

La suciedad tenía por costumbre pegarse, sobre todo el tipo de suciedad asociado con su supuesto comportamiento aquella noche. 

En los últimos dieciocho meses había sentido que podía empezar a levantar la cabeza en una esfera profesional y ser reconocida por sus logros en la clínica y el Hotel White Ardley, y no por los chismes en lo sección de sociales de los periódicos de Chicago.

No iba a arriesgar ese respeto por nada, ni por ningún hombre; por muy tentador que fuera.

Continuará......

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