Capitulo VI

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La casa estaba en total oscuridad, Candy se dejó caer en el amplio sofs de la sala de estar, sentía sus mejillas en llamas y su cuerpo como un volcán a punto de hacer erupción.

Santo Dios! —debió detener todo aquello desde el inicio, como era posible que una simple caricia y un beso, ¡Dios! Pero que beso tan, tan ¡Santo Cielo! Estoy perdida, no tengo manera de describir todo esto —se dijo a si misma —y como se supone que le haré de ahora en adelante, tengo cumplir con el contrato de las sesiones de masajes durante su estadía aquí —Oh Dios apiádate de mi! —dijo juntando sus manos.

—Pobre Candy, necesitas  una buena ducha para sofocar ese calor avasallador que te está consumiendo hasta las entrañas —un angelito imaginario le susurró.

—Jajajaja —rio el entrometido diablillo interno —es mejor que vayas a la cocina y busques cubos de hielo para que los deposites dentro de la ducha, buena falta te hacen.

—¡Oh Dios del cielo! Arderás  en el infierno si sigues así,

—jajaja el diablillo volvió a reír —aunque en realidad donde desea arder en los brazos de Terry

—No, no, no, no le metas esas ideas en la cabeza, definitivamente eres una muy mala influencia —El angelito juntó sus manos dramáticamente.

Candy sacudió su cabeza para dejar de oír la peculiar charla entre aquellos dos personas imaginarios de su conciencia, que en vez de ayudar la estaban aturdiendo mas de lo que ya estaba.

Se levantó del sofá y se dirigió a la escaleras, mientras subía escuchó el llanto de Anthony y corrió para llegar a su recámara.

En cuanto abrió la puerta lo vio sentado en su cama, mientras tiritaba, Candy tocó su frente y se dio cuenta que el pequeño ardía en fiebre.

Corrió al cuarto de baño y mojó unos paños y colocó compresas de agua fría sobre su frente.

Buscó entre los cajones y encontró analgésicos infantiles, le dio la dosis requerida y se puso de rodillas a su lado.

—Duerme, pequeño, mamá se quedará aquí contigo.

El niño negó con la cabeza —quiero dormir contigo en tu cama, mami —dijo tiritando.

Candy lo tomó en brazos y lo llevó a su habitación, lo acomodó en la cama y se recostó a su lado, acariciaba su castaña cabellera con mucha dulzura —duerme tranquilo pequeño, mamá estará siempre a tu lado y nunca permitirá que nada malo te pase ni a ti ni a tu hermana.

Anthony levantó el rostro aperlado de sudor y sonrió débilmente, Candy lo estrechó entre sus brazos, aquellos eran los momentos que deseaba vivir en la ciudad como antes lo hizo, de haber estado allá hubiese llevado a su pequeño hijo a la sala de emergencia del hospital mas cercano, deseaba también tener la compañía de alguien con quien compartir sus preocupaciones, esa era una de esa noches que se sentía sola, rodeads de tantas responsabilidades.

A la mañana siguiente, Candy se levantó cuidadosamente de su cama, tomó una ducha ligera y mientras se secaba el cabello, vio unas manchas oscuras debajo de sus ojos, la verdad no había dormido nada, por estar al pendiente de su pequeño hijo.

Cubrió las pronunciadas ojeras con un poco de maquillaje y bajó hasta la cocina en donde su madre y sus tias mantenían una charla amena mientras tomaban el desayuno junto a Abril.

—Candy, hija, ¿que te paso te sientes mal? —Rosemary se acercó a ella y tocó su frente

—Yo estoy bien mamá, se trata de Anthony, ha estado con temperatura durante toda la noche y apenas he dormido —respondió pasando ambas manos por su rostro.

Milagro de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora